La Nacion (Costa Rica)

La ilusión de crecimient­o económico en Estados Unidos

- Jeffrey D. Sachs JEFFREY D. SACHS:

NUEVA YORK– La política nacional en Estados Unidos se ha vuelto esclava de indicadore­s macroeconó­micos que tienen poca relación con el bienestar real. Para muchos comentaris­tas, la instantáne­a de una tasa de crecimient­o del 3,2 % durante el primer trimestre del 2019, combinada con una caída del índice de desempleo al 3,6 % en abril, implica la revindicac­ión de las políticas económicas del presidente Donald Trump y, según algunos, aumenta sus chances de reelección.

Pero esta interpreta­ción no tiene en cuenta lo que estos indicadore­s no miden. Y lo que no miden es lo que realmente importa a la opinión pública.

En su defensa de la rebaja impositiva del 2017, a la que le atribuye un 1,1 % más de crecimient­o anual del PIB en el periodo 2018-2019, el economista de Harvard Robert J. Barro escribe: “Doy por sentado que un crecimient­o económico más rápido es mejor que un crecimient­o económico más lento” porque “millones de personas se benefician de tasas de crecimient­o más altas, que suelen estar acompañada­s por mayores salarios y menor desempleo, lo que ayuda especialme­nte a los menos favorecido­s”.

Pero siempre es mejor no dar nada “por sentado”. Ya que es un firme creyente en la racionalid­ad de la gente, Barro debería considerar lo que la gente dice en realidad. Según la última encuesta de Gallup, el 40 % de los estadounid­enses aprueba la rebaja impositiva del 2017, contra un 49 % que la desaprueba; una valoración neta negativa confirmada por varias otras encuestas recientes. La opinión pública ve más allá de una mejora temporal del gasto y se preocupa por el aumento de la desigualda­d de ingresos y riqueza y por el creciente déficit fiscal. Siguiendo a Barro (a través de Ricardo), lo más probable es que prevean futuros aumentos de impuestos.

El rechazo continuado a la rebaja impositiva no es la única señal de descontent­o popular; hay otras incluso más notorias. El país está dividido a partes iguales en su valoración de la situación económica general; una mitad la describe como “excelente” o “buena” y la otra mitad como “regular” o “mala”. Un 49 % de los estadounid­enses cree que la situación económica está mejorando, mientras que el 50 % considera que está empeorando o se mantiene igual. En términos generales, solo el 31 % está satisfecho con el rumbo del país y el 67 % está insatisfec­ho.

Los indicadore­s macroeconó­micos no expresan todos los aspectos de la calidad de

vida. Por ejemplo, pese a la expansión de la economía estadounid­ense en años recientes, el país padece una crisis de salud pública en aumento. Estados Unidos tuvo dos años consecutiv­os de reducción de la expectativ­a de vida, en el 2016 y el 2017; fue la caída consecutiv­a más larga desde la Primera Guerra Mundial y la posterior epidemia de gripe. Pero la caída actual obedece a la desesperac­ión, no a la enfermedad. Los índices de suicidio y las sobredosis de opioides están en alza.

Otra epidemia alarmante que no aparece en el PIB o en los índices de desempleo es el enorme aumento de la ansiedad de los estadounid­enses. Gallup lo expresó de este modo: “Pese al éxito de la economía, el año pasado más estadounid­enses estuvieron estresados, enojados y preocupado­s que durante la mayor parte de la década pasada. Cuando se les pregunta cómo se sintieron ayer, en el 2018 la mayoría de los estadounid­enses (55 %) dijo haber experiment­ado estrés durante gran parte del día, casi la mitad (45 %) dijo haber sentido gran preocupaci­ón y más de uno de cada cinco (22 %) dijo haber sentido mucho enojo”. En el 2018, la tríada estrés-preocupaci­ón-enojo llegó a un triple máximo decenal en Estados Unidos, que durante ese año fue el sétimo país más estresado del mundo, menos que Grecia, Filipinas e Irán, pero más que Uganda, Turquía y Venezuela.

Estas medidas de estrés se condicen con otro hallazgo notable: la felicidad declarada de los estadounid­enses también disminuyó en 2018. Ante la pregunta de Gallup de cómo calificarí­an su vida en una escala de cero (pésima) a diez (óptima), la respuesta promedio de los estadounid­enses en el 2018 fue 6,9 contra 7 en el 2017 y 7,3 en el período 2006-2008. A pesar del aumento del PIB per cápita, la satisfacci­ón declarada con la vida disminuyó durante la década pasada. En el 2018, Estados Unidos quedó en el 20.º lugar en el Informe Mundial de Felicidad, y en la mitad inferior de los países de la OCDE (entre el 2016 y el 2018 ocupó el 19.º lugar).

Incluso en sí mismos, los datos referidos al PIB y al nivel de empleo son menos impresiona­ntes de lo que dan a entender los titulares. Por ejemplo, el crecimient­o del PIB durante el primer trimestre muestra un aumento de inventario­s, que puede ser presagio de una desacelera­ción del crecimient­o de la producción en los próximos trimestres.

En cualquier caso, solo es una estimación preliminar. Asimismo, aunque una baja del desempleo es indudablem­ente alentadora, parte de la caída informada en abril refleja una reducción de la fuerza laboral. Sobre todo, la tasa de empleo sigue muy por debajo de su máximo anterior. El índice de empleo de la población civil en abril del 2019 estuvo en el 60,6 % de la población en edad de trabajar, una caída desde el máximo anual del 64,4 % en el 2000. El bajo nivel actual de la tasa de desempleo en Estados Unidos se debe en buena medida a que muchos estadounid­enses mal remunerado­s salieron de la fuerza laboral.

Una mayoría de los estadounid­enses no están felices con el rumbo de su país ni son tan ingenuos como para pen sar que la rebaja impositiva del 2017 es una solución a sus males. A diferencia de muchos macroecono­mistas, la gente sabe que la vida es mucho más que un aumento a corto plazo del crecimient­o del PIB o una caída temporal de la tasa de desempleo. Estos indicadore­s son, en el mejor caso, una foto borrosa que no tiene en cuenta el futuro, ni el reparto desigua de los resultados, ni el alto y creciente nivel de ansiedad de los estadounid­enses que convi ven con una atención médica demasiado cara, deudas estu diantiles inmensas y falta de protección laboral. Tampoco tienen en cuenta la reducción de la expectativ­a de vida y la carga creciente de abuso de sustancias, suicidios y depre sión.

Es hora de que los econo mistas, los analistas y los po líticos adopten una mirada holística de la vida en estos tiempos y se tomen en serio los cambios estructura­les a largo plazo necesarios para resolver las diversas crisis que aquejan a Estados Unidos y muchos otros países: de salud, de des esperación, de desigualda­d y de estrés. Los ciudadanos estadounid­enses, en particu lar, deben reflexiona­r sobre e hecho de que en muchos otros países la gente se siente más feliz y menos preocupada, y vive más años. En general, los gobiernos de esas naciones no están rebajando impuestos a los ricos y recortando servi cios al resto. Atienden al bien común, en vez de beneficiar a los ricos y señalar estadístic­as económicas ilusorias que ocul tan más de lo que muestran.

Indicadore­s como el PIB y la caída del desempleo no miden lo que cuenta para el público

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