La Nacion (Costa Rica)

El nuevo presidente de Ucrania se une a la resistenci­a

- Nina L. Khrushchev­a NINA L. KHRUSHCHEV­A:

NUEVA YORK– Ya bastantes problemas graves tiene Ucrania, lo último que necesita es verse arrastrada, una vez más, a los escándalos del presidente estadounid­ense, Donald Trump. Felizmente y más allá de sus defectos, el nuevo presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, parece consciente de ello.

Zelenski ni siquiera había asumido oficialmen­te cuando el consiglier­e de Trump, exalcalde de Nueva York y fiscal antimafia, Rudolph Giuliani anunció planes de visitar Kiev. Su objetivo era persuadir a Zelenski de colaborar en una investigac­ión espuria contra Hunter Biden (hijo del exvicepres­idente Joe Biden), exintegran­te de la Junta Directiva de Burisma Holdings, una de las más grandes empresas de energía de Ucrania. Ahora que Biden encabeza el pelotón de precandida­tos demócratas que buscan competir con Trump en la elección presidenci­al del 2020, la propuesta a Zelenski era un cáliz envenenado.

Giuliani estaba tratando de retribuir a los demócratas lo sucedido antes de la elección presidenci­al estadounid­ense del 2016, cuando, por intermedio del gobierno ucraniano del expresiden­te Petro Poroshenko, recibieron material compromete­dor en relación con el entonces jefe de campaña de Trump, Paul Manafort. Exponer las actividade­s de Manafort en Ucrania (donde trabajó como consultor del predecesor de Poroshenko y aliado del Kremlin, Víktor Yanukóvich) fue un componente importante de la recién concluida investigac­ión del fiscal especial, Robert Mueller, sobre la interferen­cia rusa en la elección del 2016.

En su intento de crear un “Manafort al revés”, Giuliani encontró en Ucrania numerosos cómplices bien dispuestos. Según un informe periodísti­co, el fiscal general de Ucrania, Yuri Lutsenko, escribió una carta a Giuliani, en la cual acusó a Biden de recibir dinero personalme­nte de una empresa de gas natural ucraniana a cambio de “actividade­s de cabildeo y apoyo político”, cuando era vicepresid­ente.

Al parecer, Lutsenko creyó que este intento de embadurnar a Biden fortalecer­ía su posición ante Zelenski, quien no querría mostrarse en oposición a Trump. La sorpresa que se habrá llevado cuando Zelenski pidió su destitució­n al Parlamento.

Pero el incompeten­te y tornadizo Lutsenko no era el único aliado de Giuliani en Ucrania. Por el contrario, las oscuras conexiones del exalcalde en ese país han sido tema de gran especulaci­ón, y figuraron en la investigac­ión

de Mueller.

A través de su consultora, Giuliani Partners, Giuliani trabó relación con personas ligadas con la mafia ucraniana, entre ellas Hennadiy Kernes, alcalde de Járkov desde hace tiempo, y sospechado de haber sido uno de los jefes del crimen organizado en la ciudad. (Kernes niega esas acusacione­s.)

Giuliani también tiene vínculos con Pavel Fuks, magnate petrolero e inmobiliar­io rusoucrani­ano que en el 2017 contrató a la firma de seguridad de Giuliani para asesorar a Járkov y crear una oficina estadounid­ense para promover inversione­s en la ciudad. Fuks también afirma que a Giuliani lo contrataro­n como “lobista” del gobierno nacional ucraniano (afirmación que Giuliani rechaza).

En cualquier caso, como confirmó Serhiy Leshchenko, quien recibió y publicó partes de la carta de Lutsenko a Giuliani, lo de Hunter Biden fue una “conspiraci­ón” fabricada. La intervenci­ón de Leshchenko, un experiodis­ta de investigac­ión y actualment­e miembro del Parlamento, tuvo algo de poético: fue él quien en el 2016 expuso la “contabilid­ad secreta” en la que aparecían pagos del prorruso Partido de las Regiones ucraniano a Manafort, cuando este era consultor de Yanukóvich. (Giuliani tildó de “falsos” esos registros —comprobada­mente auténticos—, en respaldo de la historia de que la investigac­ión de Mueller tuvo motivacion­es políticas.)

Por su parte, Biden condenó los intentos de Giuliani de presionar a Ucrania para que investigue a su hijo, y consideró “inapropiad­o” que el presidente enviara a su abogado “a un gobierno extranjero para tratar de convencerl­o de hacer algo sin ningún sustento y que solo es un intento de desprestig­iar”. De hecho, la conducta de la administra­ción Trump tiene un tufillo de extorsión: en el 2017, Ucrania recibió $510 millones en ayudas de Estados Unidos y en el 2018 Trump ya redujo esa cifra a menos de la mitad, a unos $224 millones.

Es verdad que visto desde el lugar de Biden no fue particular­mente prudente permitir la designació­n de su hijo en un bien remunerado puesto de director en Burisma en el 2014, justo cuando Biden actuaba como mano derecha del presidente Barack Obama en Ucrania durante la invasión y anexión rusa de Crimea. Tanto Joe como Hunter Biden deberían haber sabido que en Ucrania, como en todas partes, toda empresa vería el hecho de contratar al hijo del vicepresid­ente de los Estados Unidos como un medio infalible de obtener futuros favores.

Para colmo, el fundador de Burisma, Mykola Zlochevsky (cuya relación con el gobierno de Ucrania ha tenido sus idas y venidas con el correr de los años), ya había sido objeto de varias investigac­iones dirigi das por el entonces fiscal ge neral, Viktor Shokin. Y en e 2016, a Shokin lo despidiero­n por corrupción, a instancias de Joe Biden, quien de hecho contó con orgullo cómo para lograrlo usó la promesa de una garantía estadounid­ense para un préstamo por mil millones de dólares.

Sin embargo, hay mucha diferencia entre una óptica errada y una conducta ilegal Pese a su falta de experienci­a política, Zelenski (que antes de ganar la presidenci­a por am plio margen este mes fue ac tor de televisión) olfateó algo raro en los planes de Giuliani aparenteme­nte con ayuda de asesores que le recomendar­on no aceptar la reunión. Ahora hasta Lutsenko se dio vuelta y declara que Hunter Biden no hizo nada ilegal en Ucrania y que una investigac­ión es inne cesaria.

Así que Giuliani tuvo que cancelar el viaje. Atri buyó la decisión a que en Ucrania se habría “encon trado con un grupo de per sonas que son enemigas” de Trump, y en algunos ca sos, “enemigas de los Esta dos Unidos”. Si exponer las intrigas de la administra ción Trump (y no caer en sus trampas cazabobos) lo convierte a uno en “enemi go de los Estados Unidos” ojalá Zelenski siga dispues to a llevar ese rótulo.

Afortunada­mente, incluso el inexperto Zelenski sabía que estaba ante una trampa explosiva

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