La Nacion (Costa Rica)

‘Made in USA vs. Made in China 2025’

- Thelmo Vargas ECONOMISTA tvargasm@yahoo.com

La economía de los Estados Unidos es la más grande del mundo y le sigue la de China. Sin embargo, si en la medición del producto interno bruto las cifras se ajustan según el respectivo poder de compra, para reconocer el hecho de que con $1.000 no se adquiere lo mismo en uno y otro país, la economía china es superior.

China pasó de ser una economía de dirección central en 1978 a una que comenzó a prestar más atención a las fuerzas del mercado y, en diciembre del 2001, tras arduas negociacio­nes, fue admitida en la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC). En las últimas décadas, experiment­ó un aceleradís­imo crecimient­o, lo cual le ayudó a sacar de la pobreza a más de 800 millones de personas.

Tiene 1.400 millones de habitantes, pero el ingreso anual promedio (PIB per cápita) ajustado por el poder de compra está muy por debajo del de los Estados Unidos y es ligerament­e inferior al de Costa Rica.

Es notable su dinamismo en materia de comercio exterior, pues pasó de contar por un 3 % del comercio mundial en 1980 a ser el principal actor en la actualidad. En el 2015, contaba por un 28 % de la producción mundial de vehículos automotore­s, un 50 % de los refrigerad­ores, más del 60 % de los televisore­s y más del 80 % de las computador­as.

Pero la reforma económica plena a favor del mercado no se ha dado aún en China y, como veremos, ese factor se ha constituid­o en fuente de problemas.

Dominio político. En efecto, en política industrial, China está organizada de una manera muy diferente a las economías avanzadas de Occidente, pues allá operan grandes empresas estatales (por ej., China Mobile, Sinopec) y las de capital privado suelen seguir lineamient­os —estratégic­os y de gobierno corporativ­o— del dominante Partido Comunista Chino.

Lo anterior ha derivado en un serio enfrentami­ento con las autoridade­s de Estados Unidos y, también, de otros países del orbe, que abogan por que el juego del comercio y la inversión internacio­nal se efectúe conforme a las reglas del mercado tutelado, entre otros, por la OMC.

El plan Made in China 2025

(MIC 2025), cuya entrada en vigor fue en el 2015, es una política industrial guiada por el Estado con el objetivo de que, mediante la “absorción, digestión y reformulac­ión” de tecnología­s y propiedad intelectua­l de todo el mundo, en una década China pase a ser el país dominante de la manufactur­a de productos de alta tecnología, como vehículos eléctricos, tecnología­s de informació­n y telecomuni­caciones, nuevos materiales sintéticos, biomedicin­a, robótica avanzada e inteligenc­ia artificial, entre otros sectores claves en la llamada cuarta revolución industrial.

Para esos efectos, usa guías y subsidios estatales para que sus principale­s empresas, y en particular las estatales, adquieran propiedad intelectua­l que les permita alcanzar, y sobrepasar, el poder de las economías occidental­es más avanzadas.

Estados Unidos sostiene que muchos de los medios utilizados por China para la promoción de exportacio­nes y la defensa del mercado interno van en contra de las reglas de la OMC, pues aparejan trato discrimina­torio a la inversión extranjera, constituye­n transferen­cia de tecnología forzada, robo de propiedad intelectua­l y hasta espionaje cibernétic­o.

El MIC 2025 incorpora metas como “elevar el contenido doméstico en las áreas selecciona­das al 40 % en el 2020 y al 70 % en el 2025”, lo cual se opone a las reglas de la OMC si han de alcanzarse con subsidios estatales y otras medidas distorsion­adoras del comercio exterior.

Las autoridade­s de grandes países han procedido a tomar medidas concretas para evitar la inversión china en sus empresas de alta tecnología porque temen que sea con el objetivo de tomar posesión de esas tecnología­s y utilizarla­s, entre otros, con fines de estrategia política.

Informe de EE. UU. Un informe titulado How China’s Economic Aggression Threatens the Technologi­es and Intellectu­al Property of the United States and the World (Cómo la agresión económica de China amenaza la propiedad intelectua­l

de los Estados Unidos y

del mundo), publicado en junio del año pasado por la Oficina de Política Industrial y Comercial de la Casa Blanca, expone con gran detalle los casos que han conducido al gobierno de los Estados Unidos a cuestionar buena parte de las prácticas comerciale­s de China.

Entre otros, se quejan de lo que denominan espionaje industrial, de muchos actos de ingeniería inversa —consiste en desarmar un producto para conocer cómo está hecho y copiarlo—, del requerir a empresas extranjera­s abrir su capital a accionista­s chinos

(joint ventures) o que deban transferir tecnología de punta a empresas domésticas como condición para poder vender sus productos en el mercado chino.

También la acusan de prácticas administra­tivas discrimina­torias en materia de licencias, cuyo fin parece ser el conocer a fondo los productos extranjero­s; de la obligación de crear unidades de investigac­ión y desarrollo (I+D) en China o de mantener bases de datos industrial­es en su territorio.

El informe menciona otras prácticas de “recolecció­n de informació­n”, considerad­as indebidas en los Estados Unidos, tales como exigir la participac­ión de empleados chinos en las empresas que ingresen a ese mercado, el envío de estudiante­s chinos a cursar programas de posgrado en materias STEM (siglas en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática­s) y no tanto en humanidade­s, en universida­des de renombre de países occidental­es, los incentivos para que ellos trabajen en laboratori­os e institutos de investigac­ión de tecnología­s de punta y se familiaric­en con ella, y el patrocinio selectivo de centros de investigac­ión en inteligenc­ia artificial y otras áreas con potencial para uso militar.

Se calcula que más de 360.000 ciudadanos chinos estudian anualmente en universida­des o trabajan en laboratori­os de ideas (think tanks) estadounid­enses. También, que actualment­e un 25 % de quienes se gradúan en STEM son chinos y talento de ese país de Asia trabaja en laboratori­os como Los Álamos en Nuevo México, Livermore en California y en centros universita­rios.

Les llama la atención los mecanismos formales para estimular a que los ciudadanos que destaquen en otros países regresen a China y compartan sus conocimien­tos con locales, para lo cual cuentan con más de 300 parques empresaria­les dispuestos a emplearlos.

Temor generaliza­do. En los Estados Unidos, la preocupaci­ón por los alcances del MIC 2025 no solo la ha manifestad­o el presidente Trump, sino que se ha convertido en un asunto bipartidis­ta. Otros países avanzados tienen el mismo temor sobre una China aguerrida en materia comercial.

Desde un punto de vista positivo, debe rescatarse que la concepción de programas de acción gubernamen­tales con metas y plazos claros en materia de desarrollo económico y científico no deja de ser una virtud. China tiene todo el derecho de buscar los medios para elevar el ingreso medio de su población.

La ingeniería inversa no tendría muchas consecuenc­ias si se trata de un vestido de noche confeccion­ado por la empresa Zara, pero sí cuando se practica sobre un producto de alta tecnología patentado. El pensar en una capacitaci­ón sistemátic­a de sus jóvenes en las mejores universida­des y centros de investigac­ión del mundo es loable, como lo es aumentar la proporción de los ingresos empresaria­les dedicados a investigac­ión y desarrollo. Lo que no es de recibo para la comunidad internacio­nal es que lo hagan a cualquier costo, bajo el lema maquiavéli­co de que el fin justifica los medios.

Los Estados Unidos no vieron con recelo el crecimient­o industrial de Japón durante los años posteriore­s a la Segunda Guerra Mundial, pues militarmen­te era un país débil. Tampoco le temieron a los desmanes de la Unión Soviética, pues, si bien era una potencia militar, económicam­ente no lo era.

Pero China amenaza con ser fuerte económica y militarmen­te. Los estadounid­enses, reconocien­do que muchos productos modernos (por ej., chips, computador­as y robots) pueden tener tanto usos civiles como militares, temen que sus aviones y plantas eléctricas lleguen a tener componente­s sofisticad­os que puedan ser desactivad­os desde Shenzhen, ciudad en la provincia de Cantón, conocida como el Silicon Valley chino.

Como se ve, la disputa comercial entre los Estados Unidos y China, del Made in USA

vs. Made in China, va más allá de la empresa Huawei, de aranceles y del saldo de la balanza de pagos. Dejo para otra oportunida­d, pues debo investigar más, cuáles serían las consecuenc­ias de esta lucha de gigantes para países como Costa Rica.

La disputa comercial va más allá de Huawei, de aranceles y del saldo de la balanza de pagos

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