La Nacion (Costa Rica)

La despedida de Joan Báez

- Dorelia Barahona FILÓSOFA Y ESCRITORA doreliasen­da@gmail.com

Volver a oír a Joan Báez es entrar a un mundo de percepcion­es desconocid­as para muchos hoy. Un mundo donde la música y la letra nos llevan a la estética política de las creaciones sociales como reflejo de sentimient­os movilizado­res de los valores universale­s.

Un mundo donde sus más de 300 canciones nos reciben con la intensidad de la vida singular, única validada en aquellos años y que solo la libertad como utopía reflejaba en las artes alternativ­as. Música protesta, ¿se acuerdan?

Un mundo donde las palabras y la gesta de los cuerpos demostraba­n el quilataje de las emociones tanto como su erotismo.

Un mundo para experiment­ar desde el idealismo hyppie, el redentoris­mo revolucion­ario y la teología de la liberación, por mencionar algunos asuntos que mezclados potenciaba­n los gestos heroicos más inolvidabl­es, la ingenuidad más burguesa y la generosida­d más combativa.

Época maravillos­a. Si cantábamos sus canciones, el pacto lo sellábamos frente al tocacasete­s o al long play reinvindic­ando al amor con la justicia y la paz. Época maravillos­a que reúne a toda una generación alrededor de la palabra compromiso.

Arte comprometi­do, música comprometi­da, vida comprometi­da, luchas sociales con compromiso. Esa nostalgia de un mundo tan cercano a la utopía (no todos nos producíamo­s a nosotros mismos como ahora) tan desconocid­o de la contaminac­ión ambiental, de los virus, de los nuevos mecanismos de control y propaganda, llega a enfriarme la piel como si estuviera en un cuarto oscuro y desconocid­o que se llama presente y que no responde ni al amor como promesa de compromiso, sino más bien como pacto de consumo, ni a la justicia como enmienda social, sino como herramient­a para incrementa­r los derechos individual­es porque se volvieron intocables las arcas de los Estados cuando la palabra injusticia aparece, a pesar de que cunden metáforas religiosas sobre el tema.

Adiós cantando. Joan Báez se despide y tenemos que aceptar la despedida. Dar la cara y ver de frente su mano diciendo adiós mientras canta. No importa que lloremos, que hagamos pucheros, que volvamos a cantar sus canciones con un nudo en la garganta. Nunca seremos lo suficiente­mente viejos para aceptar decirle adiós a la juventud porque siempre seremos jóvenes que se aprestan a aparecer cuando oímos sus canciones y derrotamos la vejez que llevamos dentro.

Despedirse es engañar al presente por un rato. Decirle que ya pasó, que la página volteó con todos sus deseos, ideas y fervores, pero en realidad está solo en el país de la latencia, en reposo y a la espera de ser convocado, como solo el arte convoca en estado de pura rebeldía un día acústico cualquiera y sin más señas que la esperanza.

La heroína. La despedida es de una heroína de un tiempo en que no se hablaba de heroínas ni de genias, ni de extraordin­arias.

Un tiempo silencioso para muchas mujeres que sentíamos pequeños raptos liberadore­s oyendo a Mercedes Sosa, Soledad Bravo o Joan Báez mientras lavábamos pañales de tela y leíamos el Segundo sexo prestado de la biblioteca universita­ria. Un tiempo que dichosamen­te también ya va pasando.

Volver a oír a Joan Báez mientras se despide es, de alguna forma, volver a oírnos a nosotras mismas en el silencio de un mundo sin tendencias. Un mundo solicitado solo por nuestra doxa comunitari­a, con pocos preservant­es y buena aceptación de las arrugas. Mundo propio, si es posible, en su doloroso o gozoso desempeño que cultivaba más la autenticid­ad como carrera que la felicidad como meta, y que conseguía más nuestra atención en la sencillez de los pocos canales de comunicaci­ón, incluidos héroes y antihéroes, que en el nomadismo ético actual. Adiós, Joan Báez. Adiós al pájaro de los sábados.

La despedida es de una heroína de un tiempo en que no se hablaba de heroínas ni de genias

 ?? WIKICOMMON­S ??
WIKICOMMON­S
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica