La Nacion (Costa Rica)

Sube y baja

- Amalia Chaverri FILÓLOGA amalia.chaverri@gmail.com

El intelectua­l y estudioso de las fronteras Fernando Aínsa plantea que estas, y sus correspond­ientes contextos fronterizo­s, son espacios de separación, transgresi­ón y encuentro. Estas caracterís­ticas son consustanc­iales a la naturaleza y a la cultura, ya que: son fronteras naturales los ecosistema­s, las biorregion­es, el hábitat de los animales; también los ríos, montañas o valles cuando se convierten en límites entre países.

Son fronteras culturales las que se dan desde los incipiente­s espacios organizado­s al inicio de los tiempos hasta las hoy día grandes delimitaci­ones geográfica­s mundiales. Hay también fronteras

religiosas, sexuales, raciales, entre clases sociales, en el seno de las familias y demás.

Así, los procesos histórico-culturales se han construido producto de la permeabili­dad inherente a espacios fronterizo­s, los cuales, si bien marcan límites y definen identidade­s, nunca se dan totalmente “intactos” ni tampoco “cerrados” al contacto con otras culturas. Siguiendo lo anterior, en un momento u otro, muchas fronteras han sido transgredi­das.

Entre México y EUA. Ello, para llegar al título de esta propuesta: sube y baja. Uno de los espacios fronterizo­s entre México y Estados Unidos está construido por una larga sucesión de columnas (o barrotes, o palos, o varillas) colocadas en forma regular y frecuente, y con medidas iguales entre cada una de ellas.

Estos espacios intercolum­nares (o interbarro­tes o intervaril­las o interpalos) tienen entre sí la distancia necesaria y suficiente para que los lugareños (imagino que jóvenes y niños) coloquen entre espacio y espacio una tabla de la siguiente manera: una mitad del lado de México y la otra del lado de Estados Unidos. Luego, instalan otra pieza debajo y en el centro de la tabla en cuestión, lo que posibilita­rá el movimiento de arriba hacia abajo y a la inversa.

Quienes quieran jugar se sientan, cada uno en un extremo de la tabla y, alternando, empujan hacia arriba posibilita­ndo el balanceo. Estamos ante una versión rudimentar­ia del conocido subibaja.

Experienci­a lúdica. Vuelvo al inicio: Si las fronteras son espacios de separación, transgresi­ón y encuentro, la separación física de los habitantes de la zona fronteriza no fue suficiente para impedir un encuentro entre ¿ambos bandos?, convirtien­do la experienci­a en un sui generis lugar de transgresi­ón que es, al mismo tiempo, un espacio de encuentro y entretenim­iento.

Este juego posibilita el intercambi­o de miradas, de gestos y, también, ¿por qué no?, de palabras e incluso de mensajes

Un viejo juego une a mexicanos y estadounid­enses en la era Trump

entre quienes participan. Como creemos que posiblemen­te no hay diálogo verbal, lo importante es que sí hay un diálogo que se sostiene en una experienci­a lúdica, cuyo lenguaje es el goce.

Este tipo de muralla, como espacio permeable y de separación y encuentro, permite que los niños y jóvenes que, sentados uno de cada lado de la tabla, y participan­do del sube y baja, gocen de una experienci­a que posibilita un encuentro con “los otros”, no como enemigos, sino como compañeros de juego.

Pensemos que es un juego que puede funcionar como un paliativo que atenúe las situacione­s adversas y muchas veces dolorosas en que viven esos niños y jóvenes que, posiblemen­te, estarán mirando la muralla con otros ojos o, por lo menos, como un espacio a ser transgredi­do para encontrars­e con “el otro”.

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