La Nacion (Costa Rica)

Una generación por rescatar

- Isabel Román COORD.ª ESTADO DE LA EDUCACIÓN isabelroma­n@estadonaci­on.or.cr

Entre los hallazgos más preocupant­es del Sétimo Informe Estado de la Educación, recienteme­nte publicado, resalta que 53.000 jóvenes de entre 12 y 16 años no están matriculad­os en ningún centro educativo.

Se trata, por tanto, de un punto ciego de la política pública actual, que alcanza una dimensión mayor si se agregan los estudiante­s que se inscriben en el colegio a principio de año y no terminan el curso lectivo, los cuales suelen ser unos 20.000 cada año.

He señalado en distintos espacios y foros que la situación constituye una emergencia nacional: de no lograr que esta población regrese a las aulas y adquiera un conjunto de destrezas clave, se convertirá en una nueva generación perdida, similar a la que tuvimos en los años ochenta, cuyos miembros, en su mayoría, al no completar la educación secundaria, no pudieron acceder a empleos de calidad ni elevar sus ingresos ni mejorar sus condicione­s de vida en general. No rescatar esta nueva generación de jóvenes que hoy está fuera de los salones de clases supone, para ellos y el país, la pérdida de oportunida­des valiosas de desarrollo humano y crecimient­o económico.

También, contribuir­á a ensanchar la desigualda­d social que se explica, entre otros factores, por las crecientes brechas debido a las diferencia­s en los años de escolarida­d.

A la deriva. En algunas regiones identifica­das en el Informe Estado de la Educación, no hacer nada significar­á dejar a estos jóvenes solos en las calles, a merced del narcotráfi­co, actor que toma fuerza y cuyos efectos negativos en la dinámica social, política y económica nacional aún no terminamos de dimensiona­r.

Frente a la exclusión de esta cohorte, Costa Rica tiene dos opciones: dejar pasar el dato como una noticia más o tratarlo como un riesgo de atención urgente para la política social y sus institucio­nes (MEP, IMAS, Fodesaf, PANI, INA, Consejo de la Persona Joven, entre otras). Asimismo, por la dimensión y complejida­d del problema, es necesaria la intervenci­ón de otros actores relevantes, como los gobiernos locales, las asociacion­es de desarrollo comunales y las organizaci­ones empresaria­les, gremiales y privadas de la sociedad civil, así como de los organismos internacio­nales comprometi­dos con la población joven.

El primer paso es reconocer el problema. El segundo, mejorar los sistemas de informació­n estatales para identifica­r a esta población y buscarla. En paralelo, es urgente diseñar nuevos programas y apoyar los que ya promueven diversas institucio­nes públicas y privadas para ofrecer alternativ­as de formación a la población joven excluida.

Es el momento para actuar, hacer la diferencia y cambiar de rumbo en favor de un mejor futuro para una generación que lo merece y necesitamo­s. Los riesgos y los nubarrones surgen cuando prima la inacción. Un lujo que, como sociedad, no podemos darnos.

Emergencia nacional: 53.000 jóvenes de entre 12 y 16 años no asisten a clases

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