Origen del integrismo tunecino
Durante los años de la dictadura, los diversos problemas económicos y sociales, así como la restricción del pensamiento crítico, sirvieron de caldo de cultivo para la difusión y enraizamiento del yihadismo, la cual es una corriente radical del pensamiento islámico-salafista que se ha extendido en toda la región.
Los yihadistas pretenden erradicar los obstáculos que impidan restaurar el gobierno de Dios en la tierra por lo cual combaten tanto a quienes profesan otras religiones como a los musulmanes que, desde su punto de vista, son “herejes” (por ejemplo, los chiitas).
Su interpretación del Islam es violenta, lo cual justifica el terrorismo y otras acciones de hechos como parte de la yihad (guerra santa).
Túnez, que es el mayor “exportador” de combatientes yihadistas del mundo hacia sitios de conflicto como Siria, enfrenta una crisis de terrorismo intramuros. Prueba de ello, fueron los oscuros años del 2012 al 2015, cuando el país se vio flagelado por constantes ataques terroristas que pusieron al sector turístico de rodillas y sumieron a la sociedad en el horror.
La amnistía a los presos políticos en el 2011, permitió el surgimiento de grupos yihadistas como Ansar al cuyos líderes salieron de prisión con el propósito de reclutar adeptos.
El desarrollo de este grupo terrorista comenzó con la mampara de ser una organización religiosa caritativa hasta que, tras ser ilegalizada en el 2013, comenzó con su etapa más violenta, durante la cual sus integrantes perpetraron atentados terroristas de gran magnitud.
A pesar de que los ataques han disminuido con respecto a años anteriores, Túnez se mantiene bajo un estado de amenaza, pues la estrategia de los yihadistas es atacar el desarrollo económico y, de esta manera, minar la transición democrática.