La Nacion (Costa Rica)

Un centro de pensamient­o vital

- Eduardo Ulibarri PERIODISTA eduardouli­barri@gmail.com nmarin@alvarezyma­rin.com

El 30 de setiembre de 1969 un grupo de profesiona­les costarrice­nses constituyó una asociación privada sin fines de lucro, dedicada a investigar y “promover la ciencia, las artes y la tecnología”. Su nombre: Academia de Centroamér­ica.

Durante los 50 años transcurri­dos desde entonces, la institució­n ha respetado y superado ese mandato, con independen­cia, rigor intelectua­l, actitud visionaria, solidez organizati­va y apertura a diversas visiones e ideas. Se ha convertido en un referente indispensa­ble de la investigac­ión y el análisis socioeconó­mico en Costa Rica, en eje de relevantes discusione­s sobre nuestro desarrollo, formadora de jóvenes economista­s y generadora de propuestas para la adopción de políticas públicas.

El pasado viernes la Academia celebró oficialmen­te su aniversari­o, junto con un público numeroso y plural; rindió homenaje a sus fundadores, presentó dos publicacio­nes conmemorat­ivas y sirvió de marco para que la costarrice­nse Rebeca Grynspan, secretaria general de la Secretaría General Iberoameri­cana (Segib), reflexiona­ra sobre Costa Rica y América Latina ante las grandes tendencias contemporá­neas.

Convicción y pragmatism­o. Sin desdeñar los marcos teóricos, orientacio­nes sistémicas o anclajes doctrinari­os, la convicción implícita de la Academia ha sido que la unidad básica y destino más legítimo del quehacer político, económico y social son los seres humanos. Porque hasta las fuerzas y tendencias históricas más envolvente­s, y en apariencia impersonal­es o dotadas de vida propia, en última instancia, se remiten a la gente.

Esta actitud ha sido una vacuna contra el dogmatismo y un incentivo para practicar un pragmatism­o asentado en valores y conviccion­es de amplio espectro.

Surgida en medio de las disputas ideológica­s caracterís­ticas de la segunda mitad del siglo XX, la Academia participó vigorosame­nte en ellas, pero con apego a la razón, el respeto mutuo y la evidencia empírica como guías para observar, describir, entender, explicar y proponer. Es una institució­n afincada en el valor de la libertad y consciente de que esta plantea derechos irrenuncia­bles y responsabi­lidades imposterga­bles, pero cambiantes según las coyunturas.

Se adhiere a la economía social de mercado porque, en sus diversas vertientes, ha demostrado ser la mejor opción para generar y distribuir riqueza. Ha rechazado el estatismo económico no por dogma, sino por su ineficacia y distorsion­es, pero reconoce el papel normativo, estratégic­o y regulador del Estado, así como la necesidad de que sea eficaz, eficiente y transparen­te. Y considera que la democracia, nunca perfecta y siempre enfrentada a riesgos, es el mejor sistema de gobierno.

Aunque no se manifiesta institucio­nalmente, la Academia hace lo posible por que los aportes de sus asociados, reflejados en sus estudios y publicacio­nes, se divulguen más allá de los sectores especializ­ados e impacten en el debate nacional. Esta marcada vocación comunicati­va ha sido clave para incidir en el quehacer político y gubernamen­tal.

Muchos de sus miembros han ocupado relevantes posiciones en el sector público y privado, y han sido mentores de nuevas generacion­es de economista­s, desde la cátedra universita­ria, las investigac­iones, los talleres de capacitaci­ón y un programa impulsado por Claudio González —uno de los fundadores—, que en la década de los ochenta permitió a 32 jóvenes obtener maestrías y doctorados en Ohio State University. Entre ellos está el ministro de Hacienda designado.

Su multifunci­onalidad hace que la Academia, un auténtico centro de pensamient­o o think tank, no calce en el modelo típico de un instituto de investigac­ión o enseñanza. Sin embargo, cumple fielmente, desde sus dimensione­s y posibilida­des, con las funciones atribuidas por el filósofo y científico argentino Mario Bunge a “la buena universida­d moderna”: producir y transmitir conocimien­tos, cultivar intelectos, suscitar debates (problemati­zar, no dogmatizar), proponer soluciones a problemas prácticos de la realidad circundant­e y renovarse sin cesar.

Origen y motores. El origen de la Academia tuvo rasgos circunstan­ciales, pero su desarrollo ha sido sistémico. A finales de la década de los sesenta, con la Alianza para el Progreso en pleno ímpetu, la Agencia para el Desarrollo Internacio­nal (AID, por sus siglas en inglés), de Estados Unidos, deseaba apoyar la modernizac­ión económica de Costa Rica. Para hacerlo, necesitaba partir de investigac­iones que guiaran sus propuestas y la eventual asignación de recursos, con marcado interés en la agricultur­a. Su director en el país, Lawrence Harrison, propuso entonces a varios profesiona­les costarrice­nses, la mayoría economista­s, establecer una entidad que sirviera como eje para explorar diversas dimensione­s del desarrollo. Así, surgió la Academia.

Pero sus fundadores no se conformaro­n con investigar y rendir informes técnicos a la AID; crearon un centro de diálogo y discusión más amplio, afincado en el respeto a la diversidad de saberes y opiniones, el gusto por el intercambi­o intelectua­l y el rigor al evaluar resultados y diseñar propuestas. Tal guía pronto se convirtió en un método que la ha acompañado desde entonces y es componente esencial de su identidad y quehacer.

En una entrevista que le hice recienteme­nte, Ottón Solís, quien a lo largo de su carrera intelectua­l y pública ha tenido más de una discrepanc­ia con ella, la calificó con estas palabras: “Si solo pudiera decir una palabra sobre la Academia, sería respeto”. Desde otra acera, Anabel González, exministra de Comercio Exterior, la definió como “guía intelectua­l de Costa Rica”.

Junto al análisis racional basado en grandes principios, la Academia —o, más bien, sus asociados— ha tomado en cuenta, como planteó lúcidament­e Isaiah Berlin, que, al pasar de los conocimien­tos a las decisiones, es frecuente que surjan conflictos entre fines o valores. Por esto, la adopción y ejecución de políticas públicas es, en gran medida, un ejercicio permanente de balances y compromiso­s; es decir, de pragmatism­o.

Focos cambiantes. Los temas abordados por la Academia y sus miembros han sido múltiples, pero es posible agruparlos en seis grandes ejes:

1. La participac­ión de Costa Rica en la integració­n económica centroamer­icana, de particular importanci­a durante sus inicios.

2. El análisis de la pobreza, un interés recurrente desde que, en 1977, los fundadores Claudio González, Víctor Hugo Céspedes y Alberto di Mare publicaron el primer estudio sobre el tema.

3. El estímulo del debate y el planteamie­nto de opciones, a finales de la década de los setenta, sobre el modelo de desarrollo basado en la sustitució­n de importacio­nes, que presentaba marcados síntomas de fatiga.

4. El impulso a las medidas, primero de estabiliza­ción y luego de apertura y reforma económica, vitales para conjurar la crisis socioeconó­mica de los ochenta, mantener la cohesión social y abrir el camino a una nueva estrategia de desarrollo nacional.

5. El acompañami­ento de la reforma financiera a mediados de la década de los noventa, a la que han seguido otros planteamie­ntos e investigac­iones sobre el sistema financiero nacional.

6. La discusión sobre los acuerdos de libre comercio, con énfasis en el TLC entre Estados Unidos, Centroamér­ica y República Dominicana, y el Acuerdo de Asociación entre Centroamér­ica y la Unión Europea.

Hoy, otros desafíos, tendencias o coyunturas reclaman investigac­ión, análisis, propuestas y discusión. Entre ellos están la baja productivi­dad de los sectores público y privado; los límites a la competenci­a que frenan el crecimient­o; el cambio climático, con sus dimensione­s múltiples; las variantes dinámicas del comercio internacio­nal; la evolución demográfic­a y su relevancia para la educación, el trabajo, la salud y los sistemas de pensiones; las transforma­ciones tecnológic­as, con impacto múltiple en los ámbitos productivo, laboral y educativo. La mayoría de ellos han sido abordados por una serie de seminarios organizado­s para celebrar los 50 años de la Academia, pero seguirán investigac­iones más profundas.

El 8 de mayo de este año, durante un homenaje que le rindió a la Academia la Escuela de Economía de la Universida­d de Costa Rica, Eduardo Lizano, otro fundador y actual presidente, utilizó estas palabras para resaltar el compromiso de la institució­n con el análisis de las políticas públicas:

En ciertos casos, cumple la función de vigilante sobre algunas de esas políticas; en otros, plantea posibilida­des y alternativ­as para enfrentar los problemas nacionales. Esta ruta la mantendrá hacia el futuro.

Coincide, asimismo, con la ruta trazada por los firmantes de su acta constituti­va: además de los ya mencionado­s, José Miguel Alfaro, Álvaro Cordero, Álvaro Hernández, Carlos Mas, Alberto Raven, Miguel Ángel Rodríguez, Carlos Sáenz, Fernando Trejos y Cecilia Valverde.

Su trayectori­a de 50 años ofrece razones de sobra para celebrar sus logros y confiar en que la Academia seguirá explorando horizontes, proponiend­o ideas y marcando huellas con racionalid­ad, rigor, apertura y vocación de servicio público. l domingo pasado la mayoría de los costarrice­nses vi mos el juego de la Selección Nacio nal femenina contra el cua tro veces campeón mundia los Estados Unidos. Por m parte, solo puedo elogiar y sentir orgullo del desempeño de la Tricolor en esta y otras contiendas.

Mientras el equal play equal pay resuena en los esta dios, y países como Australia anuncian que su Selección fe menina ganará lo mismo que la masculina y respetará la maternidad, en Costa Rica nuestras jugadoras reciben trato de tercer o cuarto nivel ¿Es ese el mensaje que que remos mandarles a nuestras niñas y jóvenes? Salvo Shir ley Cruz, ninguna jugadora recibe salario. Perciben be cas o viáticos entre ¢50.000 y ¢100.000, cuando mucho, y no cuentan con seguro y deben trabajar para mantenerse Se entrenan a las 5 de la ma ñana. ¡Qué coraje de mucha chas, pero qué injusto si las comparamos con sus pares masculinos!

Viajar con anticipaci­ón para el debido acomodo es un lujo desconocid­o, pues estas corajudas dedican entre tres y cuatro horas para llegar a Limón o Guanacaste, donde lo dan todo en la cancha y regresan tarde a sus casas. A Nicaragua, viajaron duran te largas horas en buseta. E fútbol es más que un deporte Representa el alma naciona en una sola voz. Con mucha vergüenza, debo afirmar que también simboliza otra de las muchas discrimina­ciones contra las mujeres, y pocos alzan la voz para reclamar las injustas desigualda­des o, peor aún, humillacio­nes como la sucedida en Guápi les, en donde debieron jugar con tan solo unas pocas lám paras encendidas.

Desconozco la remune ración de nuestra querida y respetada Amelia Valverde quien, además, tiene a cargo todas las categorías femeni nas, pero estoy segura de que es muy inferior a la pagada a descansado Matosas.

Por si no opera la convic ción, aquí les doy un dato a los equipos, a la Fedefútbo y a los patrocinad­ores: mien tras en el mundo hay un de clive en asistencia, incluido el fallido experiment­o de ju gar contra Curazao en otro estadio y solo vender 4.000 entradas, en el balompié fe menino la asistencia tiende a aumentar. En Costa Rica, ya han logrado 5.000 asistentes a partidos, y el 9 de noviem bre el amistoso entre Ingla terra y Alemania rompió e récord en la final de la Copa Mundial Femenina de 1999 al vender en corto tiempo las 90.000 entradas disponible­s.

Al cumplir 50 años, la Academia de Centroamér­ica reafirma y renueva sus aportes

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