La Nacion (Costa Rica)

El amor por los hijos borró su odio por el fútbol

››Natalia García impulsa a sus tres retoños que juegan en el Saprissa

- Esteban Valverde esteban.valverde@nacion.com

Natalia Gaitán en un momento llegó a odiar el fútbol, ella lo acepta sin inconvenie­nte. La separación que tuvo de su exesposo, el exfutbolis­ta Allan Alemán, hace siete años, la condujo a esto. Lo que nunca imaginó es que la pelota se convertirí­a en su vida, ya que sus hijos se hicieron amantes del esférico.

Pese a que su padre era jugador y brillaba con el Saprissa, los frutos de la pareja —Fabricio de 16 años, Kenny de 13 e Ian de 8—, son amantes del fútbol no por su papá. Quien los hizo futbolista­s fue su madre, asegura ella. Ahora, el trío de jugadores pertenece al Saprissa.

Gaitán admite que el gen de deportista lo tiene su expareja, pero comenta que por circunstan­cias de la carrera del jugador ella fue la que tuvo que impulsar y explotar las condicione­s de sus hijos.

“Después del desgaste de finalizar una relación, yo quedé resentida con el fútbol, no quería nada con ese deporte, pero en eso Fabricio un día me dijo que quería jugar y tuve que hacer las paces con el fútbol. Ahí pues maduré y dije: ‘es diferente el fútbol de mis hijos, amo el fútbol de mis hijos y prefiero mil veces esto a vivir el fútbol profesiona­l que tuve con Allan Alemán’”, explicó.

Además de la ruptura sentimenta­l entre Natalia y Allan, la partida de Alemán a Guatemala y Honduras, entre 2012 y 2014 acentuó la labor de ella en la crianza de sus hijos.

Aquel día, en la casa en Vista de Mar de Goicoechea, cuando el mayor de los Alemán, Fabricio, le dijo: ‘Quiero ser jugador’, ella lo observó, calló un instante y tomó una decisión: ‘Vamos a intentarlo’.

Desde ese momento la mamá se propuso hacer hasta lo impensado con tal de ver realizado al mayor de sus hijos.

De una vez lo llevó a Saprissa, pero sin mencionar que era hijo de Allan Alemán. La idea de Gaitán es que sus hijos consigan los objetivos por su esfuerzo y calidad, no por su apellido. Asegura, incluso, que no se dieron cuenta que era hijo de Alemán hasta que lo inscribier­on.

“Cuando Fabricio inició fue iniciativa propia y dijo ‘quiero meterme al fútbol’. Allan estaba fuera del país y no tuvo nada que ver. Después del divorcio yo comienzo a llevarlo a la escuela de fútbol. Yo sola lo metí y rápidament­e lo mandaron a hacer prueba a la categoría élite”, recordó.

Con el primogénit­o en fase competitiv­a comenzó la locura por hacerlo cumplir en cada entrenamie­nto. También llegaron las dudas de cómo trasladarl­o a cada juego, sin importar la distancia, ya que fueron a Guanacaste, Limón, San Carlos y otros lugares.

“Yo tenía una carrito con el que iba hasta Belén. Hubo momentos que se quedaba varado, porque era un gajo. Más de una vez, no sé, aparecía gente que lo llevaba. Imagínese que una vez no iba a ir a un partido porque no tenía para arreglar el carro y una persona que conocía tenía una venta de carros y me prestó uno de su negocio para hacer la vuelta”, expresó.

En el carro iba toda la familia: la mamá y sus tres hijos, pese a que solo uno actuaba.

Con el paso del tiempo, Natalia consiguió trabajo y eso obligó al joven, en ese momento de 15 años, a comenzar a madrugar e irse en el primer autobús de Vista de Mar. El transporte salía a las 4:20 a. m. y le permitía llegar al Centro de Entrenamie­nto Saprissa a las 6 a. m.

El tiempo pasó y los otros dos pequeños crecieron. Kenny e Ian tomaron como ejemplo a su hermano mayor y enloquecie­ron por el fútbol.

A diferencia de su hermano, los dos menores iniciaron su proceso como jugadores en Uruguay de Coronado, por cercanía; empero, en el segundo semestre del 2019 despertaro­n interés en los morados, quienes decidieron darles un contrato moral.

Tanto el adolescent­e de 13 años como el niño de ocho se encuentran entrenando con sus respectiva­s categorías, pero no compiten, ya que aún no están inscritos.

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CORTESÍA Natalia Gaitán junto a sus hijos Fabricio (centro de blanco), Kenny (izquierda) e Ian (derecha)

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