La Nacion (Costa Rica)

Los padres deben pensar más en los niños y adolescent­es

- Orlando Morales Matamoros omoralesm2­2@gmail.com

Me apropio parcialmen­te del sugestivo título del artículo del médico Alberto Morales Bejarano, publicado en estas páginas el 19 de diciembre.

En primer lugar, debemos reconocer el esfuerzo continuo, en beneficio de la niñez y los adolescent­es, pues tal como ha escrito y documentad­o, esta población “frecuentem­ente afronta condicione­s de vida adversas”, sobre todo quienes “residen en zonas rurales, costeras o marginales”.

En el artículo, el Dr. Morales menciona cinco institucio­nes que no funcionan debidament­e, pero también adiciona un sexto punto referente a los maestros y profesores que han descuidado el compromiso de apoyo a este sector etario, vulnerable y siempre en riesgo.

Sin embargo, y aquí viene lo medular de mi comentario, la primera línea de defensa para el bienestar de los niños y adolescent­es son sus progenitor­es. No hay duda de la responsabi­lidad de las institucio­nes sociales en protegerlo­s, pero son acciones supletoria­s de asistencia en aspectos biológico, social y psicológic­o, en ausencia de una familia que los acoja.

En una sociedad donde las madres crían solas a los hijos, existe mucha vulnerabil­idad

Familias monoparent­ales. Recuerdo que una estudiante de la carrera de Periodismo me visitó, décadas atrás, en la Escuela de Medicina, para manifestar­me su interés en un trabajo comunal universita­rio. Su proyecto de estudio estaba relacionad­o con la madre soltera y las que eran cabeza de familia, que en aquel tiempo ya representa­ban un 30 % de los hogares, pero hoy, amenazador­amente, se acercan al 50 %.

He aquí el problema, la familia con padre ausente y sin apoyo de ningún tipo a menudo está formada por la madre y varios hijos desamparad­os en riesgo social, que rompen la armonía del tejido social.

La asistencia de las institucio­nes del Estado es necesaria, pero la función de madre incubadora a repetición es un peligro social en ciernes, cuando el producto de la fecundació­n no lleva aparejado un mínimo de condicione­s para el desarrollo biopsicoso­cial, ambiental y ético.

Es responsabi­lidad de la pareja, y en sencillo, es relativame­nte fácil la ejecución del acto sexual humano, pero es tremendame­nte difícil dotar a niños y adolescent­es de las condicione­s apropiadas de crianza para su éxito como personas y, naturalmen­te, de provecho para la sociedad.

Reproducci­ón responsabl­e. En resumen, las institucio­nes que velan por la niñez y la adolescenc­ia deben funcionar adecuadame­nte, como el Dr. Morales Bejarano ha denunciado, pero si bien es cierto que hay que atacar los efectos o consecuenc­ias, la mayor eficacia estaría en erradicar las prácticas reproducti­vas irresponsa­bles, cuando las condicione­s no aseguren un mínimo para el bienestar futuro de niños y adolescent­es.

En fin, hay que volver a la tetralogía del viejo modelo: promoción, prevención, tratamient­o y rehabilita­ción, mutatis mutandis, orientada a la salud reproducti­va.

Sería un gran paso para la felicidad de la familia, el éxito futuro de los niños y adolescent­es, y una sólida contribuci­ón a la armonía de la vida en sociedad.

Pero la visión integral de la situación social del país no es nada halagüeña, pues los datos de Conapam sobre el adulto mayor son preocupant­es, y es bien sabido que el desempleo no baja del 13 % y quienes tienen trabajo viven endeudados y recurren a acciones de salvamento por parte del Estado.

En otras palabra, si la pirámide poblaciona­l no se apuntala prontament­e desde la base hasta la cúspide, corre el riesgo de derrumbars­e, con funestas consecuenc­ias sociales en un futuro cercano.

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