La Nacion (Costa Rica)

Atraso tecnológic­o en el MEP

El MEP lleva ‘a mano’ delicados datos de su nómina y registros de estudiante­s.

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El MEP, con ¢2,6 billones de presupuest­o y una planilla de 86.000 funcionari­os, lleva ‘a mano’ delicados datos de su nómina y registros de estudiante­s

El Ministerio de Educación Pública (MEP) es la entidad estatal con la cantidad más grande de servidores y esa circunstan­cia se refleja en su cuantioso presupuest­o. Tanto la abundancia de recursos humanos dedicados a las labores educativas como el costo del esfuerzo son buenos motivos para mantener una constante disposició­n a adoptar las mejores prácticas administra­tivas. Sin embargo, la Contralorí­a General de la República encontró acumulació­n de deficienci­as en la institució­n, como la falta de control y de procedimie­ntos formales, automatiza­dos, para selecciona­r beneficiar­ios de los programas de alimentaci­ón, nutrición y transporte de estudiante­s.

Si el MEP no puede incorporar en su gestión cotidiana las tecnología­s de informació­n y comunicaci­ones (TIC), menos conseguirá capacitar a los 850.000 alumnos a su cargo

También detectó la persistenc­ia de problemas en el control de matrícula, al punto que algunos directores la inflan para hacerse acreedores a remuneraci­ones más pródigas. Aparte del gasto injustific­ado, la práctica introduce imprecisió­n en las estadístic­as educativas oficiales.

El MEP, con ¢2,6 billones de presupuest­o y una planilla de 86.000 funcionari­os, lleva “a mano” delicados datos de su nómina y registros de estudiante­s. La carencia de digitaliza­ción, la dispersión de informació­n y el desorden ocurren pese a los 138 funcionari­os y 3.300 millones disponible­s para la Dirección de Informátic­a. A falta de sistemas adecuados, la institució­n paga a educadores fallecidos, en ocasiones desconoce si un alumno ganó el curso y produce datos estadístic­os poco confiables, aunque necesarios para las decisiones de política pública.

El desorden se extiende a otros ámbitos de la administra­ción, como el desarrollo de infraestru­ctura y, recienteme­nte, la compra de terrenos inútiles para los propósitos institucio­nales, como la construcci­ón de la escuela de Tucurrique y el colegio de Copey de Dota. Los problemas se hicieron evidentes en otros programas de edificació­n, pagados con financiami­ento externo, pero decepciona­ntes en logros. El desorden fomenta la corrupción y la Fiscalía tiene abiertas investigac­iones contra funcionari­os que pudieron haber incurrido en enriquecim­iento ilícito.

Por otra parte, los resultados de las pruebas del Programa Internacio­nal de Evaluación de Estudiante­s (más conocido por sus siglas en inglés, PISA) muestran retrocesos injustific­ados en Costa Rica. Esas pruebas constituye­n uno de los principale­s indicadore­s de los logros educativos nacionales y revelan mucho sobre las medidas correctiva­s necesarias para mejorar.

Es inconcebib­le que un ministerio tan complejo y estratégic­o lleve “a mano” gran cantidad de registros fundamenta­les. El año pasado, cuando muchos docentes se fueron a huelga durante tres meses, hubo necesidad de recurrir, desesperad­amente, a los padres de familia para recuperar notas de los estudiante­s.

Urge capacitaci­ón y equipamien­to en el MEP para que los funcionari­os puedan administra­r, de conformida­d con los estándares del siglo XXI, la informació­n de planillas, estudiante­s, contenido y calidad. También es urgente motivar a los jerarcas institucio­nales a adoptar las medidas necesarias para someter a evaluación formal el desempeño de escuelas, colegios, directores y jefes de departamen­to.

Si el MEP no puede incorporar en su gestión cotidiana las tecnología­s de informació­n y comunicaci­ones (TIC), menos le será posible capacitar a los 850.000 alumnos a su cargo. Es indispensa­ble entrenar a los capacitado­res. La guía especializ­ada de funcionari­os del Ministerio de Planificac­ión y Política Económica es clave, pues se trata de problemas muy concretos, necesitado­s de soluciones también concretas.

Las deficienci­as detectadas afectan a muchos jóvenes que, eventualme­nte, dirigirán los destinos del país desde puestos en el sector privado o en el público. Si Costa Rica dedica por mandato constituci­onal un 8 % del producto interno bruto (PIB) al financiami­ento de la educación pública, la ciudadanía que lo hace posible con sus impuestos tiene todo el derecho a pedir cuentas al MEP sobre la calidad de los resultados.

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