El agotamiento de las viejas recetas
Las viejas recetas para hacer política se agotaron. Es una realidad innegable en vista de la crispación social en algunas partes del mundo, aunque, para ser justos, las señales de desgaste de los sistemas y las fórmulas tradicionales son evidentes hace varios años.
Quizá, el factor más claro es que el descontento popular dejó de centrarse exclusivamente en la clase política para pasar a manifestarse también contra las reglas económicas e institucionales.
Años de disparidad en educación, salud, pensiones y acceso a transporte público de buena calidad, así como recibir óptimos servicios básicos, poseer infraestructura vial, desempeñarse en empleos dignos y obtener justicia pronta y cumplida, se sumaron a otras formas de desigualdad, exclusión, discriminación y abuso, cometidos especialmente contra grupos sociales estigmatizados, lo cual normalizó la segregación, como es el caso de los indígenas, adultos mayores, discapacitados, la población sexualmente diversa y la niñez y la adolescencia en riesgo social.
Divorcio. Existe una desconexión, protagonizada por la mayor parte de la clase política que ha vivido ajena al verdadero sentir y descontento social.
Una clase política que ha obviado los indicadores de malestar manifiestos en cientos de estudios, informes, encuestas y diagnósticos a lo largo de las décadas.
Una clase política que ha estirado antojadizamente el principio de la representación popular y ha mantenido un conveniente acercamiento con los sectores sociales, principalmente para fines electorales, con una agenda de propuestas cajonera, pocas veces en sintonía con los reclamos, necesidades y anhelos de la ciudadanía.
A la vez, una también evidente desconexión, protagonizada por una ciudadanía disconforme, pero tradicionalmente poco o nada involucrada en la toma de acciones concretas para resolver las causas de su malestar.
Una ciudadanía quejosa, que al mismo tiempo rehúye de sus responsabilidades cívicas y se mantiene al margen de los mecanismos institucionales, políticos y civiles para la toma de decisiones.
Una ciudadanía que prefiere lamentarse de sus representantes, como mecanismo de catarsis, pero ha estado poco dispuesta al involucramiento activo en partidos políticos, organizaciones sociales, cámaras empresariales u otros espacios de participación.
Círculo vicioso. Ambas desconexiones dan como resultado el agotamiento del modelo institucional y de representación vigente, y, en consecuencia, han caído en un círculo vicioso de disconformidad en tre representantes y represen tados.
Unos brindan respuestas a lo que, sin estar seguros, creen que son las necesidades, y los otros, sin dar un paso al fren te para estar en primera línea depositan la representación en quienes de antemano no los convencen del todo.
Los estallidos sociales no se han dado contra líderes políti cos en específico, pero llevan un mensaje de cambio radica y profundo en toda la estruc tura normativa e institucio nal social, esta vez, con claras muestras de que un sector tra dicionalmente no involucrado en la toma de decisiones mani fiesta estar dispuesto a inter venir.
Lamentarse es solo una forma de catarsis, la democracia demanda participación ciudadana
Debemos mantenernos atentos porque, aunque coin cidamos en la necesidad de cambios estructurales e inte grales, dado el agotamiento de las viejas recetas, resulta im prescindible asumir las trans formaciones con seriedad y especialmente, con responsa bilidad para que la cura no re sulte peor que la enfermedad.
No hay una sola sociedad en el mundo inoculada contra los cantos de sirena del popu lismo, encarnado por figuras tanto de izquierda como de derecha, e incluso, más recien temente, contra mesianismos promovidos por estructuras político-religiosas, que juegan con la sensibilidad y la frus tración de la población para hacerse del poder.
Es tarea en todos los secto res sociales promover las gran des transformaciones por una sociedad cada vez más justa inclusiva, solidaria y desarro llada; sin entregar el futuro a oportunistas que ven el poder como un fin en sí mismo.