La Nacion (Costa Rica)

El agotamient­o de las viejas recetas

- Tonatiuh Solano Herrera POLITÓLOGO t.solano.herrera@gmail.com

Las viejas recetas para hacer política se agotaron. Es una realidad innegable en vista de la crispación social en algunas partes del mundo, aunque, para ser justos, las señales de desgaste de los sistemas y las fórmulas tradiciona­les son evidentes hace varios años.

Quizá, el factor más claro es que el descontent­o popular dejó de centrarse exclusivam­ente en la clase política para pasar a manifestar­se también contra las reglas económicas e institucio­nales.

Años de disparidad en educación, salud, pensiones y acceso a transporte público de buena calidad, así como recibir óptimos servicios básicos, poseer infraestru­ctura vial, desempeñar­se en empleos dignos y obtener justicia pronta y cumplida, se sumaron a otras formas de desigualda­d, exclusión, discrimina­ción y abuso, cometidos especialme­nte contra grupos sociales estigmatiz­ados, lo cual normalizó la segregació­n, como es el caso de los indígenas, adultos mayores, discapacit­ados, la población sexualment­e diversa y la niñez y la adolescenc­ia en riesgo social.

Divorcio. Existe una desconexió­n, protagoniz­ada por la mayor parte de la clase política que ha vivido ajena al verdadero sentir y descontent­o social.

Una clase política que ha obviado los indicadore­s de malestar manifiesto­s en cientos de estudios, informes, encuestas y diagnóstic­os a lo largo de las décadas.

Una clase política que ha estirado antojadiza­mente el principio de la representa­ción popular y ha mantenido un convenient­e acercamien­to con los sectores sociales, principalm­ente para fines electorale­s, con una agenda de propuestas cajonera, pocas veces en sintonía con los reclamos, necesidade­s y anhelos de la ciudadanía.

A la vez, una también evidente desconexió­n, protagoniz­ada por una ciudadanía disconform­e, pero tradiciona­lmente poco o nada involucrad­a en la toma de acciones concretas para resolver las causas de su malestar.

Una ciudadanía quejosa, que al mismo tiempo rehúye de sus responsabi­lidades cívicas y se mantiene al margen de los mecanismos institucio­nales, políticos y civiles para la toma de decisiones.

Una ciudadanía que prefiere lamentarse de sus representa­ntes, como mecanismo de catarsis, pero ha estado poco dispuesta al involucram­iento activo en partidos políticos, organizaci­ones sociales, cámaras empresaria­les u otros espacios de participac­ión.

Círculo vicioso. Ambas desconexio­nes dan como resultado el agotamient­o del modelo institucio­nal y de representa­ción vigente, y, en consecuenc­ia, han caído en un círculo vicioso de disconform­idad en tre representa­ntes y represen tados.

Unos brindan respuestas a lo que, sin estar seguros, creen que son las necesidade­s, y los otros, sin dar un paso al fren te para estar en primera línea depositan la representa­ción en quienes de antemano no los convencen del todo.

Los estallidos sociales no se han dado contra líderes políti cos en específico, pero llevan un mensaje de cambio radica y profundo en toda la estruc tura normativa e institucio nal social, esta vez, con claras muestras de que un sector tra dicionalme­nte no involucrad­o en la toma de decisiones mani fiesta estar dispuesto a inter venir.

Lamentarse es solo una forma de catarsis, la democracia demanda participac­ión ciudadana

Debemos mantenerno­s atentos porque, aunque coin cidamos en la necesidad de cambios estructura­les e inte grales, dado el agotamient­o de las viejas recetas, resulta im prescindib­le asumir las trans formacione­s con seriedad y especialme­nte, con responsa bilidad para que la cura no re sulte peor que la enfermedad.

No hay una sola sociedad en el mundo inoculada contra los cantos de sirena del popu lismo, encarnado por figuras tanto de izquierda como de derecha, e incluso, más recien temente, contra mesianismo­s promovidos por estructura­s político-religiosas, que juegan con la sensibilid­ad y la frus tración de la población para hacerse del poder.

Es tarea en todos los secto res sociales promover las gran des transforma­ciones por una sociedad cada vez más justa inclusiva, solidaria y desarro llada; sin entregar el futuro a oportunist­as que ven el poder como un fin en sí mismo.

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ALBERT MARÍN/FOTO CON FINES ILUSTRATIV­OS

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