La Nacion (Costa Rica)

Una cadena de honestidad

- Raymundo Macís Delgado ABOGADO

En estas mismas páginas, apareció una buena noticia que pasó inadvertid­a para muchos, pero llegó al corazón de otro tanto. Es una historia para contar, para aprender, para atesorar y para nunca olvidar.

Es la crónica de un niño de limitados recursos económicos, de La Fortuna de San Carlos, ganador del Gato de la Suerte, juego conocido como raspadita.

Es la narración de una cadena de honestidad mediante la cual comprobamo­s cómo los valores sobreviven en la Costa Rica buena, auténtica, sencilla y honesta.

Es la historia de un grupo de costarrice­nses anónimos, elegidos para abrirnos los ojos, refrescarn­os la mente y tocarnos en lo más profundo del alma. El pequeño mendigaba. Pidió ¢1.000 a un taxista pirata y fue donde una vendedora de lotería para comprar una raspa.

Él, en su natural inocencia, preguntó si había ganado ¢1.000, pero el monto, ¢40 millones, era suficiente para una casa nueva y dejar el rancho donde vive con su mamá, su hermana y un sobrino porque el padre está en la cárcel.

La vendedora tenía apenas un día de laborar. Ella sueña con ser contadora y, para eso, debe trabajar mucho y estudiar más. Después apareció Marcela Quesada, dueña de un restaurant­e, interesada en asesorarlo­s, sin aprovechar­se de ellos.

La Fortuna de San Carlos tiene una historia para contar, aprender, atesorar y nunca olvidar

Espíritu de colaboraci­ón. Ninguno de los involucrad­os intentó confundir al niño y, mucho menos, valerse de su inocencia; más bien, se mostraron colaborado­res y felices en todo momento, como si fueran ellos los afortunado­s.

Gracias a la cadena de honestidad, a estas alturas el premio está bien guardado en una cuenta.

La Fortuna de San Carlos hace honor a su nombre: caen meteoritos, pero no estalla el Arenal; algunos pegan el premio mayor, Dios protege la inocencia y todavía queda mucha gente honesta, ángeles terrenales, de carne y hueso, y de buen corazón, los mismos que apareciero­n en el camino de este afortunado niño.

Demos gracias a Dios porque aún hay gente buena, trabajador­a y honesta, porque no todo está perdido, porque aún queda espacio en los medios para buenas noticias, refrescant­es para el alma y ejemplo para todos.

Valores. Demos gracias a Dios porque en medio de la incertidum­bre hay valores y actitudes responsabl­es en esta Costa Rica de paz y felicidad. Es buena la oportunida­d para saber quiénes somos y de dónde venimos.

Ojalá cultivemos más la solidarida­d y todos los valores caracterís­ticos de esta sociedad, forjada por labriegos sencillos, gente trabajador­a y buena.

Gabriela Mistral escribió una vez: “Existe la alegría de ser sano y la de ser justo; pero hay, sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir”.

Celebremos y compartamo­s esta historia para que se convierta en lectura obligatori­a, en tema recurrente en nuestras conversaci­ones y en nuestros corazones.

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