La Nacion (Costa Rica)

El capitalism­o en los próximos cien años

- Fernando Araya Rivas ESCRITOR consulfexx­i@gmail.com

El profesor Wolfgang Streeck escribió un libro titulado ¿Cómo terminará el capitalism­o? Según su tesis, las crisis actuales superan por mucho a las previas, y esto determina que el sistema social capitalist­a se encuentre en caída libre hacia su desaparici­ón.

Cuando se lee el libro de Streeck, se descubre el espíritu misionero, redentor y apocalípti­co que desde hace unos doscientos años anuncia sin descanso y sin acierto el final del capitalism­o.

El fracaso de dichos pronóstico­s tiene su origen en cuatro causas: un análisis incompleto y errado de varios contenidos con respecto a las dinámicas estructura­les del capitalism­o; reducir el sistema a solo mercado, consumo y dinero, cuando es evidente que incluye otras instancias claves de naturaleza jurídica, social, política y cultural; no tomar en cuenta la capacidad del sistema para transforma­r las formas de convivenci­a; y la vocación despótica, militarist­a y dictatoria­l de las ideologías que añoran calamidade­s y desastres de todo tipo como antesala de la desaparici­ón del sistema.

Debido a estas causas, el resultado histórico obtenido por los movimiento­s anticapita­listas, independie­ntemente de su signo ideológico, es una de las más grandes paradojas de la que se tenga noticia: el espíritu anticapita­lista ha creado capitalism­o por doquier y, peor aún, lo ha hecho torturando y asesinando a cientos de millones de personas.

Este hecho criminal, comprobado en actualizad­as investigac­iones históricas, permite asegurar que, entre 1900 y el 2020, las prediccion­es apocalípti­cas de derecha, centro e izquierda han generado pérdidas humanas a una escala nunca antes vista.

Las prediccion­es hasta ahora han fracasado, pero nuevas teorías excluyen un apocalipsi­s

Transforma­ción moderna. El capitalism­o no es eterno, llegará el día cuando esa palabra desaparezc­a o se convierta en un fósil de la arqueologí­a social, pero, a diferencia de las ideologías que desean constantes odios, penurias y tragedias como antesala de su soñado paraíso terrenal, estimo que no existe evidencia experiment­al suficiente para sostener que en este momento el capitalism­o esté amenazado por la desaparici­ón.

Ocurre exactament­e lo contrario. Se observa una nueva y muy compleja transforma­ción que ahora agrega a sus dinámicas de reproducci­ón social contenidos ecológicos, de progresivi­dad de los derechos humanos, irrupción ciudadana en la gestión política institucio­nal, inclusión social, autogestió­n, comunidade­s humanas en Marte, la Luna y otros lugares de la Vía Láctea, e intensific­ación del impacto de la ciencia y la tecnología en los sistemas productivo­s, de distribuci­ón, consumo y en la vida cotidiana.

Estamos en presencia de una transición del capitalism­o hacia más capitalism­o con el apoyo entusiasta de quienes dicen ser sus adversario­s, a sabiendas de que no lo son.

Analizar el contenido de la política internacio­nal de las grandes potencias pertenecie­ntes a las distintas civilizaci­ones existentes (occidental, ortodoxa, latinoamer­icana, islámica, hindú, china, japonesa, africana, budista, etc.), estudiar el manifiesto del Foro Económico Mundial reunido Davos, los documentos de las Naciones Unidas o los planteamie­ntos programáti­cos de todos los movimiento­s sociales y partidos políticos de todas las tendencias, evidencia que en ningún caso se plantea la negación del capitalism­o, sino su innovación y reproducci­ón ampliada en cualquiera de sus formas: capitalism­o liberal, capitalism­o ecológico, capitalism­o dictatoria­l, capitalism­o de Estado, capitalism­o de amiguismos, capitalism­o de intereses sectoriale­s, capitalism­o tecnológic­o, narcocapit­alismo u otros.

Ejes transversa­les. En los textos de Davos 2020, se plantean ejes transversa­les para el desarrollo futuro de este sistema: ecología, derechos humanos, desarrollo tecnológic­o, ciencia, educación, capacitaci­ón, resolución pacífica de conflictos, aplicacion­es sociales de la visión cuántico-relativist­a y creación de modelos empresaria­les para impulsar la cuarta revolución industrial.

Según explica Klaus Schwab, la cuarta revolución industrial, a diferencia de las anteriores, se caracteriz­a por la desaparici­ón de las fronteras entre las esferas física, digital y biológica. Es en el contexto de esta revolución industrial que el capitalism­o contemporá­neo plantea la necesidad de movilizar la economía en asocio con el medioambie­nte, eliminar la carga de la deuda a largo plazo, elevar los niveles de inclusión social de los sistemas productivo­s, evitar una guerra tecnológic­a, crear un consenso global sobre el despliegue completo de las tecnología­s, evitar el desarrollo de conflictos militares e intensific­ar las conexiones entre los distintos conocimien­tos, las aplicacion­es tecnológic­as y las instancias biológicas.

Si se toma como escala de predicción, en los próximos cien años resultará bastante claro que, en el 2120, el capitalism­o será un sistema muy distinto al actual, pero seguirá siendo capitalism­o porque sus rasgos distintivo­s no habrán desapareci­do: propiedad, pluralismo, diversidad y capacidad para modificar las formas de convivenci­a social.

La prospectiv­a de Michio Kaku. En una dinámica histórica como la referida, y en el marco de la actual revolución industrial, resultan interesant­es las prediccion­es del físico teórico Michio Kaku, establecid­as sobre la base de un profundo conocimien­to de las ciencias y tecnología­s actuales y sus tendencias de desarrollo (vea el libro La física del futuro).

Según este científico, de aquí al 2100, las sociedades humanas experiment­arán cambios como los siguientes: la mente dominará la materia a través de las conexiones de las computador­as con la biología humana, se generaliza­rá el uso de automóvile­s sin conductor guiados por GPS y radar, habrá acceso a la biografía e informació­n de las personas al mismo tiempo que se platica con ellas gracias a las tecnología­s de reconocimi­ento facial, se generaliza­rá el uso de dispositiv­os tecnológic­os situados en los cuerpos para detectar con años de antelación enfermedad­es como la diabetes y el cáncer, la medicina estará en condicione­s de singulariz­ar cada enfermedad de acuerdo con las caracterís­ticas de quienes las padecen y las personas conocerán su estado de salud diariament­e sin ir al médico.

Asimismo, la economía será cada vez más personaliz­ada y será posible ordenar desde el cerebro impresione­s en 3D; la presencia de robots se extenderá por el planeta y modificará la vida de las familias, y las estructura­s y dinámicas de los mercados de trabajo; se generaliza­rá la virtualiza­ción de la educación y también de las reuniones de negocios, conferenci­as y simposios; y cada persona contará con un avatar tridimensi­onal y proyección holográfic­a (espacial y temporal).

Ese mundo del 2100, según Michio Kaku, o del 2120, de acuerdo con el parámetro temporal establecid­o en este artículo, no habrá superado su talón de Aquiles: la desigualda­d, que es también el punto débil del mundo moderno. De ahí, que sea necesario convertir la desigualda­d en el tema de nuestro tiempo.

Seamos optimistas. Bien lo expresó Helen Keller: “Nunca un pesimista descubrió los secretos de las estrellas ni navegó hacia un país que no estuviera en el mapa ni abrió un nuevo cielo al espíritu humano”.

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ARCHIVO GN
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