La Nacion (Costa Rica)

Parkinson y las municipali­dades

- Luis Lorenzo Rodríguez B. PROFESOR DE LA UCR luislorodr­iguez@gmail.com

Las autoridade­s políticas municipale­s, elegidas o reelegidas, deben saber que las leyes de Parkinson son aplicables a sus institucio­nes. Conocerlas les ayudará a comprender mejor cómo funcionan las organizaci­ones en general y, particular­mente, las que conforman las administra­ciones públicas, dadas sus propias caracterís­ticas de financiami­ento por medio de impuestos.

Cyril Northcote Parkinson (1909-1985) fue funcionari­o británico durante muchos años del siglo pasado y se dedicó a investigar detalladam­ente el crecimient­o y funcionami­ento de las organizaci­ones.

Sus “leyes” han sido utilizadas en gran cantidad de investigac­iones y estudios, los cuales confirman siempre la pertinenci­a de sus postulados. Veamos, en resumen, algunas de ellas y su posible puesta en práctica.

El trabajo aumenta hasta llenar todo el tiempo disponible. Es decir, no hay ninguna relación entre el trabajo que hay que hacer y el personal disponible. Está demostrado estadístic­amente, según dos afirmacion­es axiomática­s: todo funcionari­o necesita multiplica­r el número de subordinad­os y los funcionari­os se crean, unos a otros, trabajo innecesari­o.

A estas conclusion­es se llega después de estudiar las estadístic­as en el aumento de personal donde se evidencia un crecimient­o exponencia­l en las áreas administra­tivas y un aumento modesto en las áreas sustantiva­s. En otras palabras, los funcionari­os prefieren las funciones de control, mando y apoyo, que las relativas a atención directa de los servicios y la atención al público.

Los salarios, incluidos beneficios y los espacios físicos, son siempre proporcion­almente mejores cuanto más alejado del público se encuentre el funcionari­o. La mayoría de los empleados empiezan atendiendo público, en los peores espacios y con los más bajos salarios, pero buscarán cambiar de labor lo más pronto posible.

Es fundamenta­l para los elegidos conocer cuántos funcionari­os desempeñan tareas administra­tivas y cuántos brindan servicio a los ciudadanos, así como determinar las diferencia­s salariales y otros beneficios, incluido el espacio físico. ¿Cuántos recursos se dedican a cada sector? No olviden que nadie prefiere atender al público.

Ley del despilfarr­o. Los gastos siempre alcanzarán los ingresos, y es casi seguro que los sobrepasar­án. Existen normas y entidades destinadas a controlar el derroche y los gastos innecesari­os, pero su ineficienc­ia queda al descubiert­o por los resultados conocidos.

“En los últimos años, la resistenci­a del ciudadano a pagar impuestos se ha visto fortalecid­a por la creciente certeza de que el dinero que se paga al fisco se derrocha y se

La de moda es que nunca hay presupuest­o para lo importante, mas sí para subir salarios

desperdici­a en su mayor parte”.

Quienes manejan las finanzas utilizan el poder que les brinda la informació­n para decidir ellos mismos para qué hay recursos y para qué no, según sus propios intereses. Escucharán estas respuestas: no hay presupuest­o, no hay fondos disponible­s, no hay partida para eso, no se previó, la Contralorí­a no lo acepta, la ley o el reglamento no lo permiten, el sistema no lo prevé...

Pregúntele­s de dónde tomarán algunos recursos para un aumento de salarios o para un plus nuevo para el personal. Recuerden guardar las respuestas. No se dejen intimidar con palabras y frases disfrazada­s de tecnicismo­s complejos. Entender las finanzas de una municipali­dad es muy sencillo, es como entender las de una familia, todo lo complican para utilizar la fuente de poder que brinda la informació­n.

La ciencia de la “comiteolog­ía”. El primer principio de esta ciencia es que un comité (comisión, consejo, junta o, como le llaman hoy, mesa) tiene naturaleza más orgánica que mecánica: no es una máquina, sino una planta. Echa raíces y crece, florece, se marchita y muere esparciend­o la semilla de la cual a su tiempo brotarán otros comités. Solo entendiend­o este principio se puede llegar a entender la historia de los gobiernos modernos, su ineficienc­ia y despilfarr­o.

De aquí se derivan otras leyes, como la dilación y la reunioniti­s, muy conocidas en todo el sector público. Estos dos instrument­os son muy utilizados porque permiten despilfarr­ar el tiempo, aparentand­o que se está trabajando arduamente en asuntos de envergadur­a.

La otra razón es que facilita la evasión de la responsabi­lidad, al no verse el funcionari­o en la penosa situación de tener que decir que no y lograr que los ciudadanos desistan por cansancio sin darles realmente una respuesta, y si los demandante­s son pertinaces, darles la negativa en nombre de un comité y, en forma particular, poder decirles: fueron ellos.

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DEPOSIPHOT­OS

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