Hablemos de Kobe Bryant y de abuso sexual
Hay algo particularmente mal en nuestra sociedad, y es pensar en la violencia sexual como un fenómeno imposible, ajeno a la realidad de las personas económicamente exitosas.
La muerte de Kobe Bryant es un excelente ejemplo. La gente encuentra de mal gusto comentar el caso, y la periodista Felicia Sonmez, del Washington Post, fue sancionada por hacerlo, cuando lo verdaderamente desagradable es que, en efecto, una joven acusó a Bryant de violación. Luego, ella retiró los cargos, pero el basquetbolista tuvo que ofrecerle disculpas públicas porque, si bien para él “fue sexo consensuado” para ella no, y le pagó $2,5 millones por los daños.
Lo peor es que para las víctimas de abuso sexual usualmente el problema comienza cuando logran salvar la vida. Después, viene la metralla mediática, la crucifixión social y los siempre presentes cuestionamientos sobre la veracidad de la denuncia —aunque tenga la prueba forense que confirma la violación— y los potenciales intereses económicos de la persona.
Impunidad. La razón de la existencia de una altísima impunidad en lo relacionado con delitos sexuales es que nuestra sociedad es especialmente cruel con las personas que aceptan haber sufrido algún tipo de violencia sexual y sumamente indulgente con los abusadores.
Cuando se determina que alguien es culpable, a ojos de la sociedad se convierte en un “enfermo”, un elemento foráneo del círculo social. Esta negación de la potencialidad de riesgo desde el núcleo de la sociedad es una de las razones que podrían explicar por qué motivo hay tantísimos casos de abuso entre familiares y hacia niños, pues, desde que sabemos leer nos enseñan que “el lobo siempre viene de afuera, de lejos, de aquel lugar que no es aquí”.
Si enseñáramos desde tempranas edades que cualquiera puede ser un perpetrador y cualquiera puede ser víctima, quizá nos cuidaríamos más de las actitudes y conductas que nos acercan a tales criminales, pues bien podríamos terminar siéndolo o encubriéndolo.
Dudo que los criminales sexuales estén al tanto de sus deplorables actos y su extensión. Llegarán a comprenderlo, quizás, cuando hayan dañado a muchas personas de formas terribles.
Erradicar la censura. Poder hablar con libertad del abuso sexual, desmitificar a los perpetradores y facilitar un mejor tratamiento del problema, en vez de pedir censura y cárcel para quien se atreva a hablar, es clave para que, como sociedad, dejemos de producir abusadores sexuales.
Llamo especialmente la atención de las autoridades judiciales para que tengan humanidad a la hora de tomar muestras, de recibir declaraciones y de atender denuncias.
A la sociedad le cuesta creer que ‘las grandes figuras’ también pueden cometer delitos sexuales
Les pido que garanticen el debido proceso a todas las partes y hacer lo mejor posible para que prevalezca la justicia, pues, usualmente, el proceso de revictimización se inicia en ese mismo instante.
La sociedad debería pensar que si ahora muchas voces hablan del problema, y hombres, mujeres y niños están interponiendo denuncias muchos años después, es porque estamos cambiando la forma de entender el respeto a la dignidad humana y a la justicia en materia de violencia sexual.
Es deber de todos nosotros construir una sociedad donde no produzcamos más abusadores, en vez de cuestionar si las denuncias son falsas antes de que siquiera sean consideradas las pruebas.