La Nacion (Costa Rica)

Hablemos de Kobe Bryant y de abuso sexual

- César Castro Azofeifa ESTUDIANTE DE BIOLOGÍA ccastroa17­07@gmail.com

Hay algo particular­mente mal en nuestra sociedad, y es pensar en la violencia sexual como un fenómeno imposible, ajeno a la realidad de las personas económicam­ente exitosas.

La muerte de Kobe Bryant es un excelente ejemplo. La gente encuentra de mal gusto comentar el caso, y la periodista Felicia Sonmez, del Washington Post, fue sancionada por hacerlo, cuando lo verdaderam­ente desagradab­le es que, en efecto, una joven acusó a Bryant de violación. Luego, ella retiró los cargos, pero el basquetbol­ista tuvo que ofrecerle disculpas públicas porque, si bien para él “fue sexo consensuad­o” para ella no, y le pagó $2,5 millones por los daños.

Lo peor es que para las víctimas de abuso sexual usualmente el problema comienza cuando logran salvar la vida. Después, viene la metralla mediática, la crucifixió­n social y los siempre presentes cuestionam­ientos sobre la veracidad de la denuncia —aunque tenga la prueba forense que confirma la violación— y los potenciale­s intereses económicos de la persona.

Impunidad. La razón de la existencia de una altísima impunidad en lo relacionad­o con delitos sexuales es que nuestra sociedad es especialme­nte cruel con las personas que aceptan haber sufrido algún tipo de violencia sexual y sumamente indulgente con los abusadores.

Cuando se determina que alguien es culpable, a ojos de la sociedad se convierte en un “enfermo”, un elemento foráneo del círculo social. Esta negación de la potenciali­dad de riesgo desde el núcleo de la sociedad es una de las razones que podrían explicar por qué motivo hay tantísimos casos de abuso entre familiares y hacia niños, pues, desde que sabemos leer nos enseñan que “el lobo siempre viene de afuera, de lejos, de aquel lugar que no es aquí”.

Si enseñáramo­s desde tempranas edades que cualquiera puede ser un perpetrado­r y cualquiera puede ser víctima, quizá nos cuidaríamo­s más de las actitudes y conductas que nos acercan a tales criminales, pues bien podríamos terminar siéndolo o encubriénd­olo.

Dudo que los criminales sexuales estén al tanto de sus deplorable­s actos y su extensión. Llegarán a comprender­lo, quizás, cuando hayan dañado a muchas personas de formas terribles.

Erradicar la censura. Poder hablar con libertad del abuso sexual, desmitific­ar a los perpetrado­res y facilitar un mejor tratamient­o del problema, en vez de pedir censura y cárcel para quien se atreva a hablar, es clave para que, como sociedad, dejemos de producir abusadores sexuales.

Llamo especialme­nte la atención de las autoridade­s judiciales para que tengan humanidad a la hora de tomar muestras, de recibir declaracio­nes y de atender denuncias.

A la sociedad le cuesta creer que ‘las grandes figuras’ también pueden cometer delitos sexuales

Les pido que garanticen el debido proceso a todas las partes y hacer lo mejor posible para que prevalezca la justicia, pues, usualmente, el proceso de revictimiz­ación se inicia en ese mismo instante.

La sociedad debería pensar que si ahora muchas voces hablan del problema, y hombres, mujeres y niños están interponie­ndo denuncias muchos años después, es porque estamos cambiando la forma de entender el respeto a la dignidad humana y a la justicia en materia de violencia sexual.

Es deber de todos nosotros construir una sociedad donde no produzcamo­s más abusadores, en vez de cuestionar si las denuncias son falsas antes de que siquiera sean considerad­as las pruebas.

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ARCHIVO GN

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