El Reino Unido ingresa a lo desconocido
LONDRES– Un profesor de Historia de mi escuela creía que de todo hecho importante del pasado había que hacer un análisis tripartito de causas, pretextos y resultados.
Encolumnaba estos elementos en el pizarrón y teníamos que aprenderlos de memoria: las causas de la guerra de sucesión española del siglo XVIII, los pretextos para la Revolución francesa, los resultados de la guerra de independencia de los Estados Unidos, etcétera.
Pero la vida y el estudio posterior nos enseñan que las cosas no son tan simples. Las causas pueden ser una combinación de accidentes, ambiciones y coincidencias sumadas a cambios económicos, sociales y tecnológicos más profundos. Evaluar con precisión los resultados puede ser igualmente difícil.
Al fin y al cabo, la historia no suele poner punto final, y es difícil saber cuándo empiezan y terminan los efectos de un hecho importante.
Sin Big Ben y más pobres. En ese sentido, es probable que la salida del Reino Unido de la Unión Europea sea el hecho de la política nacional más importante de mi vida.
Los entusiastas del brexit están furiosos porque el Big Ben (el famoso reloj de la sede del Parlamento en Westminster) está en reparación y no podrá saludar el acontecimiento con sus campanadas.
Parece que lo tomaran como otro motivo de queja para sumar a la larga lista en la que basaron su campaña.
Pero ¿qué se supone que debamos celebrar? Nadie parece saber lo que viene a continuación. El futuro está envuelto en palabrería, pensamiento ilusorio y una clase de mendacidad que al parecer últimamente no se cobra ningún precio político.
Para empezar, los partidarios del brexit desestiman con ligereza la cuestión de los costos. Hace poco, Bloomberg Economics calculó que el brexit le costó a la economía británica 130.000 millones de libras ($169.000 millones) desde el referendo del 2016, y después del 31 de diciembre, cuando termine el período de transición, el país será otros 70.000 millones de libras más pobre. Otras fuentes creíbles han publicado cifras similares
Pero ¿por qué creer algo que contradice el fervor cuasirreligioso del Reino Unido del brexit? Los brexiteros ven todo cálculo económico desfavorable como un intento de rebajar al país. Sea como sea, insisten, el costo no importa, hemos recuperado la libertad. Tenemos otra vez el control. Pero ¿qué quiere decir eso exactamente?
Según Sajid Javid, ministro de Hacienda del Reino
Unido, el país ya no tendrá que seguir las normas de la Unión Europea cuando salga del bloque.
Nueva narrativa. En vez de aceptar las reglas del mercado común o de la unión aduanera, fijará reglas propias. Pero en el 2016, cuando era secretario de Estado, Javid decía que si el Reino Unido abandonaba la Unión enfrentaría “una década de estancamiento e incertidumbre”.
¿Será que después del brexit tomaremos el control de una nueva narrativa que niega todo aquello que pensábamos y defendíamos antes?.
También parece que podremos prometer una cosa en Bruselas y otra en Belfast. El acuerdo de salida alcanzado por el primer ministro, Boris Johnson, incluye una disposición que él mismo había rechazado explícitamente y que su predecesora, Theresa May, descartó, ya que su efecto es la aparente división del Reino Unido en mitad del mar de Irlanda.
Mientras no exista un nue
Los británicos eligieron un momento extraño y peligroso para decidir que era hora de andar solos
vo acuerdo comercial entre el Reino y la Unión, Irlanda del Norte seguirá siendo en la práctica parte de la unión aduanera y tendrá que controlar el movimiento de bienes entre sus puertos y el resto del Reino Unido.
La Unión Europea insiste en que no puede haber excepciones, pero Johnson no deja de prometerlas. Asegura a los norirlandeses que Irlanda del Norte puede estar dentro y fuera de la unión aduanera a un mismo tiempo.
La iglesia cristiana primitiva apelaba a algo llamado “consustancialidad” en los debates sobre la naturaleza de un Dios uno y trino. Tal vez es lo que estén pensando los brexiteros con eso de que Irlanda del Norte puede estar y no estar: ¡Un milagro!
Y el acuerdo comercial que el Reino Unido negocia con su mercado más grande, ¿estipulará una relación estrecha o distante?
Solo hay dos cosas claras. En primer lugar, de aquí a que termine el 2020 (fecha límite fijada por Johnson), es imposible alcanzar un acuerdo amplio, detallado y sofisticado. En segundo lugar, el precio de más acceso es una mayor conformidad con las normas de la Unión Europea. Es un hecho ineludible.
Dos peligros. Hay que ver si todo esto tendrá alguna importancia, y si el Partido Conservador, que ahora es dueño total del brexit, terminará pagando un costo político. Pero también puede suceder que estas inquietudes caigan en el olvido al enfrentar dos peligros mucho mayores que nos depara el siglo.
El primero es el cambio climático, y la consiguiente lucha por conseguir que la dirigencia internacional se ponga de acuerdo para darle una respuesta eficaz.
El presidente estadounidense, Donald Trump, asegura que el calentamiento global es una patraña, y, al parecer, la mayoría de los republicanos piensan lo mismo.
Además, los gobiernos de Brasil, Australia y otros países se escudan en los prejuicios anticientíficos de Trump, mientras suben las temperaturas y los mares y se multiplican los incendios. Los efectos del brexit todavía son inciertos, pero algunas de las consecuencias del cambio climático ya son evidentes.
En segundo lugar, los británicos festejarán su gloriosa independencia de las complicaciones de la cooperación internacional en un momento en que la hostilidad intelectual, política y económica entre la dirigencia comunista de China y las democracias liberales es cada vez más patente.
La democracia liberal no sobrevivirá si no se defiende. Y no nos engañemos: la sociedad abierta conforme al Estado de derecho, de las Américas a Europa, de África a Asia, está en la mira hostil de China. Aunque Occidente no debe intentar rodear o acorralar a China, las democracias liberales tampoco pueden permitir que distorsione las normas internacionales en provecho propio.
En comparación con estos desafíos inmensos, las consecuencias del brexit pueden parecer mucho menos importantes. Pero el Reino Unido eligió un tiempo extraño y peligroso para decidir que era hora de andar solo.
último gobernador británico de Hong Kong y excomisario de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, es rector de la Universidad de Oxford.
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