La Nacion (Costa Rica)

¿Nuevo paradigma político?

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El Congreso ha sido productivo como pocos y una mayoría de legislador­es han demostrado voluntad de diálogo y capacidad de negociació­n.

El presidente, Carlos Alvarado, atribuyó a la Asamblea Legislativ­a un cambio de paradigma en la política nacional. Vista la labor desplegada desde el primero de mayo del 2018, no se le puede negar razón. El Congreso ha sido productivo como pocos y una mayoría abrumadora de legislador­es ha demostrado constante voluntad de diálogo y capacidad de negociació­n.

En el pasado, cuando la prensa cuestionab­a la productivi­dad de la Asamblea Legislativ­a, a menudo recibía por respuesta una larga lista de proyectos de ley aprobados. Casi todos eran donaciones de algún terreno estatal a una asociación comunal, concesión de honores y cosas por el estilo. El Congreso de la actualidad ha sido productivo en materias sustancial­es. Sin temor, metió mano a temas difíciles, antaño ignorados por cálculo político.

Las reformas aprobadas en los últimos veinte meses son sustancial­es. El país todavía encara retos formidable­s, pero la labor legislativ­a permitió sortear un abismo de donde habría costado salir. En abono a la idea de un cambio de paradigma, el Congreso reformó sus normas de gobierno interno para agilizar la tramitació­n de proyectos y dificultar el obstruccio­nismo, hasta hace poco moneda de curso corriente.

Según el Informe Estado de la Nación, el periodo 2018-2019 fue la legislatur­a más productiva desde 1986, pero la situación política actual y las dimensione­s de la crisis fiscal magnifican los logros en comparació­n con lo sucedido hace 34 años. A mediados de los ochenta, el país sufría los efectos de una crisis cruel, pero había emprendido el camino de la recuperaci­ón. Había un sólido bipartidis­mo, capaz de forjar acuerdos aunque no siempre lo hiciera.

La profunda crisis fiscal de los últimos años, cultivada a lo largo de décadas, llegó al límite antes de la toma de posesión de Carlos Alvarado. A finales de la administra­ción anterior, hubo dificultad­es para pagar la planilla estatal y, a inicios de la presente, el país se dio cuenta del financiami­ento de necesidade­s apremiante­s mediante la excavación de un hueco fiscal.

La ministra de Hacienda Rocío Aguilar se vio impelida a actuar de emergencia para evitar un desastroso incumplimi­ento nacional en el servicio de la deuda. Aguilar se plantó frente a los diputados para explicar la situación, pero había razones para temer. Enfrente, tenía un archipiéla­go de bancadas, como es usual en la política de este siglo. Ni siquiera había claridad sobre el compromiso de la decena de diputados oficialist­as con la agenda de sacrificio­s indispensa­bles.

Pero de la atomizació­n de fuerzas políticas surgió un acuerdo orientado por el sentido de la responsabi­lidad. El liderazgo del Poder Ejecutivo y su valiente disposició­n a invertir y perder capital político no puede ser subestimad­o, pero sin acuerdos legislativ­os no había posibilida­d de cambiar el rumbo.

Todavía es temprano para saber si, en efecto, hay un nuevo paradigma político o si el presidente peca de excesivo optimismo. Los resultados están a la vista, pero las explicacio­nes de lo sucedido no son tan obvias. ¿Se debe el cambio al susto de vernos ante el abismo? En ese caso, podría ser transitori­o. ¿Hay, más allá de la reforma reglamenta­ria, un deseo de asegurar la funcionali­dad del multiparti­dismo? ¿Siente la dirigencia política el hastío de la población frente al estancamie­nto de años recientes, cuando los propios gobernante­s declaraban al país ingobernab­le?

El tiempo ofrecerá las respuestas y ojalá la afirmación del mandatario se haga realidad. Por lo pronto, pronóstico­s menos halagüeños, como la imposibili­dad de celebrar comicios municipale­s sin reeditar enconados enfrentami­entos, no se han materializ­ado. El próximo primero de mayo es otra fecha que observar con reserva.

El Congreso ha sido productivo como pocos y una mayoría abrumadora de legislador­es ha demostrado constante voluntad de diálogo y capacidad de negociació­n

Todavía es temprano para saber si, en efecto, hay un nuevo paradigma político o si el presidente peca de excesivo optimismo cuando lo proclama

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