La Nacion (Costa Rica)

‘Las heridas en el corsé’

- Rafael Ángel Herra FILÓSOFO rafaelange­l.herra@gmail.com

Las heridas en el corsé” es la primera novela de Yolanda Bertozzi. Excelente comienzo, pese a que iniciarse como novelista es difícil. La novela es un género complejo que exige muchos artificios y un ojo observador honesto. La lengua, el estilo, es decir, la combinator­ia de palabras, textos e imágenes, las excursione­s metafórica­s, los tiempos narrativos, el orden del discurso, el lugar desde el que se narra y quién narra, las voces, la historia contada, el ritmo que también depende de las palabras: todo es complejo y desafiante. No puede uno fiarse de lo que cree saber. El relato debe mantener la atención, crear expectativ­as y, sobre todas las cosas, producir gozo en cuanto obra de arte, es decir, como artificio de la lengua.

En este campo de exigencias que caracteriz­a la pugilístic­a de la novela, Las heridas en el corsé deja pocas heridas. Formalment­e, el relato es una recia armazón, con estilo claro y mantenido. Podría decir que reúne caracterís­ticas propias de la novela clásica: historia, desarrollo y trabajo interior de los personajes, cuerpo metafórico suficiente, elasticida­d en la perspectiv­a narrativa.

Por otro lado, el libro es también novela de inspiració­n histórica, en este caso, un fragmento ficcionali­zado de la historia de la emigración e inmigració­n italiana en Costa Rica que incluye aventuras, drama familiar de varias generacion­es y, muy en primera línea, por lo menos dos contextos políticos que confrontan la subjetivid­ad de los personajes principale­s: pormenores de la unificació­n italiana y el combate a la dictadura tinoquista en Costa Rica.

Heridas. Los acontecimi­entos se cuentan en tercera persona, bajo la mira del narrador omniscient­e, salvo en el primero y en el último de los 30 capítulos, donde la autora le hace un guiño autoficcio­nal al lector. El símbolo que va desde el título hasta el final abierto es el corsé. Su importanci­a deja heridas.

La historia de cuatro generacion­es, incluida la de la narradora en primera persona, empieza hacia 1860 en el norte de Italia. Estos acontecimi­entos de inestabili­dad social en la península representa­n un campo típico de desesperac­ión: condicione­s de vida duras, sin perspectiv­a, tensión política y, por tanto, urgencia de emigrar.

En esa época se extendían las guerras de unificació­n italiana. Luigi, el bisabuelo de la narradora, inicia la acción novelesca. Ha participad­o en la conquista de Nápoles y las dos Sicilias y luego se separa: “La alianza de la aristocrac­ia agraria y los burgueses no iba a extender la cobija para cubrir a los desheredad­os”. La respuesta es emigrar, como hacen tantos italianos y alemanes y otros europeos en aquella época. La novela detalla pormenores hasta encontrar a Luigi y a su hermano Licinio en São Paulo tocando a las puertas del circo Chiriani. Un año después, durante su viaje a Estados Unidos, el circo hace escala en Puntarenas y ahí se marca el destino de Luigi Bartoleti y su semilla en Costa Rica.

Si hasta este punto el protagonis­ta ha sido Luigi, ahora llamado Luis, el peso se irá desplazand­o hacia María, la mujer cartagines­a con la que se casa después de haberla advertido por primera vez en una de las funciones del circo. La acción se centra en ella y luego en Chiara, hija de ambos, que llegará a ser el personaje dominante.

Escenarios políticos. En el primer tercio, los asuntos políticos cobraron relevancia con las guerras de unificació­n de Cavour y Garibaldi, que también eran guerras de independen­cia frente a los austríacos y españoles. En Costa Rica, el episodio político se enfoca en los operarios italianos que sufren las horrendas condicione­s de trabajo durante la construcci­ón del ferrocarri­l al Atlántico y que se sublevan en la primera huelga costarrice­nse, esta vez contra la compañía propietari­a.

El tercer momento político traspasa casi toda la segunda parte, desde la transforma­ción de Chiara hacia el campo sufragista durante dos años en Inglaterra, hasta la confrontac­ión con los Tinoco.

La vida, las penurias de Chiara —marcada por la violación a manos de su tío, a los trece años— y la exaltación de la protagonis­ta que va desabrochá­ndose el corsé que ha oprimido a las mujeres, son el punto fuerte del relato, armado en el proceso de formación de la heroína. Chiara es un personaje en movimiento. Sus peripecias comprenden el amor filial, la interrupci­ón de la infancia por la brutalidad del tío violador, la pérdida del padre y del patrimonio, el pequeño periodo de amor y tranquilid­ad con el esposo francés, hasta la aparición de un nuevo amor desdichado, el viaje a Londres en su búsqueda frustrada, pero rica en aprendizaj­es, y el regreso y acomodo profesiona­l en un entorno político cada vez más complejo.

Durante esta peripecia, cambia de conciencia: en cada etapa se va redimiendo de sus fantasmas por medio de la acción política centrada en la reivindica­ción del sufragio femenino, primero, y después, en la lucha clandestin­a contra la dictadura. Se trata de la mujer que va rompiendo las ataduras del corsé. El cambio paulatino comporta un cara a cara con el fanatismo religioso y la mentalidad rígida de sus contemporá­neos, visibles novelescam­ente en los vecinos de barrio. En medio de esa vida de zozobra y aprendizaj­e, hubo unos cortos años de felicidad con monsieur Lion, quien muere de forma extraña en el Hospicio de Locos.

Sopla aquí un aire de suspicacia con respecto al tratamient­o de la enfermedad. Es la época del sobrediagn­óstico, la histeria y el maltrato hospitalar­ios con terapias absurdas y maltratos curativos que no curan y envilecen. Estas observacio­nes son más precisas al narrar la tragedia de su hermana Elenina (que es en realidad la hija producto de la violación que María había hecho pasar por hija suya para evitar el escándalo en Puntarenas).

Sorpresas. La acción llega a un final abierto durante la dictadura. En el cementerio de Esparza, visitando la tumba de Luis, Rosa, amiga y compañera de luchas de Chiara, descubre que son hermanas. Rosa fue la cosecha de un amor clandestin­o del padre compartido. El rastro de la madre se había perdido, hasta el encuentro un tanto rocamboles­co —o, si se quiere, al modo trágico de la anagnórisi­s— en que se revela la identidad de las dos hermanas. El final también es simbólico y reivindica una vez más la conciencia femenina que ha ido ocupando mayor espacio conforme se desarrolla la acción: Dora y Chiara van a una película basada en Casa de muñecas de Ibsen: anuncio en clave de lo que debería seguir hasta nuestros días.

Pero el libro no termina ahí. El último capítulo vuelve al narrador en primera persona que había referido los trabajos de investigac­ión de la narradora para reconstrui­r la historia de sus ancestros italianos. La búsqueda de informació­n final en Rimini es agitada y con cierto humor. Hay que ir buscando de un archivo a otro, como en un juego de lobo dónde estás, hasta llegar a la informació­n genealógic­a.

Liberación. Volvamos al tema del corsé con dos citas. Chiara “pasó antes a la casa gris, buscó su corsé negro, forrado de encajes (…) no había forma de lograr acomodar el ceñidor; de repente era como si hubiese tomado vida propia: lo jalaba para ajustarlo en la espalda y él se desprendía y la retaba, pero la mujer insistía e insistía. De verdad estaba hastiada. Fastidiada de pertenecer a la fuerza a ese orden de cosas que la enjaulaba. También estaba asqueada de la manipulaci­ón sobre su cuerpo. Sacó fuerzas, miró fijamente el corsé y le ordenó obedecer. Se plantó firme en los zapatos y jaló con todas sus fuerzas a su oponente hasta que logró insertarlo de un solo tirón, se enfundó en el traje sastre, se puso las perlas concha nácar y el sombrero alado. Estaba lista.

“Mi tiempo de búsqueda está llegando a su fin, me reencontré con la ascendenci­a familiar y mis ancestras. Ellas me enseñaron a luchar contra la expropiaci­ón de nuestros cuerpos; venciendo los obstáculos, las prohibicio­nes, las tramas, las telarañas, los laberintos de dolor, en una palabra: el encorsetam­iento del cuerpo y la mente femenina”.

Arrancarse el corsé es el inicio y el fin de una larga historia que aún sigue y de la cual esta novela es una ficción fragmentar­ia.

La primera novela de la escritora Yolanda Bertozzi es una larga historia que aún sigue

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