En busca de un nuevo modelo educativo
La publicación hecha por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) de los resultados de las pruebas del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) nos desnuda como país.
China obtiene el mejor resultado, supera a Singapur, líder en el estudio anterior. Les siguen Hong Kong y Macao. El primer país no asiático de la lista es la sorprendente y pequeña Estonia.
Hasta 1990, Estonia era una de las repúblicas bálticas soviéticas. La de hoy dista mucho de la de entonces. En tan solo 29 años, con una extensión territorial de unos 45.000 kilómetros cuadrados y una población de 1,3 millones de personas, se convirtió en una nación pujante, cuyo PIB per cápita es de $20.000, y la deuda pública es una de las más bajas del mundo.
Aunado a eso, ofrece un clima óptimo para los negocios (puesto 16 de 190 países según el índice Doing Businnes) y mantiene una tasa de desempleo del 4 % y un índice de pobreza por debajo del 20 %. El índice de desarrollo humano la ubica como un país de nivel de vida alto.
Es líder en interconexión de redes y servicios tecnológicos, posee mano de obra supercalificada en tecnología e innovación. No en vano se le conoce como el Silicon Valley de Europa, al punto que el 15 % del PIB es aportado por empresas tecnológicas. Todo gracias a la educación.
El éxito no tiene relación con la cantidad de recursos. Mientras Costa Rica invierte casi un 8 % (7,4 % en el 2017, según el Banco Mundial) del PIB en educación, que equivalen al 26,1 % de la inversión social, los estonios destinan solo un 5,4 % de su PIB; el 13 % de la inversión social.
Modelos diferentes. El éxito es producto de una correcta estrategia en la asignación y la ejecución del presupuesto, un modelo de gestión educativa que brinda igualdad de oportunidades de acceso a los estudiantes, un cuerpo docente empoderado y con plena libertad para desarrollar los contenidos y metodologías a fin de alcanzar los objetivos trazados e infraestructura escolar tecnificada y con los últimos adelantos tecnológicos donde hay fácil disposición de banda ancha, robótica y manejo de ratios pequeños de alumnado (18 estudiantes máximo por clase).
Con el 5,4 % asignado a la educación, se da alimentación a los estudiantes, ayuda a las escuelas rurales y apoyo a los alumnos con necesidades especiales.
Pero lo fundamental del modelo educativo estonio es su estricto apego al cultivo y desarrollo de la creatividad y el pensamiento crítico.
Otro país que consiguió una sorprendente mejora en la calidad educativa es Polonia. A pesar de haber sido asolada en la Segunda Guerra Mundial, de sufrir los embates y consecuencias de un régimen comunista y enfrentar una severa crisis económica a inicios de los noventa, se erige hoy como potencia educativa.
Polonia se encuentra dentro de los diez países con mejores resultados en las pruebas PISA. Los polacos apostaron por una serie de cambios radicales en su modelo que llamaron “terapia de shock”.
Dentro de las medidas tomadas por Polonia estuvieron: el aumento en la inversión destinada a los educadores y una mejora en el salario, pero fueron obligados a volver a la universidad para someterse a un proceso de reformación académica; establecieron programas de evaluación docente, tendientes a mejorar el desempeño profesional; y los programas de estudios fueron reformados para que los estudiantes desarrollaran un pensamiento estratégico de forma tal que entendieran no solo las respuestas a los problemas, sino también cómo y por qué estos ocurren.
Los polacos como los estonios invierten moderada, pero eficientemente. La inversión representa un 4,6 % del PIB y un 11,58 % del gasto público.
Excusas en Costa Rica. Mientras tanto, el director de Gestión y Evaluación de la Calidad del Ministerio de Educación Pública, Pablo Mena, declaró en julio del 2019 al Semanario Universidad que nuestro país no está preparado para enfrentar las pruebas PISA debido a las carencias de laboratorios escolares y a la falta de equipo de cómputo y una adecuada infraestructura.
La Contraloría advirtió que los elevados déficits en los presupuestos del Gobierno Central amenazan la cantidad, calidad y sostenibilidad de los programas sociales. Más específica es la sugerencia que hace sobre la necesidad de evaluar el gasto en educación, dada la caída en la tasa de natalidad.
Perfectamente, parte del dinero destinado hoy a servicios de educación podrían redirigirse a infraestructura escolar, equipamiento y redes tecnológicas.
El país necesita una educación que forme ciudadanos proactivos, orgullosos de su identidad, cooperadores y solidarios, disciplinados, responsables, creativos, resilientes y con inteligencia emocional para lograr justicia y prosperidad.
Estonia y Polonia son ejemplo de cómo la calidad no depende del presupuesto