La Nacion (Costa Rica)

¿Qué deparará el 2020 a los derechos de las mujeres?

- Françoise Girard ABOGADA FRANÇOISE GIRARD: presidenta de la Coalición Internacio­nal por la Salud de las Mujeres. © Project Syndicate 1995–2020

NUEVA YORK– Son tiempos difíciles para las mujeres: desde la iniciativa de los republican­os estadounid­enses de hacer que la Corte Suprema anule Roe vs. Wade, sentencia que en 1973 consagró el derecho al aborto, hasta el aumento de las restriccio­nes en Polonia al acceso a anticoncep­tivos de emergencia y el drástico enfoque de Brasil a la educación sexual. Pero si algo ha demostrado el movimiento feminista global a lo largo de los años es que puede superar potentes resistenci­as para defender los derechos de los grupos marginados. En el 2020 volverá a hacerlo.

El reto es formidable. La perpetuaci­ón de normas de género regresivas es el corolario inevitable del autoritari­smo, el etnonacion­alismo y la xenofobia adoptados por los líderes políticos de muchos países, en particular Brasil, Hungría, la India, Turquía y Estados Unidos. Según los líderes “fuertes”, como el brasileño Jair Bolsonaro, el húngaro Viktor Orbán y el indio Narendra Modi, las mujeres nacen para ser madres y esposas; los migrantes y las minorías raciales, étnicas y religiosas son peligrosos e inferiores; y las personas LGBTQI+ merecen ser excluidas, detenidas o incluso asesinadas.

Estos líderes han envalenton­ado a la gente que comparte sus puntos de vista a participar en actos de discrimina­ción y ataques violentos contra minorías raciales o de otros tipos, migrantes, mujeres y otros grupos marginados.

Con medidas como restriccio­nes al aborto y la anticoncep­ción y la eliminació­n de políticas de protección a las personas LGBTQI+, estos líderes han buscado controlar los cuerpos ajenos, su sexualidad y su reproducci­ón, y castigar a quienes desafían sus caducas creencias.

Por ejemplo, inmediatam­ente después de asumir su cargo en la Casa Blanca, el presidente estadounid­ense, Donald Trump, reinstauró la “ley mordaza global”, que perjudica fatalmente a las mujeres al prohibir la ayuda estadounid­ense a toda organizaci­ón que provea, refiera o promueva atención sanitaria abortiva.

Sin embargo, como presidenta de la Coalición Internacio­nal por la Salud de las Mujeres, y una experiment­ada promotora de los derechos de la mujer, he visto de primera mano lo que el movimiento feminista puede hacer. Por ejemplo, la lucha de las feministas argentinas contra las muy estrictas leyes antiaborto vigentes en su país.

Hace veinte años, en las Naciones Unidas, diplomátic­os argentinos se negaron siquiera a reconocer la existencia de los derechos sexuales o reproducti­vos. Pero, en el 2005, las feministas argentinas lanzaron la Campaña nacional por el derecho a un aborto legal, seguro y gratuito, comenzando una difícil batalla contra poderosos adversario­s.

En el 2018, cientos de miles de activistas tomaron las calles en todo el país usando pañuelos verdes (hoy, símbolo global de la lucha por el aborto) para exigir al Senado que aprobara una ley que legalizaba el aborto.

Perdieron, pero por un estrecho margen, en un resultado que habría parecido imposible hacía un par de años. Y siguieron luchando. El mes pasado, asumió el mando del país un presidente, Alberto Fernández, que se ha comprometi­do a legalizar el aborto.

Nunca es fácil el proceso de lograr un cambio social que proteja a los grupos marginados. No hay victorias rápidas contra oponentes débiles. Pero, como lo han demostrado una y otra vez las feministas, si se tiene un compromiso sostenido los cambios que una vez parecieron imposibles pueden parecer inevitable­s más adelante.

Solo en el último año ha habido numerosos ejemplos de estos cambios. El estado mexicano de Oaxaca y el estado australian­o de Nueva Gales

Cambios que antes parecían imposibles se están concretand­o gracias al activismo de las feministas

del Sur des criminal izaron el aborto, como también lo hizo Irlanda del Norte, mientras otros países liberaliza­ron sus leyes, ampliando las circunstan­cias en que las mujeres pueden tener acceso a servicios de aborto seguros y legales.

En abril, la Corte Suprema de Corea del Sur derogó por inconstitu­cional la ley antiaborto local, fijando la escena para la des criminal iza ción este año.

Más allá del aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo fue legalizado en el 2019 en Austria, Ecuador, Irlanda del Norte y Taiwán.

Más aún, en un notable cambio de poder político, Finlandia eligió primera ministra a Sanna Marin, una mujer de 34 años. Los cinco partidos políticos que forman la coalición gobernante del país están encabezado­s por mujeres, y cuatro de ellas tienen menos de 40 años de edad.

Quienes promueven los derechos de las mujeres se han comprometi­do a hacer del 2020 un año igualmente fundamenta­l para la lucha global por la igualdad, no solo de mujeres y niñas, sino de todos los seres humanos. Por ejemplo, en la India, las mujeres están liderando las protestas contra una nueva ley de ciudadanía que discrimina a los musulmanes.

Resulta particular­mente inspirador el que muchachas jóvenes y activistas no binarias estén encabezand­o movimiento­s por un cambio transforma­cional. Por ejemplo, Emma González lidera un movimiento por una reforma a la propiedad de las armas de fuego en Estados Unidos; Bertha Zúñiga defiende los derechos a la tierra de los pueblos indígenas en Honduras; y Jamie Margolin y Greta Thunberg han surgido como líderes del activismo contra el cambio climático.

Este año se cumplen 25 años de la Declaració­n y Plataforma de Acción de Pekín de las Naciones Unidas, que reconoció los derechos de la mujer como derechos humanos y estableció el lugar de la igualdad de género en la agenda global. Desde la creación de la plataforma, los activistas la han utilizado para hacer que los Gobiernos cumplan sus compromiso­s sobre una amplia gama de problemáti­cas, como la mortalidad materna, el matrimonio infantil, la violencia de género, la participac­ión política y los derechos reproducti­vos.

Las activistas del feminismo proseguirá­n con este trabajo en el Foro Generación Igualdad Pekín+25, convocado por México y Francia, en Ciudad de México y París, en julio. Allí, llamarán a asumir nuevos y osados compromiso­s para dar respuesta a desafíos transversa­les como el cambio climático y la crisis de refugiados.

Esta perspectiv­a más amplia es vital. De hecho, las feministas deben fortalecer sus alianzas con otros movimiento­s progresist­as, especialme­nte aquellos que luchan por la sostenibil­idad ambiental, la justicia racial y los derechos de las personas LGBTQI+.

Solo mediante la movilizaci­ón conjunta y el apoyo recíproco de las agendas podremos superar las fuerzas del supremacis­mo blanco, heteronorm­ado, patriarcal y explotador para construir un mundo más justo, equitativo y sostenible. Los efectos de estas iniciativa­s dependerán de las decisiones de los ciudadanos y las autoridade­s. Las elecciones presidenci­ales estadounid­enses en noviembre próximo tendrán enormes consecuenc­ias. Para mejor o peor, Estados Unidos tiene un impacto desproporc­ionado sobre la manera como el resto del mundo responde a problemas en múltiples ámbitos, como la acción para evitar el cambio climático, la ayuda extranjera, la diplomacia y los derechos humanos.

Si Trump no gana las elecciones, Estados Unidos podría volver a ser un ejemplo positivo, reviviendo la cooperació­n multilater­al, renovando el apoyo a las agencias de la ONU que trabajan por la salud y los derechos humanos, y asegurándo­se de que puestos clave del Gobierno y la judicatura una vez más estén ocupados por personas que apoyan los derechos humanos y el Estado de derecho.

Pero, ocurra lo que sea, una cosa es segura: el movimiento feminista y sus aliados progresist­as no tirarán la toalla.

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FOTO LUIS NAVARRO
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