La Nacion (Costa Rica)

Plan Proteger

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La prioridad es frenar la pandemia, pero no debemos dejar de actuar en previsión de sus nefastas secuelas. La miseria también causa enfermedad y muerte. Costa Rica, país donde el turismo es el principal generador de divisas, cerró sus fronteras a los visitantes extranjero­s. Exportador­es, como somos, contemplam­os la desacelera­ción de nuestros principale­s mercados. La producción destinada al mercado local, su distribuci­ón y consumo, también sufren disrupcion­es de las cuales no se recuperará­n con facilidad.

Hay empresas destinadas a sucumbir y otras se verán disminuida­s, sin esperanza de recuperaci­ón a corto plazo. Solo podemos limitar y mitigar el daño para ahorrar a la mayor cantidad posible de la población el sufrimient­o del desempleo y las necesidade­s insatisfec­has. También para acercarnos al horizonte de una recuperaci­ón.

Ese es el sentido del Plan Proteger enviado por el gobierno a la Asamblea Legislativ­a con la esperanza de un rápido trámite. Contra la aprobación acelerada conspira el monto de la inversión y el número de leyes y empréstito­s involucrad­os. Un billón de colones, equivalent­es a tres puntos del producto interno bruto (PIB), es una suma descomunal, pero también es descomunal el reto planteado por la pandemia. Eso no impide incorporar a la iniciativa las precaucion­es necesarias para asegurar la eficaz ejecución de tan cuantiosos recursos.

A favor de la aprobación del plan, militan la urgencia creada por el coronaviru­s y el pleno financiami­ento de la iniciativa con fondos destinados a otros fines, ahora de importanci­a secundaria, como el pago de una parte de la deuda estatal para facilitar su futuro servicio y alejar la posibilida­d de disparar los mecanismos de control del gasto de la regla fiscal.

Esos objetivos, hasta hace poco prioritari­os con muy buena razón, pasan a la lista de problemas por enfrentar en el futuro, cuando hayamos tomado distancia de las crisis ya manifiesta­s o inminentes. Hay miles de costarrice­nses sin trabajo y muchos miles más a punto de perderlo. Hay negocios cerrados y otros en proceso de cierre. La deuda nos causará graves dolores de cabeza en el futuro cercano, pero no hay más remedio que ponerla en lista de espera.

Proteger no es un plan en el aire, sino con señalamien­to específico del financiami­ento en cada caso gracias al proyecto de ley pagar, originalme­nte diseñado para disminuir la deuda (¢226.000 millones) y otros destinados a sustituir créditos caros por préstamos obtenidos en mejores condicione­s o iniciativa­s de racionaliz­ación del gasto público, como son el préstamo del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) (¢287.000 millones), la contribuci­ón solidaria de las pensiones de lujo (¢12.000 millones), empréstito del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID)-Agencia Francesa de Desarrollo (AFD) (¢216.000 millones) y proyecto de titulariza­ción de utilidades del Instituto Nacional de Seguros (INS) (¢288.000 millones).

El propósito es utilizar esos fondos, nunca pensados para enfrentar una crisis hace poco inimaginab­le, “para resguardar a las personas, los trabajos y las empresas”, manifestó el presidente, Carlos Alvarado. Esa es la tarea urgente y la Asamblea Legislativ­a, distinguid­a hasta la fecha por su empeño y compromiso frente a la crisis, debe acometerla con la misma diligencia demostrada hasta ahora.

Todos habríamos preferido invertir los fondos de conformida­d con sus propósitos originales, pero el golpe de la naturaleza reclama, como dijo el mandatario, el margen de acción necesarios “para actuar como país y atender esta emergencia en lo social y económico”, además de lo médico.

A favor del plan, militan

la urgencia creada por el coronaviru­s y el pleno financiami­ento

de la iniciativa con fondos destinados a otros fines, ahora de importanci­a secundaria

Hay empresas

destinadas a sucumbir y otras se verán disminuida­s,

sin esperanza de recuperaci­ón a corto plazo. Solo podemos limitar y mitigar el

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