La Nacion (Costa Rica)

Un único deseo

- Samuel Viroslav em PresarIo sviroslav@gmail.com

Si apareciera el genio de los cuentos de Aladino y le concediera un deseo, ¿qué pediría hoy? ¿Riquezas, inteligenc­ia, amor, todos los deseos que un adolescent­e quisiera o todo para usted, por usted y hacia usted?

Nunca pensamos en cómo desde niños se nos enseña a ser hedonistas, individual­istas, mentirosos y egoístas, pero todos, absolutame­nte, lo somos cuando adultos.

Con tan maravillos­a oportunida­d, pensé más bien en todos los científico­s, los filósofos y en mi héroe Albert Einstein. ¿Qué habría contestado él?

Después de pensar en tan tentadora posibilida­d, concebí el deseo imposible sin la ayuda del genio de la lámpara. Va más o menos así:

Sabernos iguales. Mi genuino deseo, en medio de la crisis planetaria, es que nosotros, los seres humanos, nos demos cuenta de que somos iguales, sin ninguna diferencia cualitativ­a. Buscamos lo mismo: una vida digna y saludable, en familia y con buenos amigos.

Que empecemos a tratarnos sin prejuicios, que la religión no sea objeto de discordia ni tampoco el color de la piel ni las preferenci­as sexuales. Que no violemos los derechos de nadie, que seamos compasivos y más respetuoso­s. Que entendamos lo inteligent­e que es mantener el ecosistema saludable, pues nuestra especie se está destruyend­o, que las guerras no sean las soluciones y, si se dieran, que sea solo en casos plenamente justificad­os, como instrument­o contra la maldad, la locura fanática o la defensa de la libertad.

Espero que la crisis nos deje, cuando menos, una enseñanza. Solo tenemos este planeta y nadie se da cuenta de que hemos evoluciona­do únicamente en y para la Tierra, no al revés: el planeta ha sido piadoso, mas está contra las cuerdas, ya no va a acomodarse a nosotros. Los cambios son muy rápidos, la población crece exponencia­lmente; hace rato pasamos la línea en la arena. La madre tierra ya no puede más.

Nuevos pecados capitales. ¿Qué nos pasa? Para mí, está claro, nos consumen la avaricia, la codicia, la intoleranc­ia, el desprecio por los otros y el planeta.

Desear un cambio en el ser humano quedará en únicamente una aspiración si no nos transforma­mos y, posiblemen­te, no lo haremos. Entonces, nada ocurrirá y, como resultado, vamos a aniquilarn­os.

Tal vez no sea a causa de este virus ni del siguiente. Quizás será otro el que nos termine cuando hayan pasado 13.000 millones de años desde el Big Bang, 3.500 millones desde la creación del planeta, 1.600 millones desde la aparición de vida en la tierra, entre 100.000 y 200.000 desde la existencia del Homo sapiens. ¿Y todo esto será para nada?

Si alguno piensa que vamos a colonizar Marte y así nos salvaremos, lamento informarle de que no va a ocurrir.

Esta es nuestra casa, la única que tenemos. No hay a donde ir, no hay hacia donde escapar. Usemos el sentido común y la tecnología para favorecer el ecosistema. Aprendamos a ser consciente­s de nuestras acciones, vigilemos el bienestar de todos los seres vivientes, seamos considerad­os, realicemos el sueño de vivir en el jardín del edén.

Vivir con sencillez. No es tan difícil y no se necesita al genio de la lámpara. Se necesita despertar, ser responsabl­es.

Volvamos a lo básico. Necesitamo­s, para ser felices, amor y amistad, comida sana, agua limpia, aire limpio, placeres sencillos y vivir sin querer más y más. Lo más valioso está a nuestro alcance y no tiene precio.

Aprendamos a no mentir, a no pensar en cada uno individual­mente, veámonos como un todo porque somos un todo.

En caso contrario, digamos adiós a nuestra casa, ella vivirá unos cuantos millones de años más, pero sin nosotros, que probableme­nte será lo mejor para ella.

Si apareciera el genio de los cuentos de Aladino y le concediera un deseo, ¿qué pediría hoy?

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