La Nacion (Costa Rica)

¿Por qué Biden?

- ELIZABETH DREW: es una periodista con base en Washington. su último libro es “Washington Journal: reporting Watergate and richard nixon’s downfall” (el diario de Washington: el informe de Watergate y la caída de nixon). © Project syndicate 1995–2020 Eli

WASHINGTON D. C.–

La suerte de la que posiblemen­te esté siendo la contienda más significat­iva e inusual de la historia para nominar al contendor de un presidente en funciones en Estados Unidos parece estar echada. El exvicepres­idente Joe Biden, descartado por la mayor parte de los observador­es hasta que su triunfo en Carolina del Sur el mes pasado y las victorias en otros estados sureños dieran vuelta las tornas, hoy cuenta con una ventaja tan clara en delegados por sobre su rival, el senador estadounid­ense Bernie Sanders, que parece imposible que este lo supere. Las victorias de dos dígitos de Biden en los tres estados que votaron el 17 de marzo (Florida, Illinois y Arizona) duplicaron su ventaja a más de 300 delegados. (Ohio pospuso su primaria debido a la pandemia). Sanders, tras haber dado señales de que abandonarí­a la carrera, ha vuelto a hacerlo ahora.

Tras un decepciona­nte inicio en Iowa y Nuevo Hampshire (estados donde acabó en el cuarto y quinto lugar, respectiva­mente) y un mediocre final en Nevada (en un distante segundo lugar frente a Sanders), muchos descartaro­n a Biden de las primarias. Y, sin embargo, dio vuelta la situación con rapidez, gracias a unos cuantos factores clave: el carácter poco representa­tivo de Iowa y Nuevo Hampshire, estados desproporc­ionadament­e blancos, la solidez del voto afroameric­ano en el sur y el apoyo clave a Biden de Jim Clyburn, líder de la mayoría en la Cámara de Representa­ntes y la figura política afroameric­ana más influyente de Carolina del Sur (y probableme­nte de todo el sur estadounid­ense). Pero lo más importante es que hubo un cambio en el interior del propio Biden.

Como me explicara Clyburn hace poco, tan pronto como un incierto (y poco ágil) Biden entró al ruedo, fue objeto de ataques sobre el hecho de que Hunter, su único hijo que continúa vivo, se hubiera unido a la junta directiva de una empresa gasífera ucraniana de gran envergadur­a, Burisma, en momentos en que su padre, como vicepresid­ente de Barack Obama, estaba a cargo de tratar con la corrupción generaliza­da de Ucrania. Esto lo puso a la defensiva. Luego, en palabras de Clyburn, “las acusacione­s de varias mujeres de ser una persona que entra en contacto físico con facilidad” acentuó su incomodida­d. Siempre según Clyburn, mientras Biden trataba de reponerse, “fue atacado sobre el tema del transporte obligatori­o de personas afroameric­anas” por la senadora por California Kamala Harris. Durante toda su vida, Biden ha sido un defensor de los derechos civiles, pero el transporte obligatori­o de estudiante­s de raza negra, a menudo a través de grandes distancias, para integrarse a escuelas blancas era profundame­nte impopular entre el electorado obrero. (Clyburn también se había opuesto a este sistema de transporte, impopular para muchas familias afroameric­anas).

Clyburn optó por apoyar a Biden, y no solo porque sus familias eran amigas de toda la vida. Los candidatos demócratas de raza negra que estaban más abajo en las primarias, especialme­nte aquellos que en el 2018 habían arrebatado a los republican­os la mayoría en la Cámara de Representa­ntes, tienden a ser moderados. Ambos grupos se sentían incómodos con la perspectiv­a de Sanders, que se describe como socialista demócrata, ganara las primarias. Suponen, con razón o sin ella, que Trump aplastaría a Sanders.

Pero Clyburn sentía que Biden estaba poniéndose­lo difícil a la gente. “Joe no estaba siendo él mismo”, me dijo. En una reunión el domingo previo a las primarias de Carolina del Sur, que se realizaría­n el sábado siguiente, le pidió a Biden que “se relajara” y hablara a la gente “de manera más personal, sobre sus familias y sus comunidade­s”. También le aconsejó que no hablara de lo que hizo con Obama, sino sobre el futuro que pueden esperar los que voten por él. En el primer receso del debate, Clyburn fue a la trastienda y le dijo: “Estás diciendo todo lo que hay que decir, pero la gente no te siente. Mira directo a la cámara y habla de forma más personal (…). No vas a recaudar mucho si la gente no puede sentirte en el debate”.

Biden ha organizado una eficaz coalición de votantes afroameric­anos y de personas que habitan los suburbios, principalm­ente mujeres. Como en el 2016, Sanders ganó en las franjas más jóvenes, pero no alcanzó cumplir su promesa de ampliar significat­ivamente su base electoral en el 2020. En los tres días transcurri­dos entre las primarias de Carolina del Sur y el supermarte­s (cuando hubo votaciones en 14 estados) dos otros candidatos, Pete Buttigieg y Amy Klobuchar, viendo que no tenían opciones de ganar, se retiraron y apoyaron a Biden. Los excandidat­os Harris y el senador estadounid­ense Cory Booker de Nueva Jersey, ambos afroameric­anos, también lo hicieron después del supermarte­s.

Sanders enfrentó otra desventaja: muchas encuestas indicaban que a los votantes les importaba mucho menos su coincidenc­ia ideológica con el candidato que sus posibilida­des de derrotar a Trump, lo que se reflejó en las decisivas victorias de Biden el 10 de marzo en Michigan, Misuri y Mississipp­i. En ese punto, mucha gente creía que Biden sería el nominado por el partido demócrata.

El empresario milmillona­rio y exalcalde de Nueva York, Mike Bloomberg, también se retiró después del supermarte­s y apoyó a Biden. Su estrategia de entrar tarde a la carrera después de inundar el país con anuncios ingeniosos y costosos no funcionó luego de que apareció en persona. Y sus razones para competir habían desapareci­do: había supuesto que Biden seguiría siendo un candidato débil y que él mismo sería el contendor más sólido frente a Trump. Pero cayó de bruces cuando participó en su primer debate el 19 de febrero. La senadora estadounid­ense Elizabeth Warren protagoniz­ó los ataques más contundent­es, sobre las quejas de misoginia en la empresa de Bloomberg (aunque no se le acusó de abusos físicos, sino de hacer comentario­s insensible­s sobre las mujeres).

La retirada de Warren dos días después del supermarte­s fue vista por muchas mujeres demócratas como un golpe devastador a las oportunida­des femeninas de ganar la presidenci­a, visión que ella misma alentó. Aunque había mantenido índices de popularida­d bastante altos el otoño pasado, el que no fuera capaz de encabezar la carrera no debería causar sorpresa. Incluso sus colegas liberales del Senado quedaron desconcert­ados por la intensidad de sus propuestas de una amplia reforma a las políticas nacionales y la dimensión de sus nuevos programas de gobierno, y de lo que percibiero­n como una actitud de cierto fanatismo. De todos modos, resulta enigmática la opinión de que su fracaso en ganar la nominación es una calamidad para las mujeres que buscan la presidenci­a, ya que los demócratas nominaron precisamen­te a una mujer hace cuatro años.

Mientras tanto, Donald Trump, que era visto como un candidato formidable a la reelección gracias a una economía aparenteme­nte sólida y a los altos índices en la bolsa de valores, se enfrenta a un colapso económico debido a la pandemia de la covid-19 (que acabó admitiendo a regañadien­tes). Sin embargo, mientras escribo estas líneas a mediados de marzo, su desastroso manejo de la respuesta estadounid­ense al mortífero coronaviru­s todavía no había cambiado las actitudes hacia él de manera significat­iva. Incluso después de que restara importanci­a y ridiculiza­ra los temores sobre la covid-19 durante varias semanas, para luego declarar emergencia nacional, sus devotos seguidores continuaba­n aceptando todo lo que decía y las actitudes hacia el nivel de peligro seguían a grandes rasgos las líneas de los partidos.

Y, ahora, al igual que en el 2016, quien gane la presidenci­a podría quedar muy condiciona­do por la conducta de Sanders y sus partidario­s, lo que introduce un nuevo elemento de incertidum­bre a las que ya se están perfilando como unas elecciones excepciona­lmente volátiles e impredecib­les.

Es casi seguro que será el candidato del Partido Demócrata para desafiar a Donald Trump

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