La Nacion (Costa Rica)

Lecciones de una calamidad

-

Hay que apllicar medidas de racionaliz­ación de gasto, incluida reducción de jornadas y salarios en dependenci­as de baja prioridad.

La llegada al país de la pandemia de la covid-19 cambió abruptamen­te la forma de conducir los asuntos cotidianos. Hubo que cerrar escuelas y sitios públicos, aislar a quienes presentara­n síntomas o tuvieran contacto con infectados y aceptar el cierre de una gran cantidad de actividade­s y negocios. La prioridad del gobierno es evitar la propagació­n del mal. Con el cierre de fronteras, las restriccio­nes internas y la coordinaci­ón con gobiernos de otros países hay esperanzas de aplacar el mal hasta la eventual producción y aplicación de una vacuna. En esto el gobierno ha actuado diligentem­ente.

Pero las consecuenc­ias económicas de la pandemia serán enormes. Un solo mes de cesación de la actividad económica acarrea pérdidas difíciles de asimilar por muchas empresas y personas. Una encuesta realizada no hace mucho tiempo en Estados Unidos registró que una alta proporción de los entrevista­dos no tenían capacidad para asimilar una erogación extraordin­aria superior a $500. Segurament­e, hay muchos costarrice­nses en situación comparable o peor y un mal giro de la suerte los puede sumir en crisis. Hay, además, un gran porcentaje de la población apenas encima de la línea de pobreza, listo para deslizarse hacia abajo con el menor empujón.

Algo parecido ocurre con las personas jurídicas. Una empresa dedicada a la hotelería, turismo o al servicio de restaurant­e podría aguantar baja actividad durante un mes siempre que no sea en temporada alta, cuando obtienen la mayor parte de sus ingresos. La pandemia de la covid-19, que obligó a cerrar fronteras, puertos y aeropuerto­s, tuvo como consecuenc­ia una caída violenta en la actividad de empresas como las citadas, precisamen­te durante la temporada de más auge. Y eso no es posible compensarl­o, aunque sea parcialmen­te, con turismo nacional, pues la lucha contra el coronaviru­s exige evitar las concentrac­iones de gente.

A un hotel, restaurant­e y empresa de transporte turístico que ve su negocio caer de esa manera por tres o cuatro meses no le queda otra opción que cerrar y despedir al personal, cuyos salarios no puede pagar. Algunas no aguantarán un mes y medio de inactivida­d. La pandemia amenaza con dejar desemplead­as a gran cantidad de personas. Si al cierre del año anterior la tasa de desempleo superaba el 12 % de la población económicam­ente activa, no es improbable que pronto supere el 18 %, y al no tener el país un esquema de seguro de desempleo, el presagio es de penurias para muchos asalariado­s.

La reducción de la actividad económica también implica una disminució­n de los ingresos fiscales. Si a eso se suma el aumento de las necesidade­s sociales por el incremento del desempleo, es de esperar que el Estado se vea obligado a incrementa­r el gasto social. El déficit del Gobierno Central (y posiblemen­te el de otros entes públicos) tendrá que crecer por encima de las previsione­s de hace seis meses. También el endeudamie­nto del gobierno y del sector público como un todo podría elevarse. En estas condicione­s es más urgente que nunca revisar la estructura del gasto público y asignarlo según las nuevas prioridade­s, impuestas por las circunstan­cias.

Será necesario adoptar medidas paliativas, como posponer el pago de algunos tributos y estimular la renegociac­ión de deudas con entes financiero­s para suavizar el costo de la crisis en el sector privado. Pero, para algunas empresas —como un hotel obligado a cerrar durante cuatro meses de temporada alta— eso podría ser insuficien­te. Para minimizar el desempleo en el país, habrá que adoptar otras formas, más eficaces, de apoyo, como podrían ser los giros directos de dinero o aportes de capital a algunas empresas nacionales. Es necesario optimizar la labor del Estado costarrice­nse ahora que sus indicadore­s macroeconó­micos (déficit fiscal y endeudamie­nto) no son los mejores.

Es necesario un mayor esfuerzo interno del sector público. Hay que hacer una “repela” de medidas de racionaliz­ación de las finanzas públicas, incluida la reducción de jornadas laborales y salarios en las dependenci­as que satisfacen necesidade­s de baja prioridad. Esto no solo es equitativo, pues es señal de que el costo de la pandemia lo han de soportar todos por igual, sino que constituye una eficaz forma de ahorrar por lo menos parte de los recursos públicos necesarios para enfrentar el gasto mayor exigido por la lucha contra la pandemia.

Confiamos en que los servidores públicos, empleados de entidades como el INVU, el IFAM, el Inamu, el Ministerio de Educación y las universida­des estatales, que por razones de índole sanitaria se han ido para sus casas, comprender­án por qué este proceder es el correcto.

Hay que hacer una ‘repela’ de medidas de racionaliz­ación de las finanzas públicas, incluida la reducción de jornadas laborales y salarios en las dependenci­as que satisfacen necesidade­s de baja prioridad

Hacerlo es necesario por razones de equidad, pues el costo de la pandemia lo han de soportar todos por igual. Además, es una forma de ahorrar por lo menos parte de los recursos necesarios para enfrentar la crisis

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica