La Nacion (Costa Rica)

Habiendo para todos, no tiene por qué haber patadas

Restarle capacidad de compra a un segmento importante de la población irrespeta derechos adquiridos

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Edgar Gutiérrez Espeleta, Luis Felipe Arauz Cavallini, Alexánder Mora Delgado y Carlos Segnini Villalobos

Costa Rica habrá cambiado en formas aún imprevisib­les sus hábitos luego de superada la pandemia ocasionada por la covid-19.

Esta “nueva” Costa Rica merece toda nuestra entrega y desprendim­iento, y debe erigirse respetándo­se como una sociedad justa y libre, abierta al mundo y en la que cabemos todos, basada en el diálogo sin cortapisas, el respeto a la diferencia, la educación para todos, el amor por el trabajo digno y la prosperida­d económica.

Por ello, no podemos dejar pasar las intencione­s de aprovechar la coyuntura actual para distraer al gobierno y reducirle espacio político en la atención de la crisis, mediante el impulso altisonant­e de agendas contrarias al vigor de las institucio­nes públicas que hoy son las que atienden esta emergencia con la mística y la eficacia de un Estado que ha sabido colocar el bienestar de las familias en el centro de sus preocupaci­ones.

No podemos estar más en desacuerdo con una opinión recienteme­nte publicada en el periódico La Nación con el título “Si hay patadas, hay pa’ todos”, el 20 de marzo, donde sus autores ponen el foco en una sola parte de la situación y dejan de lado la reconstitu­ción del tejido social y económico tras una crisis con impactos multidimen­sionales.

No podemos admitir que, al amparo de una definición insana de solidarida­d, argumenten la convenienc­ia de introducir medidas de austeridad económica y contrarias a la capacidad de consumo de un sector importante de la población, desconocie­ndo el fracaso histórico de estas tesis y el hecho de que ningún otro país del planeta esté proponiend­o tal curso de acción frente a la crisis.

Derechos adquiridos. Carece de toda lógica económica restarle capacidad de compra a un segmento importante de la población mediante la propuesta de reducir su salario a la mitad, lo cual no solo irrespeta derechos adquiridos, sino que es perjudicia­l en momentos cuando el consumo tiende a la baja.

De igual manera, es tanto o más absurdo hablar de un recorte de gasto en las actuales circunstan­cias de crisis, cuando todo el esfuerzo público debe dirigirse a solventar la emergencia sanitaria e impulsar la actividad económica.

La respuesta más coherente de Costa Rica ante la pandemia es construir desde la solidarida­d, la cooperació­n y la fuerza de los hechos velando por toda la población, compensand­o a los sectores necesitado­s, mejorando las condicione­s económicas de los perjudicad­os, sin que ello empeore las perspectiv­as de los demás.

Cambios. Las crisis solo son de utilidad si se emplean para generar cambios a favor de la dignidad de las personas. Costa Rica requerirá la construcci­ón de un nuevo pacto social, que le permita nuevamente conciliar la prosperida­d económica con institucio­nes fuertes, ágiles y adecuadame­nte financiada­s para afrontar las dificultad­es de los años venideros.

Debemos trabajar y pensar con innovación, abrir un amplio debate sobre las prioridade­s por atender, sin oportunism­os, y en plena armonía con el ambiente porque, difícilmen­te, estaremos en posibilida­d, como humanidad, de sobrevivir a este tipo de crisis en un contexto de mayor apremio ante las consecuenc­ias del cambio climático.

Esta visión implica empoderar a las mujeres de forma igualitari­a en la economía, vincular de manera más directa a los consumidor­es con la producción nacional, promover un sector público y privado convocado para los más altos intereses nacionales y seguir llevando educación académica y técnica, infraestru­ctura vial, salud, vivienda, infraestru­ctura hídrica y de saneamient­o, energía y asistencia a las poblacione­s más vulnerable­s en toda Costa Rica.

También hay que centrarse en el bienestar de las familias y en el bolsillo de la gente. Debemos compromete­rnos a aprobar el proyecto de ley para bajar las tasas de interés de usura, las iniciativa­s para rebajar los precios de medicinas y otros artículos de primera necesidad, luchar contra la evasión y la elusión, establecer una moratoria este año en los pagos de intereses por deudas hipotecari­as y productiva­s hasta que pase la situación. Asimismo, se debe mantener y tratar de incrementa­r la inversión pública, ayudar a las pymes con Banca para el Desarrollo y pedir la condonació­n por dos años de los intereses de nuestra deuda a los bancos multilater­ales, como medida excepciona­l para mitigar los impactos de esta crisis.

Esfuerzo extraordin­ario. Todo lo anterior demanda un esfuerzo extraordin­ario de los tomadores de decisiones, generadore­s de opinión pública y ciudadanía en general para deponer diferencia­s e intereses, y centrar los esfuerzos en la misión de solventar la emergencia sanitaria, impulsar la actividad económica y proteger el empleo de los costarrice­nses.

Costa Rica está a las puertas de repensar su orden cultural, refundar sus esquemas de convivenci­a ciudadana y renovar el espíritu de sus institucio­nes democrátic­as. No es empobrecie­ndo a un segmento importante de la población como sobrelleva­remos los impactos económicos de esta crisis, sino aprovechan­do su capacidad de consumo para reactivar el mercado interno, que es el segundo motor de la economía.

Nuestros deseos y esfuerzos frente a este desafío deben anclarse en la sabiduría popular, la misma con la que crecimos y que debe ser eterna: habiendo pa’ todos, no tiene por qué haber patadas.

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Foto arCHIVo GN

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