La Nacion (Costa Rica)

La transforma­ción necesaria en el Poder Judicial

La Corte Suprema de Justicia enfrenta una crisis política de gobierno interno y trabaja mediante un desfasado modelo centraliza­dor

- Evelyn Villarreal Fernández Coordinado­ra informe estado de la justicia evelynvill­arreal@estadonaci­on.or.cr

Solo en el 2018 ingresaron unos 713.000 casos al Poder Judicial. En promedio, 555 nuevos para cada juez de primera instancia.

En la actual crisis económica y social, y dadas las drásticas medidas que el gobierno deberá adoptar para mitigar los efectos de la pandemia, es muy probable un aumento de la demanda de intervenci­ón judicial.

Piense únicamente en los inmediatos asuntos laborales, cobros judiciales, quiebras, pensiones alimentari­as, recursos de amparo o de constituci­onalidad, entre otros.

El Poder Judicial enfrenta una restricció­n de sus recursos al mismo tiempo que la sociedad lo necesita más.

Del 2000 al 2018, el gasto judicial por persona se quintuplic­ó, de $32 a $168, pero luego se estancó. La crisis acentuará esta tendencia, puesto que el presupuest­o nacional, del cual depende, resultará fuertement­e disminuido por la emergencia sanitaria.

La crisis se presenta en un escenario multirries­go, delicado para el Poder Judicial, cuyos detalles se encuentran en el recién publicado Tercer informe estado de la justicia.

En primer lugar, enfrenta una crisis política de su gobierno interno, cuyos hitos son tres:

1. Un escándalo de corrupción en el cual estuvieron involucrad­os altos funcionari­os de la institució­n, y aún está inconcluso. Este hecho generó un imprevisto y significat­ivo reacomodo en la composició­n de la Corte Suprema de Justicia.

2. La aprobación de leyes de austeridad fiscal propiciaro­n la primera huelga de trabajador­es judiciales registrada en el país, fuertes tensiones dentro del Poder Judicial, que cuenta con una multiplici­dad de gremios, y entre este y el Poder Legislativ­o, sin resolución tampoco.

3. El recrudecim­iento de las divisiones internas en la Corte Suprema de Justicia en relación con la gestión del gobierno del Poder Judicial. Este proceso dificulta la atención rápida y oportuna al compromiso público de las autoridade­s institucio­nales de impulsar reformas en la organizaci­ón y funcionami­ento, formulado al calor del escándalo público ya mencionado.

Gobierno centraliza­do. La simultanei­dad de los tres acontecimi­entos creó una situación compleja para el Judicial, no solo debido a la suma de los problemas, sino también por las interaccio­nes entre ellos, en un contexto nacional adverso de desacelera­ción económica, desequilib­rio de las finanzas públicas y deterioro de las condicione­s de vida.

La respuesta a este escenario se dificulta debido a un estilo de gobierno judicial centraliza­dor, heredado de principios del siglo pasado, que aúna competenci­as políticas, administra­tivas y jurisdicci­onales en la Corte Suprema de Justicia.

Es una de las pocas institucio­nes en donde un mismo órgano colegiado —un foro de 22 abogados— lleva a cabo las labores de junta directiva y gerencia a la vez.

Lo anterior crea un cuello de botella y dificulta respuestas oportunas a los acuciantes problemas de gestión, cuyos efectos se magnifican en tiempos de crisis.

El funcionami­ento de alrededor de 90 comisiones para la atención de los magistrado­s da cuenta de esta concentrac­ión de tareas administra­tivas, que, además, los distraen de atender las labores de jueces en sus respectiva­s salas.

Dilución de la línea divisoria. El impacto más serio de este tipo de arquitectu­ras institucio­nales es la dilución de la línea divisoria entre los órganos que presiden, ejecutan, evalúan, nombran y sancionan.

Mantener funcionand­o estos controles y contrapeso­s es la garantía para la independen­cia interna y externa del Poder Judicial.

Así, por ejemplo, en cuanto a la independen­cia externa de otros poderes y grupos extrajudic­iales, a un líder autoritari­o se le haría más fácil controlar el Poder Judicial, pues con solo el apoyo de una mayoría de la cúpula tendría el manejo de todo el conglomera­do, incluidos los nombramien­tos del fiscal general, el director del OIJ y la defensa pública, entre otros altos cargos.

Cuando se acumulan en la Corte, directa o indirectam­ente, las labores de nombramien­to, las disciplina­rias y los recursos sobre los operadores judiciales, se abre una puerta para que la autoridad ejercida por jueces superiores sobre el personal debilite la independen­cia interna, entendida como el derecho ciudadano de que los operadores judiciales actúen sin presiones o influencia­s indebidas más allá de la aplicación de la ley.

El Poder Judicial tiene fortalezas históricas para enfrentar este escenario multirries­go: en las últimas décadas, la cúpula se ha caracteriz­ado por un dinamismo reformista y cuenta con capacidade­s institucio­nales humanas, financiera­s y logísticas desplegada­s en todo el territorio.

Es momento de aprovechar iniciativa­s desde la ciudadanía organizada para avanzar en la modernizac­ión judicial, apoyados por un conjunto de medios de comunicaci­ón colectiva que se hacen eco de las demandas.

La principal innovación exigida en este contexto es una profunda reforma en la gobernanza y los modos de operación del Poder Judicial.

Ambos desafíos, subrayados en el tercer informe, son ineludible­s. De la manera como se atiendan, dependerá la garantía del derecho humano al acceso a la justicia en los años venideros.

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Foto josé Cordero Huelga de empleados del Poder Judicial contra la reforma fiscal en el 2018. Luego, fue declarada legal por el Juzgado de Trabajo del II Circuito Judicial.
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