Disuadir vigorosamente la mala conducta
Las democracias del mundo deben unirse y dar al régimen de Xi Jinping una clara demostración de los valores que defendemos
LONDRES– Hay que saber algo de histo‑ ria para extraer de ella las enseñanzas correctas. Ocurre muy a menudo que presun‑ tos paralelos y semejanzas resulten exagerados a la luz de un examen minucioso.
Así que cuando hace poco se sugirió que la conducta reciente de China (hostiga‑ miento, mentiras y violación de tratados) era similar a la de Alemania antes de la Pri‑ mera Guerra Mundial, tuve mis dudas.
En 1911, por ejemplo, Gui‑ llermo II de Alemania provo‑ có una crisis internacional al enviar un buque cañonero a Agadir, Marruecos, en un intento de extraerle concesio‑ nes a Francia y enemistarla con el Reino Unido.
Pero en vez de eso, el inci‑ dente convenció a ambos paí‑ ses de las intenciones agresi‑ vas de Alemania, conclusión que tres años más tarde re‑ sultó corroborada por el esta‑ llido de la guerra.
Tal vez sea demasiado pe‑ simista extraer hoy conclu‑ siones similares con respecto a la conducta del Partido Co‑ munista de China (PCCH).
Pero los hechos de los úl‑ timos meses exigen sin duda una respuesta coordinada del resto del mundo, y sobre todo de las democracias liberales.
Para desalentar la conduc‑ ta agresiva del presidente chino, Xi Jinping, tenemos que unirnos y permanecer unidos.
La lista de transgresiones de China es larga. Mientras el resto del mundo está dis‑ traído con una pandemia cuya propagación se debió en parte al secretismo y a las mentiras del PCCH, China intensifica sus amenazas mi‑ litares contra Taiwán y repu‑ dia promesas consagradas en tratados de respetar las liber‑ tades tradicionales de Hong Kong conforme con el Estado de derecho.
Además de eso, el régimen de Xi hostiga buques extran‑ jeros en el mar de China me‑ ridional, que China reclama como propio a pesar de fallos en su contra de un tribunal in‑ ternacional en La Haya.
Hace pocos días, fuerzas chinas emboscaron y mataron a soldados indios en la disputa‑ da frontera entre ambos países en los Himalayas.
Mientras tanto, China ha mantenido su política de extor‑ sión económica, que incluye amenazas mafiosas a empre‑ sas internacionales para que acepten la descripción china de hechos actuales y pasados, como condición para hacer ne‑ gocios.
A aquellos países que tie‑ nen la osadía de plantarse ante el gobierno de China (por ejemplo, promover una inves‑ tigación independiente sobre los orígenes de la covid‑19) les impone sanciones económicas y comerciales.
¿Qué debería hacer el resto del mundo? En primer lugar, tenemos que rechazar la idea de que intentar disuadir o pre‑ venir esta clase de conducta es una forma de chinofobia. No es la hostilidad hacia China lo que debe motivarnos, sino más bien el deseo de oponer re‑ sistencia en forma mesurada y coherente a las agresiones de Xi y del PCCH.
En segundo lugar, tenemos que ser más perspicaces en relación con lo que está suce‑ diendo y lo que hay que hacer.
Hace poco, le oí decir a una de las principales figuras que hacen la defensa de China en el Reino Unido y ensalzan una anterior “edad dorada” en las relaciones chino‑británicas que sería un error para el Rei‑ no Unido “buscar pelea” con China justo cuando hay que organizar la recuperación pos‑ pandemia.
Pero es el PCCH el que se está buscando pelea con no‑ sotros, y especialmente con quienes creemos en el valor de la “democracia liberal” que Xi denunció en sus instrucciones al Partido y a los funcionarios del gobierno en el 2013.
Por supuesto, tenemos que tratar de colaborar con China en áreas donde la cooperación internacional es vital, por ejemplo, la respuesta al cam‑ bio climático y a la resistencia a los antibióticos.
Pero al hacerlo no debe‑ mos olvidar que China suele incumplir o distorsionar los acuerdos que firma, en comer‑ cio internacional, las inversio‑ nes, la propiedad intelectual y las regulaciones sanitarias in‑ ternacionales que se negocia‑ ron después del brote de SARS en el 2002.
¿Qué más debería hacer un país como el Reino Unido? Para empezar, como ha soste‑ nido la comisión de asuntos externos del Parlamento, tiene que existir un órgano centra‑ lizado dependiente del primer ministro que provea una orien‑ tación informada a la política en relación con China.
Como parte de esta iniciati‑ va, necesitamos una investiga‑ ción sobre quién saca más pro‑ vecho de la inversión china en el Reino Unido y del comercio bilateral, en el que China man‑ tiene un enorme superávit.
Hay que prevenir la compra predatoria de empresas tecno‑ lógicas británicas y de otros países occidentales por parte de empresas chinas, y procu‑ rar la máxima independencia posible de China en lo que a nuevas tecnologías digitales se refiere.
Más en general, debemos identificar los sectores que dependen de insumos chinos, diversificar las compras allí donde sea posible y, donde no lo sea, aumentar la producción local de esos bienes.
También tenemos que re‑ examinar nuestro modelo de financiación de la educación superior, que se ha vuelto de‑ masiado dependiente de la ma‑ trícula de estudiantes chinos y tratar de atraer más alumnos de otros países en Asia y Áfri‑ ca.
Así, provistos de respuestas contundentes a los “idiotas útiles” del PCCH que definen los intereses nacionales del Reino Unido según los térmi‑ nos de China, tenemos que tratar de coordinar nuestra estrategia contra Xi con otras democracias liberales, inclui‑ das la India, Japón, Australia, Canadá, Nueva Zelanda, nues‑ tros aliados de la Unión Euro‑ pea y Estados Unidos.
La creación de una amplia coalición de esta clase será más fácil cuando en Estados Unidos vuelva a haber un pre‑ sidente que crea en las alian‑ zas. Y, en su debido momento, ojalá Estados Unidos regrese al acuerdo transpacífico so‑ bre comercio y lo amplíe para incluir a países como el Reino Unido.
El objetivo no es iniciar otra guerra fría, sino practicar con China lo que el difunto Gerald Segal denominó constrainment (cooperación y conten‑ ción colectiva).
Las democracias liberales deben defender la creencia en un orden global basado en acuerdos internacionales creí‑ bles y en el Estado de derecho.
Así como debemos estar dispuestos a ofrecer a China incentivos para la buena con‑ ducta, también debemos estar preparados para disuadir vigo‑ rosamente la mala conducta.
Sobre todo, no hay que dar‑ le a China ocasión de dividir y reinar. Las democracias del mundo deben unirse y dar al régimen de Xi una clara de‑ mostración de los valores que defendemos.