La Nacion (Costa Rica)

Alemania es la cuna del movimiento gay mundial

- Hugo Mora Poltronier­i tikoguau@gmail.com

Berlín es una ciudad pletórica de monumentos históricos. Uno de ellos —muy cerca del famoso Arco de Brandembur­go— es el dedicado a las víctimas del Holocausto: una gran cuadra entera de bloques que simulan altas tumbas, separadas las filas por estrechos pasadizos donde escasament­e llega la luz.

En suma, evocación plena de soledad, angustia, miedo de un enemigo oculto, despiadado y totalmente desprovist­o de humanidad.

Justamente a un costado, pasando una calle, casi inadvertid­o al comienzo de un gran parque, se sitúa otro monumento no menos escalofria­nte: un prisma de concreto de regular tamaño, todo cerrado, excepto por una pequeña ventana que invita al transeúnte a mirar dentro.

Poco, muy poco, pero con gran simbolismo: en un corto video que se repite, hay dos hombres jóvenes que nos ven de reojo, consciente­s de que alguien podría denunciarl­os, apalearlos y hasta hacerlos podrirse en una cárcel.

Hay también una placa en alemán y en inglés: se trata del monumento para honrar a las numerosas víctimas del colectivo LGBTI bajo el régimen nazi (1933-1945). Y eso es todo. Sobran las palabras.

Antes del horror nazi, Alemania era un país pujante, con mentes muy dadas a la teorizació­n

Los inicios. Pero la historia subyacente es más amplia. Nos lleva hasta mediados del siglo XIX, época en que arranca la verdadera historia del movimiento gay mundial.

E igualmente en Alemania, un país pujante, que está a punto de unificarse (1871) y con mentes muy dadas a la teorizació­n.

En 1864 el escritor Karl Heinrich Ulrichs ya había escrito documentos sociales y jurídicos sobre lo que él llama uranismo, es decir, el afecto íntimo entre hombres.

Y es en otro país de habla germana, Austria-hungría, donde el médico Karl Kertbeny crea en 1869 la palabra homosexual (tome nota de que, hasta entonces, ni siquiera existía la otra, heterosexu­al).

Pero es más tarde y siempre en Alemania, en 1897, cuando un médico judío, Magnus Hirschfeld, hace algo extraordin­ario: funda el Comité Científico Humanitari­o, dedicado a defender los derechos de los homosexual­es y lucha contra el código penal que los acosaba.

Aún más, terminada la Guerra Mundial en 1918, crea el Instituto para las Ciencias Sexuales (ICS), algo inaudito cuando todo lo referente al sexo era tabú. Este ICS era una especie de universida­d, donde se recolectab­a todo tipo de estudios relativos al sexo.

Los nazis. Hasta 1933, Berlín era la ciudad más alegre y libre de costumbres en Europa. El escritor inglés Christophe­r Isherwood deja su testimonio en una novela famosa, Adiós a Berlín, inspirador­a del conocido filme Cabaret.

Pero entonces llega Hitler como canciller y todo aquello se acaba. Los camisas pardas saquean y cierran el ICS y Hirschfeld huye al exilio, donde muere en 1935.

Aclaremos que su larga brega estuvo siempre inspirada por un ideal: dignidad. Posiblemen­te, eso del Orgullo, tan común hoy día, lo habría sorprendid­o negativame­nte por el contenido discrimina­torio y hasta arrogante del término.

El 26 de mayo fue un día de celebració­n mundial. El famoso bar Stonewall, del Greenwich Village, donde ocurrieron los sucesos ya conocidos en 1969, es todo un hito.

Sin embargo, no deben dejarse en el olvido todos esos heroicos antecedent­es del movimiento gay en Alemania.

La narración tan escueta que se ha hecho con estas líneas debería profundiza­rla en Internet el lector comprometi­do: es parte del conocerse a sí mismo y dónde se está.

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Foto shuttersto­ck

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