La Nacion (Costa Rica)

El primer paso de la unidad opositora en Nicaragua

Una alianza está lista para brindar gobernabil­idad democrátic­a al país después de desalojar del poder a la dictadura Ortega-murillo

- Carlos Fernando Chamorro Periodista nicaragüen­se carlosf.chamorro@confidenci­al.com.ni

En diciembre del año pasado, los principale­s movimiento­s cívicos surgidos de la rebelión de abril del 2018 en Nicaragua, la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD) y la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB), anunciaron el “primer paso” para la conformaci­ón de la unidad nacional opositora.

Sus voceros, Juan Sebastián Chamorro, de la ACJD, y Félix Maradiaga, de la UNAB, definieron la nueva alianza como el bloque fundaciona­l de un proyecto político no electorero, amplio y sin exclusione­s para brindarle gobernabil­idad democrátic­a al país después de desalojar del poder a la dictadura Ortega-murillo.

Dos meses después, al conmemorar­se el 25 de febrero los 30 años de la derrota electoral del FSLN en 1990, convocaron la creación de la Coalición Nacional con la participac­ión de la Alianza, la Unidad Nacional, el Movimiento Campesino y los partidos Liberal Constituci­onalista, Yatama, Restauraci­ón Democrátic­a y Fuerza Democrátic­a Nicaragüen­se. Quedó fuera por autoexclus­ión el partido Ciudadanos por la Libertad.

El anuncio de la Coalición Nacional generó grandes expectativ­as, con marcadas reservas por la desconfian­za natural de la ciudadanía en torno a los partidos políticos que en el pasado pactaron y compartier­on el poder con el FSLN, en particular el PLC, que sigue bajo la sombra de Arnoldo Alemán.

Sin embargo, hubo un voto de confianza y aun a regañadien­tes se mantuvo el respaldo al “núcleo fundaciona­l”.

El siguiente paso —coincidier­on los siete— sería acordar las reglas del juego de la Coalición y diseñaron un intrincado rompecabez­as político que bautizaron pomposamen­te la “arquitectu­ra”.

Desde dentro y fuera del régimen, los poderes fácticos apostaron por el fracaso de la naciente Coalición porque resultaría imposible conciliar los intereses de organizaci­ones cívicas y partidos con orígenes disímiles y, sobre todo, con niveles de representa­ción social y un peso político tan disparejo, sin contar con un liderazgo unificador.

Estatuto. No obstante, después de discutir durante cuatro meses, los representa­ntes de los siete grupos ya en plena pandemia de covid-19, contra todo pronóstico, acordaron un estatuto para constituir, organizar y dirigir, la Coalición.

La primera crisis, de muchas otras que segurament­e vendrán, estalló públicamen­te el viernes 19 de junio, cuando la ACJD demandó un tiempo indefinido para ratificar los estatutos, esgrimiend­o diferencia­s de fondo sobre el proceso acordado para tomar decisiones por mayoría calificada, si no se alcanzara el consenso, y la falta de democracia interna de una de las partes, el PLC, que además sometió su litis interna ante el Consejo Supremo Electoral, controlado por la dictadura.

El frenazo de la ACJD desencaden­ó el retiro del Movimiento Campesino y la sorpresiva renuncia del doctor José Pallais, representa­nte del sector político, y ambos demandaron la firma inmediata del estatuto de la Coalición.

Las diferencia­s sobre estos asuntos procedimen­tales, que reflejan diferentes concepcion­es sobre el poder, la incidencia política democrátic­a y las posibles alianzas en el seno de la Coalición finalmente se resolviero­n con inusitada madurez de todas las partes, que se empeñaron en lograr una solución temporal (ganar-ganar) al negociar un artículo transitori­o.

Así se firmaron los Estatutos de la Coalición Nacional el jueves 25 de junio por siete de los ocho actores fundaciona­les, y quedó pendiente aún la integració­n plena del sector de jóvenes y estudiante­s como

una fuerza política autónoma.

Unión nacional. El resultado de este acto simbólico conlleva un mensaje político contundent­e a la cúpula del régimen Ortega-murillo: la rebelión de abril, que nació autoconvoc­ada en el 2018, sentó las bases de su organizaci­ón para promover la unidad nacional, que es lo único que puede terminar con la dictadura.

Y, por ahora, la oposición se mantiene unida, aunque desde fuera de la Coalición existen otras opciones ideológica­s que, para beneficio político de Ortega, apuestan por la división del bloque opositor en, por lo menos, dos bandos.

La Coalición apenas está dando sus primeros pasos y aún debe solucionar las diferencia­s que están en su acta de nacimiento. Pero lo que la gente demanda es un plan de lucha y un liderazgo capaz de movilizar al país para enfrentar y prevenir la pandemia de covid-19, y llenar el vacío de poder que deja el desgobiern­o de la dictadura.

También esperan el banderazo para organizar en los 153 municipios del país las estructura­s unitarias de la Coalición, para movilizars­e y demandar la suspensión del estado policial.

De esta presión política dependerá, en última instancia, si la dictadura, con Ortega o sin él, se verá obligada a ceder una reforma electoral y elecciones libres y competitiv­as.

Mientras tanto, no puede ponerse la carreta delante de los bueyes, imponiendo discusione­s sobre alianzas electorale­s, casillas y candidatos en torno a elecciones que por ahora solamente representa­n una aspiración nacional.

Poder debilitado. La segunda lección que deja este proceso de formación de la Coalición Nacional es que, después de la rebelión de abril, en Nicaragua se redujo la influencia del poder de los grandes empresario­s para predetermi­nar los resultados de la política.

Con la emergencia de una nueva mayoría política azul y blanco ya no es posible, como antes, imponer partidos para trazar el destino del país o escoger a dedo candidatos presidenci­ales y vetar a otros.

El financiami­ento privado de la política, bajo un régimen totalitari­o como el de Ortega, no solo es necesario, sino que será un factor crucial para promover una elección competitiv­a, cuando existan las condicione­s apropiadas.

Pero ante el imperativo de un proceso de unidad nacional, cuya dinámica se deriva de un programa de reformas democrátic­as, una nueva mayoría política y métodos transparen­tes de selección de liderazgos, los resultados no pueden ser predetermi­nados de antemano, sino que están sujetos a la regla democrátic­a de la incertidum­bre que nace de la competenci­a política.

Esa es la esencia del nuevo orden democrátic­o, el desafío que pugna por nacer en la Coalición Nacional, mientras el viejo orden de la dictadura, el del hombre fuerte y las “misas negras”, aún se resiste a morir.

 ?? Foto AFP ?? Miembros de Coalición Nacional, de izquierda a derecha, Félix Maradiaga, Daysi George, Lesther Alemán, Ivania Álvarez y Juan Sebastián Chamorro, durante un conferenci­a de prensa en Managua el 17 de enero.
Foto AFP Miembros de Coalición Nacional, de izquierda a derecha, Félix Maradiaga, Daysi George, Lesther Alemán, Ivania Álvarez y Juan Sebastián Chamorro, durante un conferenci­a de prensa en Managua el 17 de enero.
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