La Nacion (Costa Rica)

Poder vertical

- Eduardo Ulibarri Periodista Y Analista radarcosta­rica@gmail.com

Con un día de diferencia, la segunda potencia económica y país más poblado del mundo (China) y la segunda potencia militar y país más extenso (Rusia) orquestaro­n sendos actos que revelan, de manera inequívoca, su aberrante naturaleza política. En el caso de China, un totalitari­smo vestido de marxismo y neomaoísmo, alimentado por el nacionalis­mo, proyectado por el personalis­mo y sustentado por el capitalism­o de Estado; en el de Rusia, una decadente autocracia cleptócrat­a, nostálgica de dudosas grandezas pasadas, protegida por fuerzas de seguridad siempre presentes y amarrada en su cúpula por un turbio macho alfa anhelante de fenecidos imperios: zarismo del siglo XXI.

El martes, el todopodero­so presidente Xi Jinping promulgó una ley hasta entonces desconocid­a en sus detalles, que despoja a Hong Kong de esenciales cuotas de autonomía, reduce sus derechos civiles, impone delitos políticos que generarán prisión perpetua, resta poder a los tribunales locales y transfiere amplias funciones de control al aparato represivo manejado por Pekín. Es el fin de la promesa “un país, dos sistemas”, que enmarcó el traspaso de ese antiguo enclave británico a China el 1.° de julio de 1997.

El miércoles, Rusia concluyó, con una “consulta ciudadana”, el gran teatro destinado a maquillar el cambio constituci­onal que le permitirá a Vladimir Putin continuar en la presidenci­a por 16 años más. La votación era accesoria: ya la Constituci­ón reformada había sido publicada y distribuid­a tras su aprobación parlamenta­ria. Ahora se trataba de un sí garantizad­o por el control mediático, las presiones y las manipulaci­ones. Por esto, no sorprende su 78 % de apoyo tras escrutar el 61 % de los votos emitidos en un ejercicio que se prolongará varios días más.

A Xi no le han importado ni la oposición de los ciudadanos de Hong Kong, ni su declive como centro financiero, ni la censura internacio­nal, ni las sanciones a que se expondrán varios funcionari­os. Puede darse ese lujo. Putin, en un país más débil, complejo y diverso, decidió guardar más las formas. Pero el referente es similar: el afrodisíac­o del poder centraliza­do como motor de personajes y estructura­dor de sistemas. Nada nuevo, pero siempre censurable y particular­mente inquietant­e, por los países donde ocurre.

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