Mensaje gastado
El agotamiento del mensaje oficial sobre la pandemia se hace evidente, en parte por el formato reiterado hasta el cansancio y, en parte, por el contenido.
El 2 de abril, nuestro editorial celebraba la disposición de las autoridades de Salud para informar, a diario y con veracidad, sobre la evolución de la pandemia en Costa Rica, pero advertía del peligro de gastar el recurso de la conferencia de prensa en la comunicación de mensajes confusos, poco relevantes o demasiado prolongados. Más allá de información sobre la marcha de la enfermedad, sugeríamos explicar y justificar las medidas adoptadas, “en especial las restricciones cada vez más rigurosas y necesarias”.
Pasaron más de tres meses y el agotamiento del mensaje oficial se hace evidente, en parte por el formato reiterado hasta el cansancio y, en parte, por el contenido. Hay un factor objetivo innegable en la fatiga de la población por la amenaza constante y las limitaciones de todo tipo, comenzando por las económicas, pero un grupo de expertos citados en nuestra edición del lunes coincide en la necesidad de refrescar la comunicación propiamente dicha.
Los datos actualizados a diario son el principal atractivo de la conferencia de prensa, pero al pronunciarlos en tono mecánico, sin contexto ni explicación, se pierde la oportunidad de transmitir lo verdaderamente importante: las medidas necesarias, en los planos individual y colectivo, y su razón de ser.
La comunicación sobre este último particular ha sido confusa, al punto de convertirse en materia de chistes. Los horarios y demás condiciones de la restricción vehicular son el ejemplo sobresaliente, para no mencionar las dudas creadas con cada actualización de las reglas sobre cierre o limitación de uso de diversas instalaciones.
También hubo significativas omisiones. La evolución de la tasa de contagio (R) debió ser parte de la información brindada al público desde el inicio, claro está, con las explicaciones pertinentes. Es un número útil para precisar el estado de la pandemia y se presta para fijar metas y constatar avances o retrocesos. No obstante, nunca se oyó hablar de ella hasta que la insistencia de expertos y periodistas la introdujo en la conversación nacional.
La autoridad del ministro Daniel Salas, bien establecida al inicio, sufre desgaste según empeora la situación. En parte es consecuencia de altas expectativas fijadas en un principio, cuando sus regaños tenían por telón de fondo las limitadas consecuencias de la covid-19 en el país.
El demógrafo Luis Rosero Bixby echa de menos una mayor disposición didáctica para establecer en la mente del público la relación entre los sacrificios y su recompensa. En línea con nuestro editorial de abril, aconseja claridad en los mensajes, insistentes y “pocos, pero importantes”.
En contraste, la conferencia de prensa ha servido para ventilar una gran diversidad de asuntos, entre ellos el desmentido de memes críticos con el presidente ejecutivo de la Caja Costarricense de Seguro Social. Como suele suceder en las redes sociales, las publicaciones se basaban en falsedades, pero la conferencia no es sobre Román Macaya y mucho menos una oportunidad para responder a sus detractores del ciberespacio.
Una comunicación más puntual y didáctica, con claridad de objetivos, contribuiría a preservar el valor de la conferencia cotidiana para sus fines esenciales. Como bien lo señalan el periodista Eduardo Ulibarri y el documentalista Víctor Ramírez en nuestro reportaje del lunes, los datos por sí solos no tienen mayor trascendencia. Es necesario integrarlos a un mensaje construido según los grupos afectados en cuya conducta pretenden influir las autoridades. En ese esfuerzo, todo lo que sobra, daña.
El agotamiento del mensaje oficial sobre la pandemia se hace evidente, en parte por el formato reiterado hasta el cansancio y, en parte, por el contenido
Los datos actualizados son el principal atractivo, pero al pronunciarlos en tono mecánico, sin contexto y sin explicación, se pierde la oportunidad de transmitir lo verdaderamente trascendente