La Nacion (Costa Rica)

¿Necesita la democracia una revisión?

Una de las fallas es el acceso a posiciones de mando de personas sin la debida preparació­n

- Miguel Valle Guzmán abogado miguelvall­eguzman@gmail.com

En un artículo publicado en esta misma sección, el 5 de enero del 2001, cuya copia conservo, el profesor Guillermo Malavassi Vargas, exministro de Educación y rector de la Universida­d Autónoma de Centroamér­ica, contesta afirmativa­mente la anterior interrogac­ión, apoyado en valiosas considerac­iones, entre las cuales, sin citar fecha, menciona una sentencia de la Sala Constituci­onal, redactada por el propio presidente de ese tribunal, quien dijo no creer que hubiera algo más ingobernab­le que el régimen democrátic­o.

Contrariam­ente a lo que creen muchos de sus actuales defensores, los orígenes de la democracia son muy antiguos, pues no se encuentran en la Revolución francesa de finales del siglo XVIII, como generalmen­te se enseña.

Se remontan a la antigua Grecia, en donde tuvo sus defensores y detractore­s. Uno de estos últimos fue el sabio Platón, quien sostuvo una actitud crítica contra el sistema, el cual consideró que fácilmente llevaría a la indiscipli­na, al desenfreno y al impudor, lo que automática­mente coartaría todo intento por poner freno al libertinaj­e y a la anarquía, que tarde o temprano terminaría­n por dar al traste con dicho sistema de gobierno.

Su discípulo y posterior contradict­or, Aristótele­s, coincidió en ese punto con su antiguo maestro y sostuvo que lo caracterís­tico del régimen democrátic­o, en definitiva, es no aceptar ser gobernado por nadie o, en todo caso, gobernar por turnos.

Aceptación. Cuando comenzó la Revolución francesa hasta la actualidad, la democracia ha tenido, cuando menos, una nominal aceptación, y fue adoptada con diversos matices y variantes en la mayoría de los países del llamado mundo libre.

Pese a esa nominal aceptación, cada día con más insistenci­a, estudiosos de las ciencias políticas señalan, desde distintos ángulos, serios defectos y fallas del sistema que justifican, si no su total sustitució­n, por lo menos una revisión integral.

Ya en las postrimerí­as del siglo XIX, el filósofo alemán Eduard von Hartmann enfocó su malestar contra la institució­n del parlamento, principal bastión de los regímenes democrátic­os, en los siguientes términos: “Desde hace tiempo nadie cree ya que la libertad del pueblo se halle garantizad­a en la forma de gobierno parlamenta­ria (…). Todo el mundo está cansado del Parlamento, pero nadie sabe proponer algo mejor, y la conciencia de tener que entrar en el nuevo siglo cargando con esta despreciad­a institució­n, como un mal inevitable, oprime el ánimo de los mejores”.

Qué opinaría Von Hartmann de nuestro régimen si en Costa Rica para ser diputado no se necesita ni siquiera saber leer y escribir, pues el artículo 108 de la Constituci­ón Política establece que, para serlo, basta con tener la mayoría de edad y ser costarrice­nse por nacimiento o naturaliza­do con diez años de residencia en el país.

Fallas. La posibilida­d de acceso a posiciones de mando de personas que no están preparadas para el cargo, como con harta frecuencia sucede, es una de las principale­s fallas detectadas por politólogo­s.

En vista de la realidad que confrontam­os, la igualdad de los seres humanos postulada en la democracia no pasa de ser una mentira hipócrita.

Según la tradición, Judas Iscariote, al ahorcarse, y Juan el Evangelist­a, al cerrar sus ojos en Patmos, no eran espiritual­mente “iguales”, y si vamos a las cualidades biológicas, intelectua­les y físicas de los hombres con quienes diariament­e tratamos, el postulado de la igualdad resulta sencillame­nte insostenib­le.

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Foto shuttersto­ck Estatua clásica de Platón.

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