Hablar de reactivación
La salud es prioritaria y sin ella no hay forma de revivir la economía; llegará el momento de atender el devastador impacto económico de la pandemia.
La revisión del mensaje oficial sobre el coronavirus prometida por el ministro de Salud, Daniel Salas, para revitalizar la comunicación con los ciudadanos en materia sanitaria, también se presenta como oportunidad de replantear el diálogo sobre las restricciones y los protocolos requeridos para retornar, paulatinamente, a la actividad económica.
La salud es prioritaria y sin ella no hay forma de revivir la economía, pero llegará el momento de atender el devastador impacto económico de la pandemia, y el país debe estar preparado. Es hora de iniciar conversaciones entre el gobierno y el sector privado para compartir información sobre el momento idóneo, los sectores más indicados para encabezar la reapertura y las políticas de prevención deseables.
El tono de confrontación de días recientes entre sectores de la empresa privada y la administración no contribuye a avanzar en procura de soluciones para un problema que nadie quiere prolongar más allá de lo estrictamente necesario y a nadie deja de afectar. El Estado pierde ingresos y a la administración se le complican y multiplican los retos políticos. Las empresas sufren por cada día de cierre y algunas se ven obligadas a cerrar definitivamente. Los trabajadores encaran la disminución de sus ingresos o pasan a engrosar el número de desempleados.
Desde hace tiempo entendemos que la crisis no es únicamente sanitaria, pero la conversación se ha centrado en ese aspecto. Es natural, pero no conveniente. Cuando la discusión se amplía, es para examinar la difícil situación de las finanzas públicas. Si no hablamos de salud, hablamos de macroeconomía. Es indispensable promover una conversación sobre la revitalización del comercio y la industria.
Examinar las posibilidades no implica fijar fechas perentorias, sino planificar para el momento adecuado y escucharse mutuamente para despejar dudas, plantear iniciativas y examinar las experiencias de otros países en la lucha por recuperar la mayor normalidad posible. Hay casos de éxito y también desenlaces que llaman a la precaución.
En Melbourne, Australia, donde las autoridades confiaban en la derrota del virus, los ciudadanos experimentan un cierre de actividades más costoso y grave que el de la primera ola porque los contagios súbitamente se desataron.
En Italia, en cambio, el ejemplo negativo de los primeros meses de pandemia dio paso a una apertura ordenada y, por lo pronto, exitosa al punto de ser ejemplo en el mejor sentido. Las autoridades, no obstante, insisten en el peligro de la complacencia y reconocen la posibilidad de un retroceso si el país deja de lado los sistemas de monitoreo creados para orientar la política pública y decidir si en determinada zona o industria es necesario intervenir para frenar un brote.
La comprensión mutua y la colaboración entre el gobierno y las autoridades puede potenciar la eficacia de las medidas sanitarias, no solo las reactivas, sino también las de prevención. Los comercios que permanecen abiertos al público por su carácter esencial cumplen las disposiciones de aforo y acceso dictadas por el Ministerio de Salud y, hasta ahora, las autoridades no han mostrado insatisfacción con los resultados.
En el momento oportuno, esos procedimientos podrán sumarse al uso cada vez más frecuente de mascarillas y a la costumbre de respetar la distancia recomendada entre personas para permitir la reactivación de otros sectores o zonas. Si la decisión se toma con participación de los interesados, habrá más posibilidades de éxito y menos resistencia. El gobierno y los empresarios deben demostrar voluntad de escuchar y explicar. Para hacerlo, valdría la pena pensar en un mecanismo de enlace permanente.
La salud es prioritaria y sin ella no hay forma de revivir la economía, pero llegará el momento de atender el devastador impacto económico de la pandemia y el país debe estar preparado
El tono de confrontación entre sectores de la empresa privada y el gobierno no contribuye a avanzar en procura de soluciones para un problema que nadie quiere prolongar