La Nacion (Costa Rica)

Enmascarad­os

- Eduardo Ulibarri Periodista Y analista radarcosta­rica@gmail.com

La Embajada de China y cuatro partidos políticos se involucrar­on en una reprobable operación enmascarad­a. Uso el término en dos sentidos: el literal, porque su objeto fueron lotes de mascarilla­s quirúrgica­s, y el simbólico, porque se ha pretendido ocultar su real naturaleza con justificac­iones veladas. Y aunque la parte material no sea significat­iva, la legal, la política y la diplomátic­a sí lo son.

Al entregar China, y recibir directamen­te los partidos Nueva República, Restauraci­ón Nacional, Republican­o Socialcris­tiano y PUSC, cuatro lotes de mascarilla­s, violaron claramente el Código Electoral. No es asunto de interpreta­ción; es que su artículo 128 prohíbe a los extranjero­s “otorgar préstamos, adquirir títulos o realizar cualquier otra operación que implique beneficio de cualquier clase para los partidos políticos”. Un regalo es un claro beneficio y si, en este caso, el extranjero es una representa­ción estatal, peor aún.

Aunque no existiera una prohibició­n tan expresa, que esos partidos acepten regalías casuística­s de un Gobierno que, además, viola sistemátic­amente los derechos humanos, deja mucho que desear. Lo mismo ocurre con el diputado David Gourzong, del PLN. Decir que se trató de una acción humanitari­a es parte del enmascaram­iento. De ser ese el propósito, la donación debió hacerse a las autoridade­s de Salud, representa­ntes del Estado y encargadas de las estrategia­s contra la covid-19, no a entidades políticas que actúan en otra esfera.

Mi conclusión, nada aguda, por obvia, es otra: se trató de un tácito intercambi­o de favores. Del lado chino, el propósito fue ganar simpatía y agradecimi­ento de agrupacion­es que inciden en la toma de decisiones clave para ellos; del partidista, complacer a esa fuente de donativos (que también incluyen viajes), disponer libremente de bienes para distribuir entre distintas clientelas y quedar bien con ellas: una nueva modalidad de partidas específica­s.

No me atrevería a calificar el asunto como tráfico de influencia­s, pero anda cerca, huele mal y puede crear pésimos precedente­s. Por esto, además de la Fiscalía, el Tribunal Supremo de Elecciones debería emprender una investigac­ión y nuestra Cancillerí­a, por lo menos, expresar a los diplomátic­os chinos su molestia. Es lo que correspond­e en un Estado de derecho.

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