Errores políticos en plena pandemia
Sin demérito de los logros en el combate de la covid-19, hay que señalar las equivocaciones
Los costarricenses suelen ser personas educadas y, aunque hay excepciones, comprenden que esta pandemia encontró a los gobiernos del mundo con las manos arriba, sin saber al principio, ni ahora, cómo reaccionar.
Pero el costarricense no tolera los errores políticos, la restricción a sus libertades, la escasez de empatía y la falta de humildad para reconocer equivocaciones.
Desconfiamos cuando percibimos posible manipulación o engaño. Ninguno de los más acérrimos críticos —economistas, políticos, académicos—, que cuentan con más exposición mediática, niegan la pandemia, por el contrario, es usual escucharlos alabar a Daniel Salas y a nuestro sistema de salud mientras hacen un llamado constante a apoyarlos.
Lo que se critica duramente es la falta de pericia para manejar situaciones políticas sin relación con las medidas sanitarias que la mayoría de los costarricenses hemos comprendido a pesar de sus errores y aciertos.
¿Fue necesario limitar la libertad de prensa evitando asistencia presencial, obligando a los periodistas a enviar las preguntas por Whatsapp y prohibiendo la repregunta, una de las partes fundamentales de una entrevista?
¿Es sano que los medios deban acudir a la Sala Constitucional para obtener información de interés público? Más allá de esto, ¿está bien que el presidente califique de “insulsas” algunas interrogantes de los periodistas y evada participar en las sesiones de preguntas? ¿Es correcto que las comunicaciones relevantes se lleven a cabo por medios no oficiales, como audios “filtrados” o transmisiones en directo por Facebook?
Acciones sin justificación.
¿Era necesario sacudir nuestra imagen internacional permitiendo a las municipalidades esquivar la regla fiscal, que tanto desgaste costó al país en el 2018? Esto causó la inmediata degradación de la calificación de riesgo, justo cuando necesitábamos mandar un mensaje de austeridad a esas firmas internacionales y a nuestros ciudadanos en tiempos que nos piden socarnos la faja y tenemos tanto desempleo.
Aún más, ¿era necesario que el ministro de la Presidencia, Marcelo Prieto, las descalificara diciendo que “no nos dan de comer”?
¿Fue correcto que, cuando salió la primera encuesta del INEC en tiempos de pandemia, donde se mostró que el desempleo aumentó al 15,7 %, el presidente casi mostrara satisfacción y dijera que “esperaba un golpe mayor”, y que, cuando salió la segunda, informando de que el país llegaba al 20,1 % de desempleo, la ministra de Trabajo, Geaninna Dinarte, nos recomendara aprovechar los cursos e ir a coger café? Hoy estamos en un 24 %. ¿Qué debemos hacer ahora?
Golpe empresarial. ¿Fue correcto que un día antes del fin de semana del Día del Padre se decretara un cierre total intempestivo, sin comunicar a las cámaras de restaurantes y comercio en general, a sabiendas de las recontrataciones de personal y la inversión en insumos hechas para esa fecha tan especial?
Más allá de esto, tal vez reconociendo que fue un error el no hacerlos participes en estas decisiones, las autoridades prometieron no sorprender a los empresarios con nuevos cierres sin suficiente antelación, promesa incumplida en julio y agosto, como ampliamente informaron los medios.
Las líneas no alcanzarían para referirme a los errores políticos, como el audio supuestamente filtrado de Carlos Alvarado, la frase sobre ganarse el derecho a trabajar de Pilar Garrido, la política del 20 % para los autobuses, pero llenos de pasajeros, la inoportuna noticia sobre impuestos a los salarios de ¢500.000 para luego retractarse, el detalladísimo, pero invisible plan de reactivación económica dado “punto por punto” según Prieto, los seguros para los turistas que originalmente solo los vendía el INS, los anuncios sobre dar un anuncio y muchas cosas más.
El gobierno limita la libertad de expresión y se acalla la crítica de lo razonable alegando las excepcionalidades de la pandemia. Se impide demandar datos objetivos, por ejemplo sobre la restricción vehicular, o parámetros para cierres de negocios, y difícilmente se busca el diálogo con los sectores. No debe ser así.