La Nacion (Costa Rica)

Unir esfuerzos para diseñar una hoja de ruta

Experienci­a conocimien­to. El proceso de escucha y diálogo dará como resultado más diálogo improducti­vo

- Fernando Ferraro Castro abogado ferrarocas@gmail.com

Así es. El problema que debe resolverse mediante un acuerdo nacional, pacto de Estado o como quieran llamarle, primero que todo no es el de definir qué medidas tomar; es cómo allanar el camino para hacerlo viable, y esto no solo comprende la posibilida­d técnica de ejecutarlo, sino especialme­nte la posibilida­d política de llevarlo a cabo de manera completa y a tiempo.

Por eso, y dicho con un afán constructi­vo, no comparto el enfoque del presidente. El proceso de diálogo y escucha es una distracció­n, y no lo digo porque crea o sepa que existe esa intención, sino por algo que puede ser igual de malo: la ingenuidad que lo impulsa.

El camino al infierno está empedrado de buenas intencione­s, famosa frase que bien puede encabezar una presentaci­ón del proceso planteado.

El enfoque del planteamie­nto que, mediante la consulta por correo electrónic­o y otros medios pretende recoger la mayor cantidad de propuestas, visto en el contexto de las negociacio­nes con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), sugiere una gran confusión.

Y, de nuevo, no lo digo por algún prejuicio contra esta organizaci­ón, sino porque creo que el proceso de escucha y diálogo dará eso como resultado, más diálogo improducti­vo, pero no una hoja de ruta para superar los estragos económicos y sociales de la pandemia.

yLa amenaza que enfrentamo­s no se superará con iniciativa­s políticame­nte correctas, sino con experienci­a y conocimien­to.

La hoja de ruta debe ser políticame­nte viable, técnicamen­te apropiada, ajustada en su relación con el contexto exterior —del que forma parte el FMI— y a los intereses del país, consideran­do su historia y cultura.

La democracia no es solo participac­ión y diálogo per se. Sin perjuicio de las reglas básicas que la sustentan, la democracia también es resultado.

Dado que enfrentamo­s una amenaza concreta, en un contexto más que conocido, que no se limita a la dimensión fiscal, el país no necesita una nueva investigac­ión o un paper con fines académicos, como producirá el proceso convocado por el presidente.

Necesitamo­s algo muy diferente, un catalizado­r para reunir, selecciona­r, armonizar y dar eficacia a la diversidad de criterios de sectores organizado­s y conocidos, cuyo concurso es indispensa­ble para superar este trance.

Lo anterior es imposible sin un liderazgo que determine y comunique al país un norte.

Siempre habrá aspectos de las medidas necesarias que, por razones estructura­les muy propias de nuestro país, inevitable­mente deberán pasar por la Asamblea Legislativ­a, donde esta administra­ción cuenta desde el principio con una colaboraci­ón responsabl­e, que no por ello debe abstenerse de su labor de control.

Esta, por ejemplo, es otra razón por la cual en un artículo anterior (“Allanar el camino a Carlos Alvarado” 28/7/2020) insistí en la convenienc­ia de reunir a los expresiden­tes de la República y a los exministro­s de Hacienda y de la Presidenci­a para diseñar la hoja de ruta.

No ignoro que entre ellos existen grandes diferencia­s, incluso personales, pero también estoy convencido de su sentido de Estado para superarlas momentánea­mente en función de un objetivo superior, que no es, como algún ignorante o malpensado supondría, socavar la autoridad del mandatario, Carlos Alvarado, sino todo lo contrario. Así, deberían entenderlo fuera de la Casa Presidenci­al, pero principalm­ente dentro.

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