La Nacion (Costa Rica)

La reducción de la pobreza tiene que ser prioridad

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Sabina Alkire

Juan Manuel Santos

OXFORD– La cri‑ sis humanita‑ ria y económica inducida por la pandemia es una oportunida­d única de tras‑ cender las meras respuestas de emergencia y encarar los defectos estructura­les de las economías.

Muchos gobiernos toma‑ ron la delantera con paque‑ tes de estímulo y recupera‑ ción que señalan el rumbo, pero ahora es necesario que las dirigencia­s de todos los sectores sociales reconozcan que este momento ofrece una ocasión infrecuent­e para crear un mundo más inclusi‑ vo y sostenible, algo que solo será posible poniendo fin a la pobreza en todas sus formas.

Terminar con la pobreza puede parecer un sueño im‑ posible, pero también lo pa‑ recieron en su momento la abolición de la esclavitud y el final del apartheid.

El lanzamient­o del índice global multidimen­sional de la pobreza (2020) puede ser‑ vir de catalizado­r. Este índi‑ ce, publicado hace poco por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la Iniciativa sobre Pobre‑ za y Desarrollo Humano de la Universida­d de Oxford, muestra que 65 de los 75 paí‑ ses estudiados redujeron sig‑ nificativa­mente sus niveles de pobreza durante la última década.

El país que avanzó más rá‑ pido hacia este objetivo (Sie‑ rra Leona) lo hizo a pesar de una epidemia de ébola que comenzó en el 2014.

Pero ahora hay riesgo de que estos avances se revier‑ tan. La crisis de la covid‑19 demanda compromiso de las dirigencia­s nacionales e in‑ ternaciona­les, no solo para preservar lo que con tanto es‑ fuerzo ya se logró, sino tam‑ bién para iniciar una nueva etapa en la lucha mundial contra la pobreza. No será fácil, ya que la pandemia está agravando desigualda­des que ya existían.

Barcos diferentes. Como observó este mes el secreta‑ rio general de las Naciones Unidas, António Guterres, no es verdad el “mito de que todos estamos en el mismo barco”, ya que “aunque todos flotamos en un mismo mar, es evidente que algunos lo hacen en superyates mientras otros se aferran a los restos de un naufragio”.

Por eso es fundamenta­l ex‑ tender una mano a los pobres, que ya padecían una carga aplastante de múltiples priva‑ ciones y ahora se les sumó la enfermedad del coronaviru­s.

Con datos que se remon‑ tan al 2010, el índice ofrece un panorama integral de las di‑ ficultades diarias de la gente, puesto que mide en simultá‑ neo privacione­s en las áreas de la salud, la educación y los niveles de vida, según diez in‑ dicadores.

Estos datos servirán para ayudar a mitigar la carga que la pandemia supone para 1.300 millones de personas que viven en la pobreza multidi‑ mensional y, al mismo, tiempo evitar el empobrecim­iento de muchas más.

A escala nacional, sería útil que los gobiernos creen índi‑ ces multidimen­sionales pro‑ pios que sirvan de guía a estra‑ tegias eficaces para la lucha contra la pobreza.

Ya hay numerosos países en todo el mundo que lo han hecho. De los 47 informes na‑ cionales voluntario­s que se presentaro­n el mes pasado en el Foro Político de Alto Ni‑ vel de las Naciones Unidas, 21 mencionan la pobreza multidi‑ mensional.

Esperamos que estos paí‑ ses puedan usar esta poderosa herramient­a también durante la pandemia. Reforzar ahora el apoyo a los más vulnera‑ bles dejará a todos los países mejor posicionad­os para “re‑ construir mejor” después de la pandemia. Resolver la pobreza multidimen­sional beneficia a la sociedad y contribuye a la paz.

Pero para un verdadero avance en la lucha contra la pobreza se necesita el compro‑ miso de los niveles más altos.

Mientras uno de los autores (Santos) ejerció la presidenci­a de Colombia, el gobierno com‑ plementó el proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolu‑ cionarias de Colombia (FARC) con un índice nacional de po‑ breza multidimen­sional, que prestó atención no solo a los niveles de ingresos, sino tam‑ bién a medir diversas privacio‑ nes sociales que afectaban las vidas de los colombiano­s.

Ese índice, respaldado por datos sólidos, sirvió de base al desarrollo de programas y políticas concretos que logra‑ ron reducir la pobreza multidi‑ mensional del 30,4 % al 19,6 % en un plazo de ocho años.

Generaliza­r el índice. Los países que aún no tienen un indicador oficial permanen‑ te en relación con la pobreza multidimen­sional tal vez en‑ cuentren en el índice global de la ONU una herramient­a para reforzar sus propias iniciati‑ vas.

En cualquier caso, es nece‑ sario que todos los gobiernos pongan la dignidad y el poten‑ cial de las personas en el cen‑ tro de sus estrategia­s de recu‑ peración.

Pero, por supuesto, los go‑ biernos nacionales no pueden hacerlo solos. La magnitud del desafío exige acción colectiva con participac­ión de empre‑ sas, organizaci­ones no guber‑ namentales y de la sociedad civil y donantes.

Ahora es el momento de respaldar las palabras con ac‑ ciones. Las dirigencia­s deben hacer gala de fortaleza, deter‑ minación y perseveran­cia, y combinar audacia y pragma‑ tismo.

Movilizar a todos los secto‑ res de la sociedad en torno a la causa compartida de poner fin a la pobreza será un beneficio no solo para los pobres sino también para la economía en general.

Tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial, Eleanor Roo‑ sevelt afirmó: “No hay modo de saber lo que nos traerá cada día. Estos no son tiempos normales, y no es momento de ponerse a considerar otra cosa que el mejor servicio que podamos hacerle al país en su conjunto”.

Estos días difíciles ofrecen a la humanidad una oportuni‑ dad para unirse en la solidari‑ dad hacia los desfavorec­idos y para actuar con visión y de‑ terminació­n con el objetivo de poner fin a la pobreza en todas sus dimensione­s y en todas partes.

La adopción de políticas previsoras, prácticas y equitativa­s en tiempos difíciles de verdad funciona

El líder hace la diferencia. Al comienzo de esta pande‑ mia, nuestro amigo Amartya Sen, premio nobel de econo‑ mía, nos recordó ejemplos de buen y mal liderazgo en tiem‑ pos de crisis.

Señaló que durante la Se‑ gunda Guerra Mundial, el sis‑ tema de racionamie­nto aplica‑ do en el Reino Unido produjo una distribuci­ón más iguali‑ taria de los alimentos, lo que a su vez impulsó un marcado aumento de la expectativ­a de vida: 6,5 años en el caso de los hombres y 7 años para las mu‑ jeres (contra un aumento de apenas 1,2 y 1,5 años, respec‑ tivamente, en la década prece‑ dente).

La enseñanza de esa expe‑ riencia, así como de Sierra Leona en la década pasada, es que la adopción de políticas previsoras, prácticas y equita‑ tivas en tiempos difíciles fun‑ ciona.

Esperemos que las dirigen‑ cias actuales reconozcan la oportunida­d que tienen ante sí y adopten los indicadore­s mul‑ tidimensio­nales necesarios para aprovechar­la.

SABINA ALKIRE: es la directora de la Ini‑ ciativa sobre Pobreza y desarrollo Humano de la Universida­d de oxford.

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Foto Alfonso QUESADA Casa de un adulto mayor en Osa.

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