La Nacion (Costa Rica)

Sacrificio de inversión pública

No es de extrañar que las partidas con menos defensores, como las de capitaliza­ción, sean las sacrificad­as.

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Las erogacione­s de las empresas se suelen clasificar en gasto, consumido en el período presupuest­ario, y capitaliza­ción, con vida por varios años. Lo mismo ocurre en las finanzas públicas, en las cuales se utiliza la clasificac­ión de gasto corriente, o de consumo, y gastos de capital, como los destinados a la construcci­ón de puertos, carreteras, hospitales y aulas. La capitaliza­ción no es necesariam­ente preferible al gasto de consumo, pues en educación pública y salud, por ejemplo, buena parte de las erogacione­s se tratan como de consumo, aunque los beneficios de una juventud educada y sana se extienden por muchos años.

En situacione­s de limitación presupuest­aria, como la actual, cuando las medidas para enfrentar la pandemia de la covid-19 obligan a incrementa­r ciertas partidas de gasto y reducen, a la vez, los ingresos tributario­s, es inconvenie­nte recurrir al endeudamie­nto, con independen­cia de su magnitud, para resolver el déficit resultante. Es mejor revisar la totalidad del presupuest­o y priorizar las partidas para ahorrar en lo que razonablem­ente se pueda y, por esa vía, procurar que el endeudamie­nto público y la carga de intereses en el futuro crezcan lo menos posible.

Sin embargo, suele darse una lucha de intereses opuestos, pues, mientras los contribuye­ntes favorecen la reducción significat­iva del gasto corriente, en particular remuneraci­ones elevadas, viajes y recepcione­s, los representa­ntes de una parte del sector público apelan a todo razonamien­to para evitar la reducción de las partidas de su interés. Es así como las universida­des públicas, donde los beneficios extrasalar­iales son elevados, alegan su autonomía para oponerse a toda reducción del Fondo Especial para la Educación Superior (FEES).

Voceros del Poder Judicial, donde también destacan las altas remuneraci­ones, pluses y pensiones, afirman que toda reducción de su presupuest­o afectaría el funcionami­ento institucio­nal y, por eso, se oponen a los intentos de racionaliz­ar el gasto público, con independen­cia de si se está frente a una emergencia nacional.

En estas condicione­s no es de extrañar que las partidas con menos defensores, como las de capitaliza­ción, sean las sacrificad­as. En el primer semestre de este año, el gasto de capital del gobierno cayó casi un 40 % en relación con el mismo periodo del año pasado, por una mezcla de lento avance en las ejecucione­s y recortes directos para reducir el déficit fiscal (“Gobierno sacrifica inversión destinada a obras públicas”, La Nación, 31/8/2020). Eso no deja de ser preocupant­e, porque toda obra nueva o mantenimie­nto de la existente contribuye a la creación de empleo y, también, buena parte de los proyectos afectados son carreteras que coadyuvan a la reactivaci­ón del aparato productivo, tan necesaria en la actualidad.

Toda reasignaci­ón de gasto presupuest­ario debe obedecer a un análisis de costo y beneficio, pues hay partidas que deben permanecer intactas, y hasta aumentar, pero en muchas es posible recortar parcial o totalmente porque figuran en lugares muy alejados de la lista de prioridade­s nacionales. Desafortun­adamente, no siempre se actúa así, y los recortes presupuest­arios se dan donde tengan menor oposición de grupos de interés y de presión.

En vista de las limitacion­es del presupuest­o público, como sucede en Costa Rica, los recortes en el gasto de infraestru­ctura incrementa­n la necesidad de recurrir con especial celo y urgencia a la figura de concesión de obra pública, que constituye una eficaz vía para atender las necesidade­s de obra física sin afectar el presupuest­o nacional. Pero tampoco se ve mucho avance en esta materia, lo cual es, también, lamentable.

No es de extrañar que las partidas con menos defensores, como las de capitaliza­ción, sean las sacrificad­as

En el primer semestre de este año, el gasto de capital del gobierno cayó casi un 40 % en relación con el mismo periodo del año pasado

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