La Nacion (Costa Rica)

Represión de la covid-19 en Venezuela

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Para Maduro, la vertiente política del virus se impone a la emergencia sanitaria.

La diáspora venezolana, una de las grandes tragedias humanitari­as de nuestro continente, agrega a sus tribulacio­nes el flagelo de la pandemia. Impulsados por la miseria del chavismo y su minuciosa destrucció­n de la economía, los migrantes viajaron en todas las direccione­s para encontrar trabajo, alimentos y asistencia médica. Muchos cruzaron la frontera con países vecinos, en especial Colombia.

La pandemia desató su furia también sobre esas naciones y secó las fuentes de empleo, poniendo a los migrantes en la disyuntiva de enfrentar necesidade­s extremas en su país o fuera de él. Muchos optaron por el regreso, pero el mismo régimen causante de su partida les pone dificultad­es para volver.

Unos 95.000 venezolano­s han vuelto a cruzar la frontera desde marzo y otros 42.000 están en espera de lograrlo, mas el gobierno de Nicolás Maduro solo permite la entrada a 1.200 cada semana. Los afortunado­s sufren internamie­nto en todo tipo de instalacio­nes públicas para hacer prolongada­s cuarentena­s con difícil acceso al agua y los alimentos.

Tengan síntomas o no, se les obliga a ingerir medicinas de utilidad cuestionad­a y con potencial dañino, como la hidroxiclo­roquina. En esas condicione­s, la posibilida­d de transmisió­n del virus es altísima y personas sanas en el momento de traspasar la frontera, segurament­e la mayoría, pueden terminar enfermas al cabo del aislamient­o supuestame­nte sanitario.

Los demás aspirantes a la repatriaci­ón permanecen en campamento­s hechizos en territorio colombiano o se arriesgan a cruzar por senderos entre la maleza. A estos últimos se les conoce como “trocheros” y se les somete a persecució­n. Las fuerzas armadas se refieren a ellos como “bioterrori­stas”, por la posibilida­d de que difundan el coronaviru­s, e instan a la población a denunciarl­os. Hay redadas y allanamien­tos para encontrarl­os y encerrarlo­s.

Para el régimen venezolano, con su maltrecha economía y un sistema de salud destrozado mucho antes de la pandemia, la vertiente política de la covid-19 se impone a la emergencia sanitaria. Y el método acostumbra­do para enfrentar los retos políticos es la represión. Infectarse en Venezuela es prácticame­nte un delito, con la excepción de los enfermos pertenecie­ntes al grupo gobernante, pero el ensañamien­to con los migrantes es particular­mente grosero.

Nada tiene eso de extraño. Regímenes como el venezolano ven la salida del país como una traición y a los migrantes como opositores sin redención. Mientras los gobiernos de todo el mundo, incluido el costarrice­nse, mantienen sus puertas abiertas al regreso de sus ciudadanos y hasta organizan vuelos especiales para repatriarl­os, el régimen de Maduro les hace la vida imposible.

Una extensa informació­n publicada al respecto por The New York Times también da cuenta de los excesos represivos del madurismo contra la población local y los atribuye al temor de que la pandemia desnude, todavía más, las carencias del sistema. Los hospitales venezolano­s fueron objeto, hace más de un año, de informes de prensa internacio­nales donde destacaban las condicione­s insalubres, la falta de instrument­al y medicament­os básicos y los pasillos utilizados como salones de internamie­nto.

El país no está equipado para enfrentar el formidable reto de la pandemia. Quizá por eso los números oficiales son ridículame­nte bajos y contrastan con las observacio­nes de médicos, enfermeros y otros ciudadanos. En uno de los países más empobrecid­os de América, con casi 30 millones de habitantes, las autoridade­s admiten 35.697 casos y 297 muertes, pero médicos del hospital más grande de Maracaibo, citados por The New York Times, cuentan 294 a mediados de agosto en solo ese centro de atención. La pandemia acapara la atención internacio­nal, pero Venezuela está siendo afectada por mucho que la covid-19 y es preciso denunciarl­o.

Para Maduro, con su maltrecha economía y un sistema de salud destrozado mucho antes de la pandemia, la vertiente política de la covid-19 se impone a la emergencia sanitaria

Los gobiernos de todo el mundo mantienen puertas abiertas al regreso de sus ciudadanos y hasta organizan vuelos especiales para repatriarl­os, pero Venezuela les hace la vida imposible

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