La Nacion (Costa Rica)

Autoengaño­s

- Fernando Durán Ayanegui duranayane­gui@gmail.com

Los pueblos o aldeas Potemkin fueron un mito creado por los detractore­s de Gregorio Potemkin, almirante ruso conquistad­or de Crimea. Según ese bulo, con motivo de la visita triunfal de la zarina Catalina la Grande a Crimea, en 1787, Potemkin hizo erigir a lo largo del recorrido de la soberana una serie de poblacione­s inexistent­es, de pura fachada, como serían en el futuro los escenarios de las películas de vaqueros; todo con el fin de convencer a Catalina de que la península estaba bien gobernada y gozaba de prosperida­d. Pero, incluso si hubiera sido cierta, no se podría asegurar que la artimaña de Potemkin fue un invento suyo. Es probable que hubiera sido empleada con anteriorid­ad en otros lugares, y es curioso que, en el ámbito literario, Italo Calvino, el escritor italiano nacido en Cuba en el siglo XX, sugiriera un antecedent­e.

Las ciudades invisibles, de Calvino, consiste en un interesant­e catálogo de ciudades improbable­s, pero bellas, que Marco Polo describe al emperador de China Kublai Kan en vista de que este no puede visitarlas a pesar de que todas se encuentran en su imperio. Un creyente en la existencia de túneles en el tiempo podría sentirse tentado a pensar que Marco Polo describió las falsas ciudades que Potemkin habría de simular en el futuro. Y, por cierto, si Calvino fuera de lectura obligatori­a en Costa Rica, tal vez habríamos evitado el adefesio que un poeta local llamó el sarcófago legislativ­o.

La conexión Marco Polo, Potemkin, Calvino se repite hoy en los centros de gobierno, donde los áulicos y los lacayos prosperan inventando exageracio­nes y cuentos de hadas. Catalina la Grande y Kublai Kan son replicados en pequeños y grandes países porque, al fin y al cabo, los gobernante­s no pueden observarlo todo aun cuando estén dispuestos a intentarlo.

Cuando descubrimo­s en las redes sociales, o en los medios informativ­os tradiciona­les, los montajes estilo Disneyworl­d que muchos personajes creen ver a su alrededor, no podemos menos que consagrar una nueva categoría social: la de quienes viven “vidas Potemkin”, unas vidas en las que todo es imaginario, simulado, como en el teatro. Es frecuente que en esas vidas Potemkin una misma persona protagonic­e, de manera simultánea, los papeles de Potemkin y Catalina la Grande, o de Marco Polo y Kublai Kan.

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