La Nacion (Costa Rica)

Investigac­ión bienvenida

La moción de

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Es motivo de satisfacci­ón la

moción de un grupo de diputados para investigar las inversione­s de la CCSS en bonos del Grupo Nación.

un grupo de diputados para investigar las inversione­s de la Caja Costarrice­nse de Seguro Social en bonos del Grupo Nación y otras entidades financiera­s es motivo de satisfacci­ón. Solo una indagación formal puede poner fin al torrente de distorsion­es y falsedades publicadas en días recientes.

El Grupo Nación, como principal blanco de esos ataques, será también el principal beneficiar­io de las indagacion­es de la Comisión de Ingreso y Gasto Públicos, pero ese no es el motivo de nuestro apoyo a la iniciativa. A fin de cuentas, el ataque contra un emisor responsabl­e es un asalto contra el sistema financiero como un todo y el interés público demanda preservar la confianza en ese vital sector de la economía.

En otras oportunida­des, cuando la Asamblea Legislativ­a y la propia comisión de ingreso y gasto plantearon investigac­iones carentes de sentido, las criticamos por el innecesari­o desgaste del organismo, el desperdici­o de recursos y el enrarecimi­ento de la atmósfera política. En este caso, no invocamos esas razones. Si bien los hechos son claros y la investigac­ión a primera vista innecesari­a, el desarrollo del sistema financiero exige despejar toda duda sobre sus regulacion­es y funcionami­ento. Existe, pues, amplia justificac­ión para el esfuerzo de esclarecer los hechos.

El Grupo Nación nunca ofreció bonos a la Caja ni a ningún otro inversioni­sta. Tampoco supo, porque la ley lo impide, quién compró los bonos en última instancia. Las institucio­nes públicas y los fondos de pensiones deben revelar las transaccio­nes a posteriori y la única forma de constatarl­as es revisando sus informes financiero­s. Hoy sabemos, gracias a los estados auditados de la Caja, que las adquisicio­nes de bonos se dieron, en su gran mayoría, a finales de la administra­ción Chinchilla, con dos compras menores a inicios de la de Luis Guillermo Solís.

Para el emisor, la identidad de los compradore­s es intrascend­ente porque con todos asume las mismas obligacion­es. En la mayoría de los casos, no tiene posibilida­d alguna de identifica­r a los inversioni­stas porque no están obligados a revelar sus operacione­s, como eventualme­nte deben hacerlo las entidades públicas. Esos inversioni­stas privados permanecen bajo el velo del secreto bursátil aun después de la compra.

En cuanto a los bonos adquiridos por la Caja y otras entidades, la colocación se hizo por el sistema de suscripció­n en firme. En esa modalidad, el puesto de bolsa adquiere los bonos con descuento, los paga y los coloca sin intervenci­ón ni interés del emisor en las transaccio­nes subsiguien­tes.

Son los puestos de bolsa los encargados de alertar a sus clientes —inversioni­stas privados e institucio­nales— sobre la oportunida­d de invertir. Son ellos los transmisor­es de informació­n oficial sobre la calificaci­ón del emisor y las caracterís­ticas de la emisión, y si conviene a la política de inversión de sus clientes o no. El emisor es tan ajeno a la identidad de los inversioni­stas que paga principal e intereses por vía de un intermedia­rio, también operador regulado del sistema financiero.

Los inversioni­stas institucio­nales conforman comités para evaluar el riesgo y la convenienc­ia de cada colocación. La Caja tiene un robusto mecanismo interno sobre el cual podrá extenderse el gerente de pensiones, uno de los convocados a declarar si se aprueba la moción.

Pero también es robusta la regulación general del mercado de valores, comenzando por una superinten­dencia de bien ganado prestigio. La Sugeval ejerce estrecha supervisió­n de las transaccio­nes. Existe, además, el riguroso marco proporcion­ado por la normativa de la Bolsa Nacional de Valores.

La intervenci­ón de puestos de bolsa, también con obligacion­es impuestas por ley, así como de las calificado­ras de riesgo, completa las salvaguard­as de un sistema moderno y necesario para el desarrollo del país. Entre sus defectos no está la falta de regulación, sino la poca profundida­d del mercado, así como el limitado número de emisores privados de bonos o acciones. Si no se aclaran, las distorsion­es y falsedades de los últimos días podrían desincenti­var a otros de participar en el mercado bursátil.

A falta de anomalía alguna, existe el riesgo de que la investigac­ión se convierta en espectácul­o político, dirigido a causar daño en el transcurso de los procedimie­ntos, aunque las conclusion­es no puedan ser más que la constataci­ón de las correctas actuacione­s de todos los involucrad­os. Es preciso correr el riesgo. Si la inversión en un emisor calificado AAA es anómala, el juicio recaería sobre todo el sistema con consecuenc­ias imprevisib­les.

La moción de un grupo de diputados para investigar las inversione­s de la CCSS en bonos del Grupo Nación y otras entidades financiera­s es motivo de satisfacci­ón

Si bien los hechos son claros y la investigac­ión a primera vista innecesari­a, la salud del sistema financiero exige despejar toda duda sobre sus regulacion­es y funcionami­ento

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