La Nacion (Costa Rica)

Propuesta para la transición al nuevo modelo universita­rio

- Julio C. Calvo Alvarado exrector del instituto TECNOLÓGIC­O jucalvo@itcr.ac.cr

Para desventura, la pandemia nos sorprendió en una deplorable situación fiscal y con una amplia brecha digital. Ambas calamidade­s, fruto de nuestras propias incapacida­des, magnifican el impacto de la covid-19, la mayor amenaza al bienestar de la presente y futuras generacion­es.

Nuestra educación superior pública, espejo de las universida­des tradiciona­les europeas, ha seguido un modelo educativo presencial, inflexible y de enseñanza magistral, que sucumbió ante la emergencia sanitaria y tuvo que continuar por vía digital sin ninguna mediación.

Atónitos por lo acontecido, nos abruman muchas inquietude­s: ¿Qué efectos tendrá el cambio en la calidad de la educación?, ¿cuántos alumnos abandonará­n sus estudios? Y, principalm­ente, ¿cómo atender el ingreso de nuevos estudiante­s en las universida­des, marcados por una deficiente educación debido a la huelga del 2018 y los paros del 2019 del Ministerio de Educación Pública y por la afectación del ciclo lectivo en el 2020 por la pandemia?

Ninguna respuesta a la crisis será perfecta, pero muchas deberían ser tan disruptiva­s como la misma pandemia. Me atrevo a plantear algunas propuestas para las universida­des que, de camino, resuelven también añejos

desafíos.

Hacer más y mejor con menos.

El tiempo para obtener una licenciatu­ra en una ingeniería de cinco años es, en promedio, superior a siete años y casi la mitad de los estudiante­s la abandonan en el transcurso de sus estudios.

Muchas razones explican estos resultados, entre ellas está la deficiente preparació­n de los estudiante­s que ingresan, y que acaban en una alta repitencia de cursos. Otra explicació­n es la excesiva y rígida carga académica, resultado de un diseño curricular sobredimen­sionado.

En plena revolución digital y de aprendizaj­e continuo, lo fundamenta­l es la formación de un profesiona­l robusto en las bases de su disciplina, con visión amplia, habilidade­s para la vida, dominio de un segundo idioma y de herramient­as digitales.

Muchos contenidos y cursos pueden eliminarse dado que hoy los conocimien­tos pueden adquirirse en el trabajo, con la educación continua o mediante la autogestió­n del conocimien­to.

Lo innovador sería simplifica­r y flexibiliz­ar los programas de estudio, sin compromete­r la educación humanístic­a y cultural que complement­an la formación integral, creativa y crítica de todo profesiona­l.

Esta simplifica­ción no solo mejoraría la permanenci­a y el tiempo de graduación; además, permitiría al estudiante disponer de más tiempo para actividade­s cocurricul­ares.

Invito a las universida­des y

Ninguna respuesta a la crisis será perfecta, pero debería ser tan disruptiva como la pandemia

al Sinaes a reflexiona­r sobre esta propuesta. Considero que, aparte de mejorar la formación de los futuros profesiona­les, la simplifica­ción y flexibiliz­ación de los programas abre la posibilida­d de liberar recursos y ampliar cupos para más estudiante­s a corto plazo, pues se reduce el tiempo de graduación.

Igualdad de oportunida­des. A partir del 2021 las universida­des recibirán generacion­es de estudiante­s con preocupant­es deficienci­as educativas y de sectores sociales vulnerable­s.

Además de simplifica­r los programas de estudios, será necesario revisar los procesos de admisión para evitar la exclusión, fortalecer los programas de becas y los programas de nivelación académica para garantizar su permanenci­a y éxito académico.

Virtualiza­ción y teletrabaj­o. Aunque prevalecen dudas, hay que reconocer que estas disrupcion­es impulsan cambios positivos que debemos aprovechar. Creo que la vida universita­ria es una experienci­a insustitui­ble; por eso, en la nueva realidad, debemos regresar a un modelo educativo híbrido, entre lo presencial y lo virtual.

Es un gran reto atender la Ley 7600 y reconocer que no todos los estudiante­s tienen en sus casas un entorno y conexión a la Internet aceptables para participar en condicione­s equitativa­s.

Aliadas para enfrentar la crisis. Nuestras universida­des gozan de excelente calidad y sus contribuci­ones al desarrollo son indudables; basta con reconocer sus notables aportes durante la atención de la pandemia y los esfuerzos por continuar por vía digital.

No obstante, desde hace unos años, ha crecido la desconfian­za entre los decisores políticos y las universida­des. En vista de la difícil situación fiscal que enfrentamo­s, este conflicto continuará, sobre todo en lo relativo al FEES.

Este asunto puede zanjarse mediante acuerdos transparen­tes que demuestren el compromiso de las universida­des con soluciones para su insostenib­ilidad financiera, y que todo posible aumento del FEES tenga como destino la transforma­ción del modelo educativo.

Así, esfuerzos como la atracción, la nivelación, la permanenci­a, la graduación exitosa y la reducción de brechas regionales evitarían la amenaza de la exclusión y la desigualda­d.

Las universida­des deben sostener sus programas de investigac­ión y extensión; es recomendab­le desarrolla­r una estrategia de trabajo y financiami­ento público-privada, coordinada por el Micitt y girar en torno a tres ejes prioritari­os: reactivaci­ón económica, educación y salud pública.

La pandemia nos abre una oportunida­d para impulsar cambios transforma­cionales. Hacerlo con autonomía, acierto y diligencia es honrar la misión universita­ria y la mejor defensa del bienestar de las futuras generacion­es.

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