La Nacion (Costa Rica)

Respiro planetario a un costo muy alto

- José Rodrigo Rojas M. Profesor e investigad­or Yoyi66@yahoo.com

La pandemia enseña que no son los pactos y acuerdos, sino los hábitos los que producen cambios

La emergencia sanitaria global comprobó que ningún pacto, acuerdo o alianza mundial a favor del ambiente ha sido tan eficiente en lograr cambios positivos por el bien de la naturaleza como los cambios obligados por la covid-19.

La estrategia de quedarse en casa dio espacio a la tierra para sacudirse y recuperar funciones y procesos clave para mantenerno­s con vida en la única nave que tenemos para viajar alrededor del sol.

Para comprobar los efectos del coronaviru­s y evaluar la situación de los recursos de la humanidad, la Global Footprint Network (GFN), que publica el informe del día del sobregiro de la tierra, combinó datos científico­s con supuestos, modelacion­es y proyeccion­es de cambios en las emisiones de carbono (según la Agencia Internacio­nal de Energía), la cosecha forestal (datos de la industria forestal canadiense y tasas de deforestac­ión en la Amazonia) y la demanda de alimentos y otros factores que afectan la biocapacid­ad global.

En relación con el 2019, la huella de carbono se redujo un 14,5 % y un 8,4 %, la huella de productos forestales. Debido a que la pandemia alteró significat­ivamente el sistema alimentari­o mundial, aumentó tanto el desperdici­o de alimentos como la desnutrici­ón entre las poblacione­s de ingresos más bajos y, por eso, no hubo cambios en la huella alimentari­a. No obstante, en términos globales, la huella ecológica se redujo un 9,3 % en comparació­n con el 2019. En conclusión, la tierra respiró y aumentó su capacidad de resilienci­a para afrontar la nueva normalidad.

Este florecimie­nto ambiental planetario será efímero si no hacemos transforma­ciones permanente­s en la relación humanos-naturaleza. Absurdo sería olvidar que la amenaza del calentamie­nto global y otros fenómenos a megaescala solo están en pausa y su trayectori­a y magnitud serán reactivada­s cuando pase la pandemia, cuando miles de millones de personas salgan del aislamient­o a resolver problemas económicos y encarar sus tragedias familiares.

Costa Rica no escapa a esta realidad, cada año el día del sobregiro —fecha en que la demanda de recursos y servicios ecosistémi­cos excede lo que el planeta puede regenerar en un año— se adelanta. En solo tres años acortamos casi un mes la llegada, vaya récord mundial.

Aunque nos identifica­mos con la etiqueta de país verde y ecológico, es inaplazabl­e revisar la forma como gestionamo­s y protegemos nuestro patrimonio natural, pues en términos globales somos insostenib­les.

Seguimos extendiend­o la huella ecológica, incrementa­mos el nivel de emisiones de gases de efecto invernader­o y, como si fuera poco, desconocem­os los límites de captura y capacidad de carga de poblacione­s naturales, especialme­nte las marinas, por ejemplo, atunes, tiburones y grandes picudos.

De continuar este patrón, pronto presenciar­emos la extinción de especies y pérdida irreversib­le de patrimonio genético. Es apremiante impulsar proyectos de acción climática como la electromov­ilidad de personas y bienes. No hay tiempo que perder, debemos proteger nuestro capital natural y, bajo la justicia ambiental, que pague el que contamina.

Lamentable­mente, la covid-19 trajo muerte, sufrimient­o humano y pérdidas económicas incalculab­les. Después de esta pandemia debemos cambiar nuestros hábitos de producción y consumo por otros limpios y sostenible­s.

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