La Nacion (Costa Rica)

Círculo de endeudamie­nto

En 2019 cerró en ¢21 billones; en 2020 llegará a ¢24 billones y, en 2021 a ¢28,8 billones.

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cuando el futuro de la eurozona parecía estar en juego en Grecia, el inusitado endeudamie­nto de ese país sirvió a muchos para advertir sobre escenarios similares en Costa Rica. La respuesta de quienes no encuentran motivo de preocupaci­ón en el déficit fiscal y más bien se burlan de la “obsesión” de sus contrarios con el problema era señalar el nivel comparativ­amente modesto de la deuda costarrice­nse (algo menos de un 40% del producto interno bruto) medida contra la griega (188 %). La contrarrép­lica de los “obsesionad­os” era que para llegar a ese punto Grecia pasó por el 40 %.

Grecia es un país muy distinto y sus circunstan­cias no podrían distar más de las nuestras, pero eso no impedía, ni impide, extraer enseñanzas. La verdadera lección no es de porcentaje­s, sino de los excesos capaces de llevar a un país al borde de la ruina. El endeudamie­nto tiene una dinámica ingobernab­le a partir de cierto punto. A finales del 2007, la deuda pública griega rondaba el 90 % del PIB y, en el 2010, tres años más tarde, había alcanzado el 143 %.

En forma muy parecida, la deuda nacional había alcanzado el 58,5 % del PIB el año pasado —para alarma de los “obsesionad­os”— y, a finales del 2021, llegará al 80,5 % según el proyecto de presupuest­o nacional del 2021 entregado a la Asamblea Legislativ­a por el Ministerio de Hacienda.

En el 2019, el endeudamie­nto público cerró en ¢21,2 billones, en el 2020 llegará a ¢24,2 billones y en el 2021 se disparará a ¢28,8 billones. Las dimensione­s griegas no estarían tan lejanas si encontrára­mos quien nos preste y nada hiciéramos por contener el crecimient­o del déficit, lo cual no es posible por la sola vía del ingreso y tampoco únicamente por la del gasto.

Guardando las grandes diferencia­s, conviene recordar que Grecia, no obstante su participac­ión en la Unión Europea y en la zona del euro, se vio obligada a hacer enormes ajustes para recobrar una esperanza de progreso. Como deberá hacerlo Costa Rica, recortó gasto público, revisó sus ruinosos regímenes de pensiones, traspasó activos, moderó las erogacione­s salariales y ajustó impuestos y tarifas de servicios públicos.

El severo ajuste fue adoptado a regañadien­tes por Syriza, movimiento de izquierda incapaz de ofrecer una alternativ­a porque simple y sencillame­nte no la había. El realismo caló tan hondo que las medidas aplicadas fueron más allá de las exigidas por los organismos internacio­nales y rechazadas por el 61 % de los votos en un referendo de cuyo resultado los gobernante­s pronto se vieron obligados a apartarse.

Las nuevas políticas, negociadas con el Fondo Monetario Internacio­nal, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, permitiero­n revertir el déficit fiscal, producir un superávit primario y volver a un modesto crecimient­o económico, pero la deuda mantendrá niveles estratosfé­ricos por décadas.

Costa Rica puede intentar el camino fácil de quienes rechazaban la “obsesión” con el déficit y no encontraba­n punto de comparació­n con Grecia ni oportunida­d de aprendizaj­e a partir de sus apuros. Después de todo, nuestra deuda “apenas” va a superar el 80,5 % el año entrante. Podemos, por el contrario, poner los pies en la tierra, como lo hizo Syriza y darnos cuenta de que cada minuto perdido es un paso en dirección al crecimient­o acelerado del endeudamie­nto y la posible implosión de nuestra economía, con terribles consecuenc­ias políticas y sociales. Esa es la prueba que tenemos por delante en la negociació­n con el Fondo Monetario Internacio­nal y en los acuerdos internos que le sirvan de base.

En el 2019, el endeudamie­nto público cerró en ¢21,2 billones, en el 2020 llegará a ¢24,2 billones y en el 2021 se disparará a ¢28,8 billones

El endeudamie­nto tiene una dinámica ingobernab­le a partir de cierto punto. A finales del 2007, la deuda pública griega rondaba el 90 % del PIB y en el 2010 había alcanzado el 143 %

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