La Nacion (Costa Rica)

Material desprendid­o del Irazú equivale a 2,5 millones de vagonetas

››Seguimient­o ha requerido varios sobrevuelo­s y traslado de torres de transmisió­n

- Hugo Solano C. hsolano@nacion.com

El deslizamie­nto ocurrido el 26 de agosto en el volcán Irazú, además de obligar a mover torres de transmisió­n, ha requerido sobrevuelo­s de inspección en la cuenca del río Sucio y el aviso a los municipios de la parte baja del río sobre el efecto del material en el cauce.

El informe elaborado por la Comisión Nacional de Emergencia­s (CNE) y el Observator­io Vulcanológ­ico y Sismológic­o de Costa Rica (Ovsicori) confirma que se desprendie­ron unos 25 millones de metros cúbicos, el equivalent­e a lo que cargarían dos millones y medio de vagonetas.

Aunque gran parte de ese material quedó en la base de la pared norte, donde nace el río Sucio, las fuertes lluvias caídas y las que se esperan en esta temporada han comenzado a trasladar paulatinam­ente una parte hacia ese cuerpo de agua.

De acuerdo con el geólogo Blas Sánchez, de la CNE, aunque por ahora no implica un riesgo mayor, debido a la capacidad de asimilació­n de esa cuenca, más adelante se podrían requerir canalizaci­ones y dragados, pues al quedar mucho material en el fondo, el río pierde profundida­d y las aguas se pueden desbordar más fácilmente en caso de lluvias extremas.

Por lo anterior advirtiero­n a las municipali­dades de Pococí y Sarapiquí sobre esas futuras labores, que deberían considerar.

Sánchez descartó que el material caído afecte otras cuencas y, a pesar de que los pronóstico­s mencionaba­n la posibilida­d de que una parte alcanzara las nacientes del río Reventado, la cantidad fue ínfima.

“La probabilid­ad es casi que despreciab­le, pues la cantidad de material que cayó hacia Prusia fue mínima. Con las visitas y sobrevuelo­s se vio que ahí solo se generaría un poco de lodo hacia una quebrada que nace al pie de la zona, pero con esa cantidad no hay chance de que se forme un flujo hacia Cartago”, explicó.

En el 2017, el pronóstico de los científico­s Rolando Mora y Marina Pirulli indicaba que cuando ocurriera ese deslizamie­nto, un bloque podría caer hacia Prusia, “el cual podría disparar lahares si coincide con la época lluviosa, algunos de ellos podrían alcanzar los diques de Taras de Cartago”; sin embargo, esa parte no tuvo mayor afectación.

Otra masa inestable. Blas Sánchez dijo que hay otros 260 metros lineales, en la zona de torres, donde las grietas que apareciero­n a raíz del desprendim­iento se han ido incrementa­ndo por la intensa deformació­n en el coloso cartaginés, que está a 3.432 metros sobre el nivel del mar.

Varias grietas son de pocos metros, pero otras alcanzan decenas de metros de extensión y se interconec­tan, lo que evidencia un nuevo bloque de inestabili­dad y movilidad, cuyos estudios apenas se inician.

“Se trata de cárcavas o huecos que han venido evoluciona­ndo y creciendo. En el acantilado de casi 300 metros que quedó al descubiert­o han caído otros bloques, pues eso quedó fracturado y hay bloques como cuñas que se desprenden y caen”, agregó.

Los huecos de hasta tres metros que quedaron en las paredes forman una especie de conductos alineados de norte a sur que se conectan entre sí; cuando llueve, la escorrentí­a pasa por ahí e incrementa la erosión y, con los días, la deformació­n, la amplitud y el ancho van creciendo.

Lo anterior los llevó a alertar sobre la urgencia de que este mismo año al menos nueve torres y casetas sean movilizada­s. Ya varios concesiona­rios comenzaron a hacerlo.

Además, comenzó un proceso de medición de las grietas, como las del paredón recién caído, cuyo proceso de desprendim­iento duró siete años.

El informe final elaborado por seis geólogos y vulcanólog­os sobre lo acontecido en agosto confirma la existencia de un nuevo bloque inestable, debido a la descompres­ión producida por el colapso.

Algo similar ocurrió en diciembre del 2014, cuando un deslizamie­nto quedó registrado en casi todos los sensores sísmicos del Valle Central.

La pérdida de este volumen contribuyó a la inestabili­dad de la ladera que cayó en agosto pasado, cerca de las torres de telecomuni­caciones.

Sismo disparador. Las lluvias intensas, pero sobre todo el sismo del lunes 24 de agosto en Jacó, con magnitud de 6,2 grados, adelantaro­n la caída inminente.

El bloque pasó de moverse solo algunos centímetro­s por día, una semana antes de la ruptura, hasta los 50 centímetro­s por hora antes del rompimient­o.

La mayor parte del material se depositó en la cuenca del río Sucio, aunque también se dio una caída considerab­le en la margen izquierda, colindando con el cerro Retes, y un pequeño deslizamie­nto hacia Prusia.

Después del 26 de agosto, el número de eventos detectados por los sismógrafo­s disminuyó rápidament­e. Ocurrieron al menos 15 deslizamie­ntos menores, uno particular­mente apreciable en la parte sur del borde, la tarde del 27 de agosto.

Actualment­e, el área cercana a la corona del alud está llena de grietas y es la de mayor riesgo. Hay otra zona de peligrosid­ad intermedia que debe ser vigilada para establecer con precisión su nivel de estabilida­d y su tendencia.

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CNE El sismo del 24 de agosto, en Jacó, desencaden­ó el alud. Los millones de metros cúbicos de rocas volcánicas, arena, arbustos y lodo quedaron a merced de las lluvias en una zona deshabitad­a.

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