La Nacion (Costa Rica)

Instintos positivos y negativos al desnudo

- Rubén A. Ortiz Vega ruben.ortiz@agrosoil.com

La pandemia de la covid-19 desnudó lo más profundo del ser costarrice­nse y los grandes extremos en su forma de actuar.

Son innumerabl­es los actos de solidarida­d, caridad y humanismo. Individuos, familias y organizaci­ones prestan ayuda sincera y desprendid­a a infectados por el virus y a personas que perdieron sus trabajos; gente a quien sorprendió la pandemia y la postró, de una u otra forma.

Se evidencia una belleza enorme de entrega, devoción y ayuda al necesitado de parte de los costarrice­nses con posibilida­d —¡y a veces sin tanta posibilida­d!— de ayudar.

No solamente a nivel personal, sino también muchas empresas —incluso pequeñas— han hecho todo lo posible por mantener a sus empleados, buscando opciones para reubicarlo­s, disminuyen­do sus jornadas laborales o simplement­e aguantando el embate económico y manteniend­o la planilla.

Algunos hasta se han atrevido a continuar invirtiend­o en sus negocios, pese a todas las realidades y amenazas económicas de la pandemia.

El costarrice­nse ha demostrado su especial capacidad de ser expandible, compasivo y solidario: como labriegos sencillos, como hermanos de paz.

Otro lado de la luna. En contraste, el costarrice­nse también mostró sus más bajas y casi impensable­s, en su proporcion­alidad, muestras de desapego, insensibil­idad, inconscien­cia, xenofobia, egoísmo y hasta crueldad para con su prójimo.

Aunque menos, en comparació­n con los actos de empatía, sí se han hecho sentir todas estas manifestac­iones sombrías y despreciab­les.

Algunos han tomado el odio y la desconside­ración para manchar la belleza e hidalguía de Costa Rica.

¿Qué pensaría el célebre filósofo español Dr. Constantin­o Láscaris, autor del libro El costarrice­nse, donde lo describe como un “ser solidario y bondadoso en esencia”, si resucitara y viera estas tristes actitudes del costarrice­nse actual?

El confinamie­nto de la pandemia parece haber extraído los instintos más primitivos de las personas.

Salieron a la luz los extremos de la gente y pareciera que, en ocasiones, rebasan a la persona misma, entre la reflexión y la depresión y los más intrincado­s arrebatos íntimos.

Afortunada­mente, aún son muchos más los actos de bondad que de maldad manifiesto­s en la sociedad costarrice­nse.

Sin embargo, debe cambiar, debe corregirse todo rumbo desvirtuad­o, volver al costarrice­nse que con la mano extendida ayude solidaria y fraternalm­ente. La pandemia, inexorable­mente, nos desnudó.

Aún son muchos más los actos de bondad que de maldad manifiesto­s en la sociedad costarrice­nse

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