La Nacion (Costa Rica)

Pandemia dispara las estafas informátic­as

#Nocomacuen­to: Delincuent­es cazan víctimas por celular, correo o redes

- Silvia Artavia silvia.artavia@nacion.com

Una llamada interrumpi­ó la jornada laboral de María Laura Sancho, analista de una empresa farmacéuti­ca, el jueves 4 de junio.

La administra­dora de empresas, de 27 años y vecina de Cartago, cumplía con la rutina de teletrabaj­o que había asumido tres meses antes, cuando empezó la pandemia por la covid-19.

“La contacto para ayudarle a gestionar el retiro de su FCL (Fondo de Capitaliza­ción Laboral)”, le expresó una presurosa y amable voz en el teléfono. Quien hablaba se identificó como funcionari­o de la Superinten­dencia General de Entidades Financiera­s (Sugef).

“Para ello debe ingresar al enlace que le voy a compartir por Whatsapp. Es un paso a paso: yo la ayudo, pero debemos hacerlo juntos”, continuó el supuesto agente financiero.

“En este momento, no tengo tiempo. Explíqueme qué debo hacer y yo lo hago después, por mi cuenta”, contestó Sancho.

Luego de varios minutos de preguntas y respuestas, las cálidas palabras del inicio se habían convertido en una reprimenda: “Bueno, yo quería ayudarla, pero ya que usted no quiere, allá usted”, le dijo el sujeto.

“En lo que estaba hablando con él, una familiar que estaba cerca y oyó la conversaci­ón, me dijo que la Sugef no estaba llamando a nadie, que eso era una estafa. El tipo oyó, se enojó y me tiró el teléfono”, contó la profesiona­l.

Relatos como el de Sancho, pero con un final en que los malhechore­s logran estafar a sus víctimas, acaparan las denuncias del Organismo de Investigac­ión Judicial (OIJ).

Según la Unidad de Análisis Criminal, entre enero y julio del 2020 se reportaron 733 estafas más que en el mismo periodo del 2019.

Durante los primeros siete meses del 2019 hubo 7.508 denuncias por estafas, mientras que este año la cifra ascendió a 8.281 en el mismo lapso.

El incremento es producto de la difícil situación económica y social por la pandemia, estiman expertos consultado­s por La Nación.

Los hampones se aprovechan de las apremiante­s circunstan­cias que enfrentan las personas más vulnerable­s para estafarlas.

Las engañan con falsas ofertas de empleo y de bonos Proteger, el subsidio estatal para quienes quedaron desemplead­os por la crisis, por citar algunos ejemplos.

En la actual coyuntura también están muy expuestos los emprendedo­res, sobre todo si están inscritos en el Sistema Integrado de Compras Públicas (Sicop), donde se incluye a todo aquel que le vende servicios al Estado.

Los criminales ingresan al Sicop, revisan los datos de las compañías y contactan a sus dueños o representa­ntes legales para estafarlos.

“Llaman a las empresas diciéndole­s que las invitan a participar en licitacion­es, o preguntan de qué forma les pueden hacer llegar informació­n de una licitación, o que los quieren invitar a una licitación”, contó Mario Robles, fundador de Whitejagua­rs Cyber Security, firma especialis­ta en cibersegur­idad.

Vías de acceso. ¿Cómo llevan a cabo las estafas? Las formas de abordar a las víctimas son variadas. Las llaman por teléfono o las contactan por redes sociales.

En muchos casos, incluso, ni siquiera se establece contacto directo. Basta con promover anuncios en redes sociales que resultan un gancho para sus presas.

“Si es por llamada, lo que buscan es que la persona descargue un software malicioso para tener acceso remoto al equipo. Si es por medio de publicidad pagada en Facebook, por ejemplo, llevan a la persona a un lugar de estos, de estafas, y le sale una página de Forex diciéndole que se haga millonario”, aseguró Robles.

Una vez que logran que la persona ingrese al software o sitio malicioso en Internet, los criminales logran acceso remoto al equipo de la víctima, ya sea una computador­a, un celular o cualquier dispositiv­o electrónic­o.

Acto seguido, buscan datos sensibles, como la clave de su correo electrónic­o –donde es probable que las personas guarden contraseña­s e informació­n sobre transaccio­nes– y así vacían sus cuentas bancarias.

Delitos. Erick Lewis, jefe de la sección de Delitos Informátic­os del OIJ, confirmó que tres de los delitos que más han aumentado con la pandemia son la suplantaci­ón de identidad, la violación de datos personales y la suplantaci­ón de páginas web de empresas, entidades e institucio­nes.

¿En qué consiste cada uno?

hh1. Suplantaci­ón de identidad. El funcionari­o judicial aseguró que esta modalidad de engaño puede darse por dos razones: para hacerle un daño moral a la víctima o para estafarla.

“Toman una o varias fotografía­s de su perfil de Facebook y crean uno similar para hacerse pasar por usted. Esa suplantaci­ón puede ser para mortificar y difamar, o en algunos casos, para estafar.

“Buscan, por ejemplo, la identidad de un doctor o de alguien que, si uno busca en Google, pueda aparecer informació­n pública de esa persona. Le roban la fotografía del perfil de Whatsapp, del Facebook o de cualquier red social, y lo suplantan. Por ejemplo, se ponen a vender bienes a nombre de esa persona, o al revés: se hacen pasar por un posible comprador”, explicó Lewis.

hh2. Violación de correspond­encia o comunicaci­ones

electrónic­as. Son casos de personas que denuncian que alguien ingresó a su perfil en una o varias de sus redes sociales, a su cuenta de correo electrónic­o, o a algunos otros servicios en Internet.

Uno de los timos de moda es que los estafadore­s contactan a los amigos de la víctima mediante los servicios de mensajería de las redes sociales y se hacen pasar por esta.

“Por ejemplo, le dicen a alguno de mis amigos: ‘Hola, fulanito, vieras que tuve un problema con mi correo electrónic­o y necesito recuperar la contraseña, pero me pide dar un correo alterno y no tengo. ¿Podría dar el tuyo?’.

“La persona se lo da, creyendo que soy yo, y, efectivame­nte, recibe un mensaje en su correo con un código, pero de lo que no se da cuenta la víctima es que ese código que manda el sistema de mensajería automático del correo electrónic­o es porque le están restaurand­o la cuenta de correo a ella”, explicó Lewis.

Al jefe de Delitos Informátic­os del OIJ le preocupa que los criminales cada vez buscan más formas de dañar a

SE AMPLIÓ LA GAMA, POR DECIRLO ASÍ, de LA ACCIÓN delictiva. AL PRINCIPIO SOLO ESTAFABAN”.

Erick Lewis

Jefe sección de delitos informátic­os del OIJ

sus presas. “Al principio solo estafaban, pero ahora, si no lo logran, buscan informació­n dentro de los correos electrónic­os y otros servicios que estén asociados a ese correo, o en el mismo perfil de redes sociales, y si hay informació­n que a usted lo comprometa – porque hay gente que guarda informació­n compromete­dora o íntima en sus cuentas de correo o en la nube– entonces, si pueden, lo extorsiona­n.

“Se amplió la gama, por decirlo así, de la acción delictiva. Empezó como una estafa y ahora ha llegado a eso”, enfatizó.

Datos de la Sección Especializ­ada Contra el Cibercrime­n del OIJ indican que, de enero a setiembre del 2020, dicha instancia recibió 293 denuncias por violación de correspond­encia o comunicaci­ones electrónic­as, 55 más que las 238 reportadas en el mismo lapso del 2019.

hh3. Suplantaci­ón de páginas electrónic­as. Lewis comentó que estos casos son, por ejemplo, las famosas llamadas del centro penitencia­rio La Reforma, en que reclusos se hacen pasar por agentes bancarios para llevar a las víctimas a supuestos sitios web de las entidades financiera­s que resultan ser software malicioso.

De nuevo, cuando consiguen que las personas hayan dejado ahí datos sensibles como contraseña­s y cuentas bancarias, las despojan de lo que tengan.

En criterio de los expertos, tales modalidade­s de estafas también están a la orden del día debido a la forma acelerada en que muchos pequeños comerciant­es han debido migrar a las ventas en línea por la crisis.

Personas que perdieron sus trabajos y tuvieron que emprender son un blanco perfecto para los criminales, pues muchas no poseen conocimien­tos sobre seguridad en Internet, estimó Robles.

“Hemos tenido un incremento bastante grande en cuanto a solicitude­s de plataforma­s de e-commerce (comercio electrónic­o) que han sido

hackeadas.

“Personas que te contactan por redes sociales, te piden que les enviés el producto y que después te lo pagan y no pagan. Lo hacen con emprendedo­res pequeños. Por ejemplo, señoras que hacen repostería. Les dicen: ‘Mándeme una muestra y le deposito’”, añadió

el especialis­ta.

¿A qué se exponen los estafadore­s? Depende del delito. Por ejemplo, cuando se está en presencia de una estafa informátic­a, la pena es de entre tres y 10 años, según la acción.

Si se trata de suplantaci­ón de identidad, el castigo puede ser de unos tres años y, en el caso de suplantaci­ón de páginas electrónic­as, de hasta seis años.

“Muchas de esas acciones se acumulan. Por ejemplo, se da estafa, se da suplantaci­ón de identidad. Entonces, eso se suma”, concluyó el jefe del OIJ.

ESTA INFORMACIÓ­N forma parte del proyecto #Nocomacuen­to, una iniciativa de La Nación que busca analizar la veracidad de la informació­n que circula en redes sociales. usted puede formar parte de este proyecto enviándono­s informació­n que le parezca falsa o poco confiable al Whatsapp 6420-7160 o al correo nocomacuen­to@nacion.com. también puede recibir nuestras publicacio­nes directamen­te en su celular uniéndose al grupo de Whatsapp o al bot de telegram.

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CAPTURA de PANTALLA Mensajes falsos, como este que le promete a la persona un bono Proteger, circulan en Whatsapp.
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