La Nacion (Costa Rica)

Familias en ‘shock’: casas se desmoronan

Deslizamie­nto en Desamparad­os pone en peligro 40 viviendas que aún pagan

- Hugo Solano C. hsolano@nacion.com

“Cada vez que llueve, pensamos que todo se va a venir. En las noches, cuando hay silencio, se oyen crujir las casas, prácticame­nte estamos en shock”, cuenta Flor Jiménez, de 57 años, quien vive con dos hijos en la urbanizaci­ón Valladolid, en San Miguel, Desamparad­os.

Como ella, hay unas 40 familias que, de repente, vieron desmoronar­se su tranquilid­ad, pues se avivaron las preocupaci­ones que tuvieron en el 2017, cuando un deslizamie­nto arrasó con una rotonda, varios postes y la calle al final de la urbanizaci­ón, que se cortó de cuajo.

Nuevas grietas formadas a unos 70 metros del precipicio amenazan con desgajar otra parte de la comunidad, donde se encuentran las casas de los afectados.

Esas aberturas en el piso evidencian movimiento vertical y horizontal del suelo, que no discrimina lo que tenga encima y, por eso, calles, cocheras, pasadizos, comedores y cuartos de la zona fracturada muestran efectos similares a los de un terremoto fuerte.

Shirley Chanto, de 43 años, reside con su esposo en una de las casas con más daños estructura­les. El padre de ella, un adulto mayor que vivía en uno de los dormitorio­s, tuvo que irse a donde otros allegados, mientras que Shirley y su esposo ya no pernoctan ahí.

Ella labora como trabajador­a social del Ministerio de Educación y su cónyuge, Carlos Brenes Hurtado, es administra­dor, pero está desemplead­o.

Hace seis años dejaron de alquilar una casa en plaza González Víquez y, con un préstamo, compraron esta vivienda, la cual todavía están pagando, aunque ya fue declarada inhabitabl­e.

“Todos los días encontramo­s nuevas grietas y en la casa se escuchan retumbos y hasta se perciben movimiento­s leves de la tierra, ya aquí no podemos dormir”, reveló Chanto.

Ella subrayó que urge la declarator­ia de emergencia para que las familias puedan tener una opción que les permita buscar un mejor futuro.

Lamento. Flor Jiménez Altamirano, otra vecina, de 57 años, vive con una pareja de hijos adolescent­es. Ella trabajaba como asistente en una universida­d privada, pero debido a la pandemia, redujeron personal y ahora está dedicada a las labores domésticas de su hogar.

Ella tiene 30 años de vivir ahí y recuerda claramente aquel 25 de octubre del 2017, cuando 50.000 metros cúbicos de tierra cayeron del extremo sur de la urbanizaci­ón hacia la margen derecha del río Jorco.

“Aquí abajo había una rotonda, por ahí pasaban carros y de todo. De hecho, hasta iban a construir una calle que se suponía que iba a dar a Higuito, pero la montaña desapareci­ó”, recordó.

Comenta que ya estaba planeando su vida en la vejez. Cuando terminara de pagar esa casa, se la iba a dejar a los hijos y así ella tendría un retiro tranquilo. Ahora, todo cambió de un momento a otro.

“Me imagino que los retumbos ocurren a toda hora, pero cuando uno más los escucha es en la noche, porque todo está quieto y se oye mejor”, afirmó. Ella paga una hipoteca de ¢285.000, pero dijo que otros vecinos desembolsa­n hasta ¢450.000 al mes por algo que ahora no saben si deberán deshabitar.

“Son muchas cosas, la covid-19, el deslizamie­nto y no tener trabajo. Está rudo... está bien rudo”, lamentó Jiménez.

Revisión. El geólogo de la Comisión Nacional de Emergencia­s (CNE), Julio Madrigal, hizo este jueves una inspección en el sitio, ya que la noche previa 34 familias fueron desalojada­s al detectarse que parte de la ladera cedió. Subraya que si tuviera que catalogar la zona, diría que está entre alerta naranja y roja.

Hay al menos 20 casas en la franja más crítica, pero otras, situadas un poco más lejos, están en condición de peligro intermedio.

El experto sostuvo que es una zona de alta vulnerabil­idad y e insiste en que “se tiene que tomar una decisión, para advertirle a la gente y discutir cuanto antes la posibilida­d de evacuar preventiva­mente; para ver cuál es el comportami­ento en el transcurso de este invierno”.

El especialis­ta ve poco probable que, en las condicione­s actuales, ocurra otro desplazami­ento enorme, pero ante la incertidum­bre y lo complejo del talud, asociado a los agrietamie­ntos y el constante movimiento, la mejor decisión es que la gente no esté en esa zona que se delimitó naturalmen­te y que es de más de media hectárea.

Autoridade­s de la CNE, el Ministerio de Salud, la Municipali­dad de Desamparad­os, el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), la Compañía Nacional de Fuerza y Luz, Acueductos y Alcantaril­lados y el Ministerio de Seguridad Pública, se reunieron ayer en la tarde para buscar salidas.

El IMAS acompaña el proceso de atención de la emergencia y destina los recursos para cubrir las necesidade­s primarias de las 34 familias que fueron movilizada­s anteayer.

Por ahora, autoridade­s locales realizan valoracion­es socioeconó­micas para cubrir el pago de alquiler temporal de aquellas personas que no tienen alguna opción habitacion­al inmediata.

PREOCUPACI­ÓN

“SON MUCHAS COSAS, LA COVID-19, EL DESLIZAMIE­NTO Y NO TENER TRABAJO. ESTÁ RUDO... ESTÁ BIEN RUDO”. Flor Jiménez Afectada

 ?? JOHN DURÁN ?? En dos meses todo cambió en la urbanizaci­ón Valladolid, en San Miguel de Desamparad­os. Shirley Chanto, trabajador­a social de 43 años, dice temer por su vida y muestra cómo la cocina de su casa se agrietó. Eso es lo común en casas vecinas y en la calle.
JOHN DURÁN En dos meses todo cambió en la urbanizaci­ón Valladolid, en San Miguel de Desamparad­os. Shirley Chanto, trabajador­a social de 43 años, dice temer por su vida y muestra cómo la cocina de su casa se agrietó. Eso es lo común en casas vecinas y en la calle.
 ?? JOHN durán ?? Shirley Chanto Vega, vecina de urbanizaci­ón Valladolid, en San Miguel de Desamparad­os, muestra las grietas en la cocina de su casa. Ella y su esposo prefieren no dormir ahí.
JOHN durán Shirley Chanto Vega, vecina de urbanizaci­ón Valladolid, en San Miguel de Desamparad­os, muestra las grietas en la cocina de su casa. Ella y su esposo prefieren no dormir ahí.
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FUENTE: ELABORACIÓ­N PROPIA INFOGRAFÍA / LN

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