La Nacion (Costa Rica)

Aniversari­o de grandes aportes

-

A 30 años de la reunificac­ión, el aporte de Alemania es vital para Europa y todo el mundo.

El 3 de octubre de 1990, a menos de un año de haber caído el ominoso Muro de Berlín —el 9 de noviembre previo—, señal inequívoca del fracaso comunista, Alemania se convirtió en un país unificado. La República Federal Alemana (RFA), la mitad democrátic­a surgida tras la Segunda Guerra Mundial junto con la socialista República Democrátic­a Alemana (RDA), adquirió ese día soberanía sobre la totalidad del territorio. Comenzó entonces un proceso de integració­n, aún inconcluso, y que, aunque no ha carecido de tensiones, exhibe un saldo ejemplarme­nte positivo para los propios alemanes, para el conjunto de Europa y para el sistema internacio­nal.

La RFA, democracia plena, es la principal locomotora económica de la Unión Europea (UE), un país próspero que ha hecho de la economía social de mercado una realidad de prosperida­d compartida, un referente político crucial en su continente y fuera de él, un ancla de estabilida­d inmersa en permanente­s retos y amenazas y una fuerza constructi­va y solidaria en el mundo.

Su conducta como potencia media ha despejado cualesquie­ra dudas o temores que pudieran existir antes de la unificació­n sobre su impacto en el balance geopolític­o de Europa. Y si algo puede reclamarse a sus dirigentes es que no hayan asumido con mayor plenitud el liderazgo que un país de su calibre está llamado a cumplir, no solo en el ámbito político y económico, sino también estratégic­o. Su importanci­a es ahora más grande que nunca, dado el repliegue y contradicc­iones estadounid­enses, las amenazas y agresiones de Rusia y el creciente desafío económico, político y militar de China.

La gran tarea de la reunificac­ión fue asumida e impulsada, con generosida­d, valentía, visión y sentido de inevitabil­idad histórica por el canciller democristi­ano de entonces, Helmut Kohl. A él, con toda justicia, debe considerár­sele su gran gestor; la persona que estuvo dispuesta a aceptar los riesgos consustanc­iales de convertir dos Estados con niveles de desarrollo totalmente dispares en una nación unificada. Los costos fueron enormes y el proceso de asimilació­n ha pasado por múltiples fases. Sin embargo, cuando el imponente estadista dejó el poder, en 1998, la parte más difícil del camino ya estaba andada.

A su sucesor, el socialdemó­crata Gerhard Schröeder, le tocó mantener el impulso y, particular­mente, negociar una serie de cambios de profundo calado, que redujeron rigideces laborales, soltaron amarras económicas y permitiero­n al país modernizar su aparato productivo y tomar un nuevo aire de dinamismo. Por esto, en el proceso de 30 años, Schröeder puede ser denominado como el canciller reformador.

El fuerte liderazgo de Angela Merkel, quien lo sucedió en el 2005 y se mantiene hasta ahora gracias a distintas coalicione­s entre su Unión Cristiano-demócrata y otras agrupacion­es, ha tenido caracterís­ticas muy diferentes. Sobre la base de un decantado pragmatism­o, una búsqueda constante de equilibrio­s y una marcada preferenci­a por los cambios evolutivos en lugar de las transforma­ciones radicales, ha sido un ancla de estabilida­d doméstica y externa.

Ha debido hacer frente, como líder de su país y virtualmen­te de Europa, a crisis y desafíos múltiples, desde el crecimient­o —todavía muy moderado— de la extrema derecha en Alemania hasta los avances autoritari­os en países como Hungría y Polonia; desde la anexión Rusa de Crimea y sus agresiones contra Ucrania hasta la crisis migratoria del 2015 y el retiro británico de la UE; desde el desplome económico del 2008-2009, devastador en Grecia, Italia y España, hasta la pandemia de la covid-19. Le ha tocado, además, superar barreras hasta ahora infranquea­bles de política económica, como aceptar presupuest­os deficitari­os o la disposició­n a emitir bonos de deuda europeos, respaldado­s mutualment­e por todos los países.

La política nunca es estática; menos aún la evolución de los países. Cuál será la de Alemania unida constituye, por esto, una interrogan­te. Sin embargo, la casi total certeza es que las raíces de su apego a la democracia, el desarrollo, la libertad, la paz, el dinamismo y el respeto por un sistema internacio­nal abierto y constructi­vo son más profundas que nunca. Esto es parte de lo que debemos celebrar con motivo de sus 30 años.

A 30 años de la reunificac­ión, el aporte de Alemania no solo es vital para Europa, sino también para el resto del mundo

Si algo podemos reclamarle, es no ejercer un liderazgo más activo, como correspond­e a su solidez económica y política

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica